por qué sucedió y la chance histórica que
aceleró
Maximiliano
Fernández
Infobae, 19 Jun,
2023
130.735 niños
menos nacieron entre 2010 y 2019 en Argentina. La cifra despertó extrañeza y cierta fascinación entre
los expertos en demografía. Al escarbar un poco más surgieron otros indicadores
en la misma línea: la tasa global de fecundidad, el número promedio de hijos
que tiene una mujer en edad reproductiva, se desplomó como nunca antes en la
historia desde que hay registros. Descendió un 34% desde 2014, empujado por la
gran noticia de la baja en los embarazos adolescentes, que cayeron un 59%
después de largas décadas de mantenerse a niveles muy altos.
“Argentina es una
rara avis en este sentido. Desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, el
comportamiento de la fecundidad -y, sobre todo, de la fecundidad adolescente-
es muy diferente al promedio del resto de la región y del mundo”, señaló a
Infobae Juan Camisassa, coordinador de Protección Social de CIPPEC.
En 1960, precisó
el demógrafo, Argentina tenía un promedio de 3 hijos por mujer, muy similar a
los indicadores de Europa y América del Norte en ese entonces, mientras que en
Latinoamérica la tasa de fecundidad promedio era de casi el doble (6 hijos por
mujer). Desde ese momento, la región bajó consistente y abruptamente este
registro; Europa y América del Norte también, aunque de forma más moderada.
Pero Argentina
hizo el proceso inverso. Durante la década del ‘70 tuvo un pequeño “baby boom”,
producto de políticas que fomentaban la natalidad, a contramano de las
tendencias regionales y globales. A partir de los ‘90, la tasa de fecundidad
retomó su descenso, aunque a un ritmo suave, lo que llevó a que en la primera
década de los 2000 el país tuviera una tasa de fecundidad mayor que el promedio
de la región. Entre 2005 y 2010, en Argentina la tasa era de 2,37 hijos por
mujer mientras que en América Latina y el Caribe era de 2,26. Tan solo una
década después, hoy, solo Uruguay concibe menos hijos por mujer que
Argentina.
En la comparación
con otros países, se advierte aún con más claridad la diferencia si se
considera solo la fecundidad de las adolescentes de 15 a 19 años. Entre 1950 y
2015, esa tasa disminuyó un 51% a nivel mundial y un 40% en América Latina. En
cambio, en Argentina aumentó un 2%. Hubo que esperar a bien entrado el siglo
XXI para que ese registro alarmante empezara a revertirse.
“La fuerte caída
de la fecundidad adolescente es sin dudas una buena noticia. La gran mayoría de
los embarazos en edades tempranas son no intencionales, por lo que esta caída
da cuenta de un mayor acceso a derechos sexuales y reproductivos. Esto es: hoy
los y las adolescentes tienen más opciones para decidir sobre si tener hijos o
no”, comentó Camisassa, quien agregó que el embarazo en la adolescencia trae
aparejado abandono escolar y dificulta el ingreso a puestos de trabajo de
calidad.
De acuerdo a
Nicolás Sacco, profesor en Sociología y Demografía en la Universidad Estatal de
Pensilvania, Estados Unidos, el fenómeno actual se distingue por tres aristas.
En primer lugar, la disminución en la cantidad de hijos en el último lustro
ocurrió a una velocidad “notable”, muy por encima de la experimentada en los
‘90. En segundo lugar, destacó la baja en la fecundidad adolescente como aporte
esencial a esa reducción generalizada. Y, por último, cree que la caída abrupta
no encuentra una sola explicación, que es “un fenómeno complejo y
multifacético”, y que a su vez cabe esperar si la mayor inclusión de las
mujeres en el mercado laboral llevó a un retraso en los deseos reproductivos
que quizás se materialice en unos años.
Por su parte,
Rafael Rofman, demógrafo y economista, considera que la menor cantidad de
nacimientos se asocia a dos procesos simultáneos. “En la última década hubo un
fuerte cambio cultural, que puede ser caracterizado como una ‘nueva ola’
feminista, por el que muchas mujeres (especialmente las mas jóvenes) pasaron a
valorar más su espacio de decisión. A esto seguramente contribuyeron algunas
políticas públicas, como la ESI y el plan Plan Nacional de Prevención del
Embarazo No Intencional (ENIA), pero parece claro que es un proceso social
espontáneo, no motorizado desde el Estado. Al mismo tiempo, a partir de 2014
se inició la distribución de un nuevo tipo de anticonceptivo, los implantes
subdermales, que son muy efectivos y seguros. Esto parece haber sido el factor
desencadenante inmediato del proceso, ya que fue rápidamente adoptado en forma
masiva”, explicó.
Bono demográfico
La baja
pronunciada en los nacimientos profundizó un período que la Argentina atraviesa
desde la década del ‘90. Se le llama “bono demográfico” y, en pocas palabras,
es la etapa en la que hay mayor porcentaje de gente “productiva”, en edad de
trabajar dentro de un país, por encima de personas “dependientes”, los niños,
los adolescentes y los adultos mayores. En esa ventana, que se suele estirar
durante varias décadas, el país debería generar riqueza, maximizar sus recursos
para cuando la población envejezca. Y ante menor cantidad de nacimientos, la
vejez en la población es inexorable y más cercana en el tiempo.
