las razones profundas de la convulsión social
Por Claudio Chaves
Foro Patriótico,
2-10-21
A lo largo del
siglo XX hubo dos momentos en que la convulsión social pareció llevarse todo al
mismo infierno. Una falla tectónica del sistema político abrió una brecha por
donde corrió el torrente social, que sin control y enardecido desbordó los
espacios públicos y privados. La Semana Trágica de 1919 y el Cordobazo,
cincuenta años después, el 29 de mayo de 1969. En las dos situaciones debió
actuar el Ejército pues las fuerzas policiales superadas retrocedieron mudas de
espanto. En las dos instancias, para entender qué ocurrió, la primera mirada
debe dirigirse al orden mundial.
En 1919 el ascenso
de las luchas obreras marcó la agenda mundial. El triunfo de la Revolución Rusa
conmocionó de tal forma a occidente que marxismo y anarquismo, no obstante sus
enormes diferencias, iniciaron lo que el historiador Ernest Nolte denominó la
guerra civil europea. En nuestro país el clima antirojo ganó a buena parte de
la sociedad acomodada. Pero más allá del atropello empresarial del señor Pedro
Vasena, dueño de los Talleres del mismo nombre, de la policía brava y del
Ejército que actuaron con brutalidad, similar a la de los obreros enardecidos
(el historiador anarquista Diego Abad de Santillán decía: "Éramos muy
jóvenes, impulsivos, inmaduros. Creíamos que la revolución social era inminente
y recurríamos a cualquier extremo."), en la cima del poder político hubo
un resquebrajamiento, una fractura que habilitó el caos social.
Ciertamente la
explosión obrera tomó por sorpresa a la élite política de la época, en
cualquiera de sus expresiones: conservadores, radicales o socialistas. El
diputado radical Horacio Oyhanarte leyó bien lo que estaba ocurriendo en el
mundo al afirmar que luego de la primera guerra mundial su resultado ha sido la
emergencia de la clase obrera (Julio Godio: La Semana Trágica). Pero no todos
los radicales pensaban del mismo modo. Mientras el gobierno negociaba con los
dirigentes socialistas y los empresarios, Manuel Carlés, dirigente radical,
organizaba la Liga Patriótica para asaltar y quemar sindicatos y Leopoldo Melo
del mismo partido se ponía abiertamente del lado de Vasena.
De modo que la
situación era delicada desde el lugar que se lo mire. Yrigoyen se hallaba
enfrentado con la elite tradicional del país. Eso era esperable. Lo grave fue
la fractura de su partido que ya se avizoraba. Solo a manera de ejemplo pero
sin ampliar pues no es el objetivo del presente artículo. El gobernador de la
Provincia de Buenos Aires José Camilo Crotto frente a la gravedad de los
acontecimientos buscó una entrevista con el presidente Yrigoyen. Entrevista que
le negó pues Hipólito le manifestó al secretario del gobernador: "Dígale
usted al doctor Crotto que él es uno de los grandes culpables de la situación
actual. Toda esa gente enemiga del gobierno y del orden ha encontrado en el
doctor Crotto su mejor aliado." (Ernesto Micheo y Ernesto Q. Vergara:
Crotto Historia de una ingratitud)
En síntesis, la
Semana Trágica fue un levantamiento obrero, absolutamente obrero, que se
insertó en la incipiente fractura del partido radical. Y esto muy a pesar de la
Reforma Universitaria de 1918 que hablaba de la unidad obrero estudiantil. En
las calles de Buenos Aires eso no se observó.
