En vísperas de una elección nacional, en un momento de grave peligro para las instituciones y el futuro de la nación, conviene meditar en las normas doctrinarias y recomendaciones prácticas de los pastores de nuestra Iglesia que pueden ayudarnos a decidir nuestro voto.
Hemos seleccionado fragmentos de tres documentos, que iluminan los dilemas que se presentan habitualmente en el orden político.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
11-octubre 1992
TERCERA PARTE –
CAPÍTULO SEGUNDO
-Los ciudadanos deben cuanto sea posible, tomar parte
activa en la vida pública (1915)
-La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en
el bien común exigen moralmente el pago de los impuestos – el ejercicio del
derecho al voto, la defensa del país. (2240)
-El ciudadano tiene obligación en conciencia de no
seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando son contrarias a
las exigencias del orden moral o a las enseñanzas del Evangelio (2242)
La resistencia a la opresión de quienes gobiernan no
podrá recurrir legítimamente a las armas, sino cuando se reúnan las condiciones
siguientes:
En caso de violaciones ciertas, graves y prolongadas
de los derechos fundamentales
Después de haber agotado todos los otros recursos
Sin provocar desórdenes peores
Que haya esperanza fundada de éxito
Si es imposible prever razonablemente soluciones
mejores (2243)
*****
Reglas para elegir entre los candidatos. Asamblea de
Cardenales y Arzobispos de Francia. 1935
En cuanto al
elector, debe votar por la mejor lista o por la menos mala, es decir, por
aquella que contiene la mayor cantidad de candidatos buenos o, si no los hay,
de los que sacrifiquen menos elementos esenciales para la vida del país.
Votar por un
candidato menos malo, no es cooperar a un mal, es procurar un bien.
*****
Normas de San Pío X para los católicos españoles
Sobre la participación en política
20 de
Abril de 1911
2.° La existencia
de los partidos políticos es en sí misma lícita y honesta en cuanto sus
doctrinas y sus actos no se oponen á la Religión y á la moral;
3.° A nadie es
lícito acusar ó combatir como católicos no verdaderos ó no buenos á los que por
motivo legítimo y con recto fin, sin abandonar nunca la defensa de los
principios de la Iglesia, quieren pertenecer y pertenecen á los partidos
políticos hasta ahora existentes en España.
4.° Para evitar
mejor cualquier idea inexacta en el uso y aplicación de la palabra
«liberalismo», téngase siempre presente la doctrina de León XIII en la
Encíclica Libertas, del 20 de Junio de 1888, á saber: que la Iglesia al condenar el liberalismo
no ha intentado condenar todos y cada uno de los partidos políticos que por
ventura se llaman liberales.
5.° La
abstención y oposición a priori son inconciliables con el amor á la Religión y
á la Patria.
10. Habiendo
demostrado la experiencia cuánta dificultad hay siempre en obtener uniones
«habituales» entre los católicos de España, es necesario é indispensable que el
acuerdo se haga á lo menos «per modum actus transeuntis», siempre que los
intereses de la Religión y de la Patria exijan una acción común, especialmente
«ante cualquier amenaza de atentado en daño de la Iglesia.» Adherirse
prontamente á tal unión ó acción práctica común, es deber imprescindible de
todo católico, sea cual fuere el partido político á que pertenece.
11. En las
elecciones todos los buenos católicos están obligados á apoyar no sólo á sus
propios candidatos, cuando las circunstancias permitan presentarlos, sino
también, cuando esto no sea oportuno, á todos los demás que ofrezcan garantías
para el bien de la Religión y de la Patria, á fin de que salga elegido el mayor
número posible de personas dignas. Cooperar con la propia conducta ó con la
propia abstención á la ruina del orden social, con la esperanza de que nazca de
tal catástrofe una condición de cosas mejor, sería actitud reprobable que, por
sus fatales efectos, se reduciría casi á traición para con la Religión y con la
Patria.