Los cálculos dan
que, a raíz de la menor fecundidad, el pico de la población en edad productiva
se alcanzará unos cinco años antes de lo que estaba previsto. Según las
proyecciones, entre 2037 y 2038 llegará el máximo del bono demográfico, el
momento en el que más argentinos entre 20 y 65 años habrá y casi tres décadas
después esa chance histórica se habrá disipado.
“La baja en la
fecundidad, sobre todo adolescente, no solo es una muy buena noticia en
términos de poner en práctica derechos individuales, sino también en relación a
la economía y la sociedad. El rápido descenso está provocando que el bono
demográfico, que ya estábamos transitando, sea más profundo. Esto implica que
tenemos oportunidades únicas en la historia para que la sociedad se enriquezca,
acumulando más capital físico y humano, y así aumente la productividad hacia el
futuro”, advirtió Rofman.
No todos los
especialistas están de acuerdo en que la idea del bono implique necesariamente
un período de mayor productividad a capitalizar. “Es un concepto que se inserta
dentro de la narrativa de que una población con una estructura por edades
jóvenes promueve el desarrollo económico, pero recordemos que quienes sufren
reducciones salariales, quienes en su mayoría son desplazados son los jóvenes.
La idea de bono demográfico ha sido introducida en muchos países para imponer
planes de reforma laboral y flexibilización de los mercados de trabajo”, indicó
Sacco.
El demógrafo
piensa que la productividad de la economía se enlaza con variables que exceden
al crecimiento poblacional o a las estructuras por edades. Incluso remarcó que
la Argentina aún es un país de inmigrantes, “lo que implica que la estructura
de la población, y la población en edad de trabajar puede seguir creciendo, y
los niveles de productividad bajar”.
Más allá de las
posturas, la aceleración del bono trae consigo también un riesgo: ese período
de gracia será más corto de lo imaginado. En 2020, la cantidad de personas
mayores de 65 años era equivalente a un 18% de la población en edad de
trabajar. Dentro de 35 años, se duplicará: habrá 36 mayores de 65 años por cada
100 habitantes en edad activa.
“Esta transición
ya está en marcha y hay muchos países que se encuentran en una etapa más
avanzada que la nuestra. Algunas sociedades europeas más envejecidas sirven
como ejemplo para conocer nuestros desafíos en el mediano plazo. Por eso, es
evidente la necesidad de abordar con tiempo políticas para que puedan sostener
el Estado de bienestar en sociedades cada vez más envejecidas”, planteó
Camisassa.
La aceleración del
bono demográfico es un llamado a la acción que, por ahora, las autoridades
parecen desoír. Es un período que los demógrafos describen como “único en la
historia”, que tendrá su pico en poco más de una década y que aún no está ni
cerca de capitalizarse.
“Hay algunas
políticas públicas estratégicas que deberíamos mirar con atención en este momento.
Tener en cuenta a la demografía para pensar la política es esencial a la hora
de planificar. En el mediano plazo, la proporción de personas en edad de
trabajar se reducirá y el gasto en el sistema previsional aumentará
significativamente. Abordar este escenario requiere de acciones en el
presente”, remarcó el investigador de CIPPEC.
Una de las
propuestas de la ONG apunta a avanzar en un sistema integral y federal de
cuidados para los niños que asegure a las familias tiempo, dinero y servicios
para un cuidado de calidad. Además, como necesidad imperiosa, garantizar el
acceso a una mejor educación y fortalecer las trayectorias educativas de los
jóvenes, con especial foco en la secundaria, el nivel educativo que hace tiempo
registra peores indicadores de repitencia y abandono.
“También es
necesario abordar la sostenibilidad del sistema previsional lo antes posible.
La disminución de la fecundidad y el aumento de la longevidad llevarán,
inevitablemente, a un proceso de envejecimiento poblacional que, a su vez, hará
gradualmente más compleja la sostenibilidad fiscal del sistema previsional. Es
necesario abordar este asunto lo antes posible: la mayor parte de los cambios
en las reglas del sistema previsional comienzan a tener efecto solo sobre las
nuevas jubilaciones, por lo que el impacto fiscal y distributivo empieza a
verse muchos años después”, amplió
Camisassa.
En tanto, Rofman
cree que, que por razones macroeconómicas, educativas y de mercado laboral, el
bono demográfico es una de las oportunidades más importantes que Argentina está
desperdiciando. La población en edad de trabajar es la más alta de la historia
y será aún más elevada en los próximos años.
“Necesitamos que
esta población tenga empleos de alta productividad, para lo que es necesario
aumentar mucho las inversiones y la adopción de tecnología (y, para que esto
ocurra, es imprescindible tener políticas macroeconómicas consistentes) y,
especialmente, mejorar en forma sustancial el nivel de capital humano: las
habilidades que se adquieren principalmente durante el paso por el sistema
educativo”, indicó.
Los países más
ricos y con mejor nivel de vida son aquellos que lograron enriquecerse al mismo
tiempo que envejecían. Un ejemplo claro de ello es Italia, cuya población es la
más vieja de Europa. “El riesgo es que nos hagamos viejos sin hacernos ricos.
Entonces las posibilidades van a ser mucho más limitadas”, afirmó Rofman.