En el Cordobazo la
situación no fue diferente en lo que hace a la uniformidad del gobierno y del
bloque social que le dio origen. Ciertamente se trataba de un gobierno militar
apropiado del poder por medio de un golpe, pero como el desplazado, el doctor
Humberto Illia, había llegado al gobierno con el 24% de los votos y la
proscripción del peronismo, el lamento no fue generalizado. Sectores medios,
urbanos y rurales expresados por la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP)
fueron los más doloridos. Observación que agudamente realizó Juan Perón en
carta al sindicalista José Alonso cuando le escribió: ahora no estaremos solos
enfrentando la proscripción. Aserción que confirmó el general Agustín Lanusse,
en ese momento Comandante en Jefe del Ejército, al describir a los actores
callejeros que dieron origen al Cordobazo: "Yo veía, sobre todo, una
significativa presencia de los radicales" (Alejandro A. Lanusse: Mi
testimonio).
Pero antes de
abordar los aspectos locales de la crisis que desembocaron en la pueblada
cordobesa corresponde realizar una somera reseña del panorama mundial. A
diferencia de los años 20, en la década de 1960 había un alza o, para decirlo
con terminología moderna, un empoderamiento de las clases medias en occidente.
Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania Occidental, Italia, Hungría,
Checoslovaquia, son solo algunos ejemplos de la inquietud social y política de
estos sectores. Historiadores tan disímiles como Paul Johnson (Tiempos
Modernos) o Eric Hobsbawn (Historia del Siglo XX) observan este fenómeno de
efervescencia estudiantil como un signo distintivo de aquellos años.
Por otro lado, los
extraordinarios y vertiginosos progresos tecnológicos de la Unión Soviética
empujaron a este estudiantado a adherir, a veces ortodoxamente y otras
vagamente, a un socialismo que inexorablemente asomaba en el horizonte de la
humanidad y hacia el cual nos dirigíamos de manera revolucionaria. El marxismo,
ideología oficial de la URSS, ganó al profesorado universitario, la
intelectualidad bien pensante, artistas, cantantes y literatos en buena parte
de occidente. Los estudiantes argentinos fueron presa de la misma fuerza,
adicionándole la influencia de la revolución cubana como también de un
peronismo nuevo, a la medida de la clase media, desvinculado del tradicional,
con un sesgo socializante y cristiano que en la Universidad de Córdoba se
conoció como Integralismo.
La intervención de
la Universidad por el gobierno militar puso al estudiantado en pie de guerra
desde 1966. Tres años después, la gimnasia adquiría contornos insurreccionales.
Este empoderamiento estudiantil se hizo sentir en las jornadas de alzamientos
provinciales que desembocaron en el Cordobazo. El lío se inició en Corrientes
extendiéndose al Chaco en mayo de 1969. Cae, asesinado por la policía, Juan
José Cabral, estudiante de Medicina. Al día siguiente entra en ebullición
Rosario y muere el estudiante de Ciencias Económicas, Adolfo Bello. Hasta acá
han sido en lo fundamental convulsiones estudiantiles. Promovidas y provocadas
por este sector de la clase media argentina. Por lo tanto ajenas en su
esencialidad al peronismo y a la clase obrera que se hallaba dividida en tres
sectores bien definidos. Dialoguistas: Augusto Vandor, José Alonso, Ramón
Baldassini. Ortodoxos: algunos gremios del sector servicios, los expresaba la
CGT de los Argentinos donde había independientes y comunistas. Y los
participacionistas: Rogelio Coria o Juan Taccone. Y unas 62 organizaciones,
conducción política de los gremios peronistas, que no lograban hacer pie.
Resultado, un movimiento obrero dividido y sin iniciativas de encarar una
revuelta, a excepción de la CGT de los Argentinos. Trabajadores de las
automotrices y metalúrgicos cordobeses estuvieron en las calles pero por
cuestiones puntualmente gremiales.
El dirigente del
gremio automotor, SMATA Córdoba, Elpidio Torres, en su libro El Cordobazo
(escrito treinta años después), a pesar de su intento de elevar a categoría
política la movilización obrera, no desconoce que esta fue motivada por la
derogación por parte del gobierno nacional del "sábado inglés", esto
era, cobrar íntegramente la jornada del sábado cuando en realidad se trabajaba
hasta el mediodía. Era una cuestión estrictamente gremial. En el estudiantado
universitario se movían otros intereses más vinculados a la política y a lo
ideológico.
