un nombramiento escandaloso del Vaticano
Riccardo Cascioli
Brújula cotidiana,
28-10-2021
La designación de
Jeffrey Sachs como miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales
(PASS) es sin duda un escándalo, como ya han dicho algunos. El nombramiento
pontificio, que tuvo lugar el lunes 25 de octubre, es una decisión que crea más
desorientación y confusión, como si no hubiera ya suficiente en la Iglesia. O
quizás ha habido tanta confusión en los últimos años que una cosa más o menos
no supone demasiada diferencia para la mayoría de los fieles. Probablemente sea
así: poca gente se escandaliza por el nombramiento para una de las Academias
del Papa de un fanático neomaltusiano, abortista convencido y teórico del
control de la población.
Sin embargo, el
nombramiento de Jeffrey Sachs tiene un significado que va más allá de la
participación en una prestigiosa academia pontificia que se supone que elabora
estudios e investigaciones que son de ayuda para la Iglesia en el desarrollo de
su Doctrina Social. Sachs es un economista de fama ambigua: por un lado es uno
de los especialistas más influyentes del mundo, además de asesor de nada menos
que tres secretarios generales de la ONU, y un gurú del desarrollo sostenible
(actualmente es director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la
Universidad de Columbia); por otro lado, en el terreno práctico no ha cosechado
más que fracasos: es conocido como el “padre” de la discutida “terapia de
choque” aplicada en Polonia para acelerar la transición de una economía
comunista a un sistema capitalista; mucho menos conocido es su gran proyecto de
lucha contra la pobreza en África –The Millennium Villages Project-, con el que
a principios de los años 2000 eligió 12 aldeas del África subsahariana que,
gracias a la aplicación de sus teorías económicas (con inversiones que
ascendieron a 120 millones de dólares), debían convertirse, en un plazo de
cinco años, en modelos a replicar en toda África para derrotar definitivamente
la pobreza. Fue un fracaso estrepitoso, relatado en un libro (Nina Munk, The
Idealist, 2013) por quienes habían seguido el proyecto paso a paso desde su
concepción. La moraleja es sencilla: las teorías económicas brillantes no funcionan
cuando se ponen en el ámbito de la realidad humana.
A pesar de ello,
la carrera de Sachs no se ha resentido particularmente, y al final incluso se
ha convertido en el “guía económico” del Vaticano, y poco importa que sus
libros y discursos públicos muestren cierta obsesión por el supuesto problema
de la superpoblación, que querría resolver drásticamente. Por esta razón,
también es un gran admirador de China, cuya “política de un solo hijo” ha
acabado con 400 millones de seres humanos en 40 años.
Está claro que
todo esto no tiene importancia, y por eso ha participado en gran medida en la
redacción de la encíclica ecológica Laudato Si' (2015), es además uno de los
artífices de “La economía de Francisco”, y desde hace años es protagonista en
todas las grandes conferencias internacionales sobre temas sociales que se
celebran en el Vaticano. En definitiva, el nombramiento como miembro ordinario
de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales no puede ser una sorpresa, sino
la consecuencia lógica de lo que ha ocurrido en los últimos años.
Aunque el
escándalo es grande, el asunto Sachs revela un escenario aún más inquietante.
El canciller del PASS, el argentino monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, ha
comentado en varias ocasiones a los periodistas la “incómoda” presencia de
Sachs en el Vaticano, afirmando que éste ha cambiado de opinión y que el
objetivo es que la ONU y sus hombres más influyentes escuchen las prioridades
marcadas por la Santa Sede, algo que –según Sánchez Sorondo- ya está
ocurriendo. Es decir, el pobre parece convencido de que es la ONU la que ha
cambiado las prioridades en sus decisiones para acomodarse a lo que la Iglesia,
y especialmente el Papa Francisco, querrían. No se da cuenta de que, en cambio,
es precisamente la Iglesia la que se ha plegado a las posiciones de las
agencias de la ONU y de los grupos ecologistas. No sólo la Santa Sede, ya vimos
lo que ocurrió en las Semanas Sociales de la Iglesia italiana celebradas el
pasado fin de semana: la primera propuesta aprobada compromete a las parroquias
en proyectos de transición energética.
En la práctica, no
es el mundo el que se ha contaminado con el pensamiento de la Iglesia, sino que
la Iglesia está a merced de los poderes de este mundo. El ejemplo más evidente
es la integración del concepto de desarrollo sostenible en el magisterio de la
Iglesia, que tuvo lugar oficialmente con la encíclica Laudato Si', pero que
ahora se ha convertido en un “estribillo” constante. ¿En qué consiste realmente
el desarrollo sostenible? Si tomamos el informe de la Comisión Brundtland (Our
common future, 1987) vemos que el concepto de desarrollo sostenible parte de la
convicción de que la presión demográfica es un lastre para el desarrollo y un
factor de degradación del medio ambiente. Es decir, hay detrás una concepción
negativa del hombre, de su presencia. Nada que ver con el Magisterio
tradicional de la Iglesia Católica. Si la Iglesia empieza a adoptar los
conceptos del mundo, entonces está claro que es el mundo el que gana y no la
Iglesia la que evangeliza, y el Vaticano se convierte en tierra de conquista.
Hemos llegado exactamente a este punto.