en el contexto del proceso electoral
Por Pedro Javier
María Andereggen (*)
La Prensa,
18.09.2023
La doctrina social
de la Iglesia, que es Madre y Maestra, no es una carga sino un verdadero regalo
de Dios a la humanidad, porque ilumina, a través del Espíritu Santo, sobre los
correctos principios para la formulación de las leyes que deben regir las relaciones
políticas, económicas y sociales.
A lo largo de la
historia, ha recibido acusaciones extremas, en cuya raíz común subyace un
escepticismo acerca de su verdadera idoneidad para comprender sobre aquello que
toca a las realidades más temporales e inmediatas para el hombre. Se han
producido, por esa incomprensión, graves insultos por algunas personas o
sectores hacia el Santo Padre que la Corporación de Abogados Católicos ha
rechazado enérgicamente.
En su conjunto, la
doctrina social de la Iglesia es fuente de inspiración para todos los hombres,
creyentes o no. No parece que puedan concebirse principios más perfectos, aún
desde punto de vista humano, como son la promoción de la familia -con los
padres como los primeros educadores- y la guía para que el hombre actúe, en
todos los campos, con “la valentía de la libertad de los hijos de Dios” -según
feliz expresión de la Oración por la Patria-, en perfecto correlato con el
principio de la subsidiariedad estatal y el deber de asistencia a los
necesitados.
Es evidente que no
todo debe medirse bajo la eficiencia de la productividad económica inmediata.
Existen otros valores que pueden resultar muy superiores desde el punto de
vista moral, político y social, sin perjuicio de que redundan, finalmente, en
beneficios económicos para el conjunto social.
EJEMPLO DE
SOLIDARIDAD
Así, la República
Argentina -en especial la Ciudad de Buenos Aires-, es ejemplo mundial de
solidaridad asistencial a través de los hospitales públicos, como puede serlo
México en materia de asilo político o Albania en la acogida de los refugiados.
La hermandad latinoamericana es un elevado bien a preservar, que impide
rechazar en términos absolutos toda asistencia a enfermos de los países
vecinos. Los abusos de una atención masiva indiscriminada pueden evitarse a
través de la intervención previa de comisiones médicas en colaboración con las
autoridades extranjeras.
La educación
pública de gestión estatal gratuita, en todos los niveles, es decir incluida la
universitaria, también es necesaria para dar un mínimo de efectividad a la
igualdad de oportunidades. Por supuesto debe ser libre de contenidos políticos
e ideológicos y buscar la excelencia del conocimiento. Ello no excluye
facilitar, para todos los niveles socioeconómicos, la elección de la educación
pública de gestión privada, en especial cuando se procura obtener educación
religiosa para los hijos, ciertamente la mejor forma de transmitir valores
morales y cívicos a los ciudadanos. Por ello, Los aportes económicos a la
educación privada son un verdadero derecho y no una concesión magnánima y
graciosa sujeta al capricho y la discreción del gobernante de turno.
Es imprescindible
una ley que favorezca los loteos y subdivisiones privados para familias de
bajos recursos, de manera que se vean libres de trabas burocráticas y
corrupciones, de los que no están exentos ni siquiera aquellos que se intentan
realizar con propósitos altruistas. No es posible que en un país de semejante
extensión y riqueza existan familias viviendo en la miseria a la vera de aguas
inmundas. La vivienda propia es un pilar fundamental de la estabilidad
familiar. Es necesario un régimen legal adecuado de financiamiento, exenciones
impositivas y arancelarias, en especial para la adquisición de terrenos y
materiales para la autoconstrucción de la vivienda única. Solo así se podrá dar
posibilidad al derecho a la vivienda digna, desechando cualquier dádiva o
prebenda estatal.
EMERGENCIA
ALIMENTARIA
La emergencia
alimentaria, por cuya declaración exhortó la Conferencia Episcopal Argentina,
muy agravada en la actualidad, lleva a la obligación de considerar el
componente fiscal directo o indirecto de los alimentos y otras necesidades
básicas. La bendita Madre Teresa se indignaba no contra la comodidad, ya que
decía podía haberse ganado trabajando, sino contra el dispendio y el derroche.
Es un purismo
ingenuo e injusto que no se contemple debidamente, con diferencias fiscales
sustanciales, aquello que constituye el alimento, el vestido, la habitación, la
educación y la salud más imprescindibles -y los ingresos que se destinan a
ellos-, de lo que se aplica al más grosero lujo y disipación.
El lujo excesivo
en medio de la pobreza conduce al resentimiento social y, paradójicamente, a la
ruina económica de personas y familias enteras a través de la imitación.
En los verdaderos
cristianos -y en todo hombre de buena voluntad- la modestia y la austeridad es
la regla, y en ellas se debe educar a los niños, especialmente a los de más
acomodada condición, para ser ejemplo integrador de armonía y paz social.
El alimento de los
niños -desde la concepción hasta los 18 años- es un derecho porque es necesario
para el sostén de la vida, que el Estado siempre debe garantizar, y que también
alcanza a toda persona vulnerable sin ingresos ni posibilidades de trabajar. La
asignación universal por hijo, y las pensiones por discapacidad y vejez, son
una ayuda justa que no merece la crítica genérica hacia otros planes sociales
que, a veces por su inexacta formulación, asignación o falta de control, pueden
dar lugar a abusos que conducen a la desidia o al manejo político.
Nunca debe ser
vista como sospechosa la ayuda a los pobres por parte de ningún miembro de la
Iglesia, de las otras confesiones religiosas ni de las organizaciones sociales
que no dan indicios de insinceridad. Esa desconfianza impide el dialogo en la
búsqueda de la equidad social sin incurrir en dogmatismos puramente teóricos.
La existencia de
un sistema político, legal, económico y social inequitativo, producto del gasto
público superlativo e ineficiente, y su correlato necesario en el brutal exceso
de impuestos distorsivos, la inflación y las regulaciones agobiantes, no es
justificativo para abandonarlos en esa triste y a veces desesperada situación,
como si fueran los responsables de ese régimen perverso. Nadie puede quedar
excluido de la caridad recuerda la oración de los Obispos.
El prudente
equilibrio entre el mandato bíblico de ganar el pan con el sudor de la frente y
las obras de misericordia evangélicas, como la de dar de comer al hambriento,
vedan el asistencialismo improductivo -siempre injusto hacia los que trabajan-
y la indiferencia ante las necesidades del prójimo, en especial de los más
impedidos para trabajar.
El venerable Padre
Federico Grote, el Beato Fray Mamerto Esquiu y el Siervo de Dios Enrique Shaw,
nos sirvan de modelo en la búsqueda de las soluciones justas a los problemas
sociales y económicos de nuestra Patria.
(*) Presidente de
la Corporación de Abogados Católicos.