EL GOBIERNO
El general Juan
Carlos Onganía carecía de capacidades políticas que lo hicieran eficiente en su
labor gubernamental. Roberto Roth, que apreció de cerca su personalidad,
describió en su libro Los años de Onganía algunas de las cavilaciones del
General: "Se preocupaba por temas que entonces despertaban poco interés o
escasa inquietud: la protección del elefante marino en Chubut, la vicuña en La
Rioja, el yacaré en Misiones, y el venado criollo en Magdalena o en
Formosa" y esto mientras el país ardía. Sin embargo y posiblemente a pesar
suyo había logrado constituir un bloque de poder fuerte, quizás el más sólido
desde 1955. El campo, las empresas extranjeras, el gran y pequeño empresariado
nacional representado por la UIA y la CGE, el comercio, la banca, dirigentes
gremiales, medios de prensa, entre otros acompañaron los sucesos con
expectativas y entusiasmo. Al igual que la mayoría de los partidos políticos
incluido la UCRP expresada por Ricardo Balbin.
El paseo de
Onganía por el predio de la Rural en el carruaje que usó la Infanta Isabel en
1910 fue una foto que hablaba mucho más que un discurso. Pero tres años después
ese bloque social se había quebrado. El campo a comienzos de 1969 se alzó
contra el gobierno de Onganía, abriendo una brecha por donde se colaron los
revoltosos. Veamos.
El Ministro de
Economía Adalbert Krieger Vasena, como todos los que vinieron después y hasta
nuestros días, se encontró con una situación fiscal deficitaria como también
con una parálisis de las exportaciones. ¿Qué se le ocurrió al Ministro para
salir del embrollo? ¡Una reforma tributaria! ¿En qué consistió? Entre otras
cosas establecía un Impuesto a la Renta Potencial de la Tierra. Naturalmente,
el proyecto buscaba recaudar más, claro está; sin embargo, lo novedoso y
significativo es que procuraba aumentar la producción al obligar a los
ruralistas al trabajo intensivo de la propiedad agraria o su traslado a otras
manos porque el proyecto proponía identificar zonas midiendo su índice de
productividad presunta y aplicar el impuesto sin interesar la renta que esa
empresa rural produjera.
El campo se
conmocionó. La Sociedad Rural Argentina afirmó entonces "que el impuesto
es de corte marxista y se sostiene en una filosofía distante de la que
identifica al gobierno de la Revolución Argentina". Otras entidades del
campo, CARBAP y CONINAGRO se expresaron de igual modo. Desde enero de 1969 el
campo se hallaba en estado preinsurreccional. Se desarrollaron asambleas ruralistas
en todo el país, pero el epicentro fue Córdoba. En la primera asamblea, en
julio de 1968, en Villa María, cuatro mil productores se declararon en rebeldía
respecto de los impuestos. Se extendió a La Cumbre, Funes, La Falda, Río
Cuarto, Córdoba capital y muchos municipios más. La DGI con órdenes de
allanamiento y acompañada por el Ejército ingresó a campos en distintas
provincias, especialmente Corrientes, Chaco y Córdoba. La última fecha para el
empadronamiento era el 9 de mayo. El Presidente del Centro de Propietarios de
Córdoba Luis Revuella advirtió: "No vamos a pagar un solo peso ni a la
Provincia ni a la Municipalidad."
El dirigente
gremial Liberato Fernández del SOMU (Sindicato Obreros Marítimos Unidos)
declaraba en enero del 69: "El edificio social no tiembla por el presunto
extremismo obrero, sino por la intransigencia de los productores
agrarios". El 31 de enero, Enrique Vicario, ex seminarista al frente de
los Centros Vecinales de la ciudad capital cordobesa, protagonizó una marcha sobre
la casa de gobierno. Reprimido brutalmente, su foto, caído de cubito dorsal,
circuló por todo el país. Lo acompañaban dirigentes de la UCRP. Vicario pidió a
los productores que no paguen los impuestos y aseguró que Dios caerá sobre los
fariseos. El gobernador de Córdoba, Carlos Caballero, no percibió el volcán que
se estaba generando en su provincia. Pronto el campo "manifestó su
hostilidad en noviembre de 1968 cuando Krieger Vasena fijó un impuesto a la
tierra del 1,6 sobre el valor estimado de las tierras improductivas. Furiosos,
los ruralistas anunciaron que boicotearían todas las reuniones futuras con el
secretario de Agricultura. Esta vez se sumó a la protesta la Federación Agraria
Argentina" (Paul Lewis: La crisis del capitalismo argentino).
En síntesis, el
campo y el comercio rompieron con el gobierno y estaban sublevados. Hay que
tener en cuenta que buena parte de los estudiantes de la Universidad de
Corrientes, donde se iniciaron los conflictos como los de Córdoba, provenían
del interior de sus provincias, gran parte de ellos vinculados a la economía
rural. Francisco Delich observó en su libro Crisis y protesta social. Córdoba,
mayo de 1969: "Apenas un cinco por ciento de los estudiantes provienen de
las clases populares, alrededor de un ochenta por ciento proviene de las clases
medias y el resto de la clase alta".
MIENTRAS TANTO, LA
POLÍTICA
El gobierno de
Onganía estaba profundamente dividido. El General, escaso de entendimiento, se
jactaba de haber logrado una amalgama entre las dos grandes corrientes del
pensamiento argentino. En su gabinete había liberales y nacionalistas y él
creía posible la convivencia. La historia le era ajena al General de
Caballería. Se hostigaban permanentemente anulando la acción de gobierno.
Onganía mismo desacreditaba a Krieger Vasena. El Ministro del Interior doctor
Guillermo Borda era uno de los tantos nacionalistas de ese gobierno y
habitualmente criticaba los principios fundantes del liberalismo. Frente a esta
incongruencia el diario La Nación decía con sorna: "No sería inoportuno
agregar que el liberalismo que rechaza el ministro del Interior está en el
fondo de la política económica de la Revolución, tan eficazmente conducida por
el doctor Krieger Vasena." (Ricardo Sidicaro. La Política mirada desde
arriba. Las ideas del diario La Nación.)
Fracturado el
bloque social que le dio origen y fracturado su gobierno por posiciones
ideológicas irreconciliables, era esperable una explosión en las calles, en
tanto se trataba de un gobierno militar que auguraba muchos años más en el
gobierno.
Sorpresivamente,
en 1969, en un reportaje a Perón en la revista Panorama, el exiliado habla por
primera vez de solucionar los problemas argentinos mediante una convocatoria a
elecciones abiertas. Daniel
Paladino, su delegado personal, replicó el mensaje. En otra nota, al mes
siguiente, el general Pedro Eugenio Aramburu insistió con el mismo planteo:
elecciones sin ningún tipo de proscripciones, afirmando que el gobierno estaba
dividido "entre una facción económica liberal y una facción política de
mentalidad medieval". Arturo Frondizzi, en la misma revista, por el
contrario, cree que el camino es la profundización de la Revolución Argentina
(Onganía) y que las elecciones nada solucionarán. Juan Carlos Coral, del
Partido Socialista, afirmaba: "Reclamar en estos momentos una convocatoria
a elecciones es, como solución práctica, un absurdo."
En síntesis, un
gobierno fracturado y un parate político asfixiante, que el exiliado olió
rápidamente como también el general Aramburu. De esa inmovilidad se salió por
las puebladas de provincia que ya muchos han relatado y que a ellos remito. Más
de lo mismo, no tiene caso.
Insisto, por si el
lector llegado a este punto aún no tiene claro las causas profundas de la
crisis. Por un lado la fractura del bloque social que sostuvo al gobierno en
sus inicios, y por otro las desinteligencias ideológicas del gobierno militar
al que hay que adicionar la ebullición mundial del estudiantado, fueron el
combustible del Cordobazo. La brecha abierta en el murallón dictatorial y el
torrente social que se derramó sin control.
En el gobierno se
profundizaron las diferencias. Roberto Roth en su libro ya citado asegura que
el general Agustín Lanusse, Comandante en Jefe del Ejército, guardaba una
excelente relación con quienes encabezaron la pueblada cordobesa,
fundamentalmente dos dirigentes sindicales que no nombra, por haber sido
comandante del Tercer Cuerpo de Ejército con asiento en Córdoba. Dice más aún
que "gracias a la inercia del Comandante en Jefe del Ejército, hechos de
casi corte policial habían escalado y tomado el peso suficiente para voltear al
gabinete." Lanusse niega esas acusaciones en su libro “Mi Testimonio”
afirmando que en las calles los que protestaban eran el "aparato del
radicalismo y la estructura sindical con apoyo de la totalidad de la población,
lo que hacía inconveniente sacar a las tropas". Cuando le preguntó
telefónicamente al general Eliodoro Sanchez Lahoz, Jefe del Comando con asiento
en Córdoba "con quien está la gente", era claro, insiste Lanusse, que
la gente simpatizaba con los manifestantes.
Por otro lado,
este general guardaba una mala opinión del gobernador de Córdoba, Carlos
Caballero, en quien veía el pensamiento medieval del que hablaba Aramburu. Muchos años después en carta de lectores de La Nación
el doctor Guillermo Borda acusó al general Lanusse de demorar deliberadamente
la acción del Ejército. Y en 1977 en carta al mismo diario el general Juan
Carlos Onganía dijo más aún, acusó a Lanusse de ser responsable del accionar
subversivo al facilitar la salida electoral sin un plan establecido. Lanusse
llegó a decir, en su libro, que Córdoba estaba enferma de orden, razón por la
cual Onganía en esa nota lo rebate y afirma: "Los hombres de armas deben
creer en el orden y no dejarse engañar por este desgraciado testimonio (el
libro de Lanusse). La vida es orden, el Universo es orden. Atacar el orden so
pretexto de un falso concepto de libertad solo puede provocar la
anarquía." De esta forma quedan planteadas las diferencias políticas de
los jefes militares. Por otro lado, qué otra cosa podía hacer Lanusse con un
país que se incendiaba por los cuatro costados más que hablar con Perón,
promover su retorno y convocar a elecciones.
La mentada alianza
obrero estudiantil en esas jornadas es para pensarlas nuevamente. El asesinato
de Vandor, jefe indiscutible de la CGT y las 62 organizaciones, a manos de una
generación volcada a la violencia proveniente de los sectores medios, evidencia
lo que hasta aquí se dijo. Se lo responsabilizó de la inmovilidad obrera.
Hay una carta
interesantísima y esclarecedora del General Perón a un dirigente de izquierda,
fechada en Madrid en julio de 1969, donde le dice a Antonio Caparros respecto
de la conducta y crimen de Vandor. Por la respuesta del general puede apreciarse
la postura del intelectual progre: "Si la UOM nombra su Secretario General
no tenemos otra cosa que aceptarlo, máxime en el caso de Vandor que ha sido
siempre peronista. Y cuando comenzó a actuar al servicio de la Conducción del
Movimiento Peronista con una misión de gran importancia fue asesinado. Sus
asesinos no son peronistas. Pueden inferirse entonces las causas y los autores
intelectuales del hecho."
El Cordobazo
sorprendió a propios y extraños. El general Perón fue el heredero de unas
puebladas que en lo profundo le fueron ajenas.