de la Conferencia Episcopal Argentina
POR MARIO
CAPONNETTO Y MIGUEL DE LORENZO
La Prensa,
25.08.2024
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!”
(San Mateo, XXIII, 27)
Ha trascendido la
visita de un grupo de diputados oficialistas a militares presos en la cárcel de
Ezeiza por los llamados “delitos de lesa humanidad”. El episodio ha sido motivo
de las más furibundas protestas de varios legisladores, de los corifeos de los
organismos “defensores de los derechos humanos” y de la entera cohorte de
rasgadores seriales de vestiduras que pululan en todos los entresijos de la
vida nacional.
Nada de esto nos
asombra pues estamos acostumbrados a la vocinglería de las izquierdas y de sus
aliados cada vez que sale a la palestra tan espinoso tema. Sin embargo, esta
vez las cosas han sido distintas ya que se ha añadido un ingrediente “eclesial”
habida cuenta de la participación de un sacerdote católico en la gestión de la
visita al Penal de Ezeiza. Nos referimos al Padre Javier Olivera Ravasi, un
sacerdote muy presente y activo en las redes sociales en las que viene
desarrollando una intensa tarea desde hace varios años.
Apenas difundidas
la noticia y la foto de la cuestionada visita, la Conferencia Episcopal
Argentina salió rápidamente a contestar lo que nadie había preguntado y a dar
explicaciones que nadie había pedido. Efectivamente, su vocero, el Padre
Jurcinovic, en un comunicado publicado en la cuenta X (ex twitter) afirmó que “Lo
expresado y actuado por el sacerdote Javier Olivera Ravasi en relación a la
visita de un grupo de Diputados a la Cárcel de Ezeiza no corresponde ni al
pensamiento ni a la actitud de la Conferencia Episcopal Argentina”; y añadió
enseguida: “La mirada de la Iglesia Argentina sobre este tema se encuentra
presente en la publicación realizada el año pasado en los 3 tomos de la edición
La verdad los hará libres”.
Esta inopinada
intervención de la CEA es la que nos mueve a redactar estas líneas. De otra
manera, el episodio carecería de toda relevancia especial y se perdería en la
multitud de hechos lamentables que, a diario, enrarecen la vida argentina.
TEOLOGIA DE LA
LIBERACION
Detengámonos
brevemente en el comunicado de Jurcinovic: la visita a los presos, sostiene, no
corresponde al pensamiento ni a la actitud de la CEA. Está muy claro: visitar
los presos, un mandato evangélico, no condice ni con el pensamiento ni con la
actitud de la CEA. Pero la cuestión no se detiene aquí pues a renglón seguido
remite a una obra en tres tomos publicada por encargo de la Conferencia
Episcopal: La verdad los hará libres. Y aquí se le ve la pata a la sota. La
obra aludida es un relato histórico fuertemente sesgado, lleno de omisiones
nada veniales, de groseras tergiversaciones, francamente ideologizado y
subsidiario del terrorismo setentista.
Recordamos que el
periodista Jorge Martínez dedicó un excelente comentario del primer tomo,
publicado en este mismo diario en su edición del 23 de marzo de 2023. Conviene
recordar algunos de los pasajes más salientes de este objetivo y ponderado
análisis: “Es muy perceptible la intención de relativizar el desempeño de
hombres y mujeres de la línea progresista de la Iglesia en la gestación de lo
que llama ‘procesos de violencia’, en tanto se cargan las tintas, a veces de
manera desproporcionada, en la función que le cupo al denominado ‘integrismo’ o
‘nacional-catolicismo’ en esos mismos procesos, especialmente a partir de
1976”.
Más adelante,
refiriéndose a los sectores eclesiales que abrazaron la lucha armada en nombre
de supuestos postulados renovadores a partir del Concilio Vaticano II, continúa
Martínez: “El vínculo directo entre esos postulados renovadores y la
aceptación, incitación o fomento de la lucha armada como método para lograr las
‘transformaciones’ que se juzgaban necesarias, no se analiza con la claridad,
contundencia o valentía que requeriría ese aspecto tan doloroso en la vida de
la Iglesia. A veces los autores llegan más lejos y rondan la justificación. Un
ejemplo se ve en estas líneas del capítulo 10 que se refieren a los cristianos
que abrazaron el ‘compromiso revolucionario’: «En algunos casos, jóvenes
cristianos con inquietudes hacia la vida religiosa, hicieron un proceso
personal en el que sintieron que la radicalidad del Evangelio les pedía la
opción por la lucha armada, en pro de la ‘liberación de los pobres’».
Es evidente que a
aquellos “abnegados” cristianos no les inquietaba en nada la trascendencia, la
vida eterna. Nada nuevo; el viejo Aristóteles enseñaba: es desconocer al
hombre, el no proponerle otra cosa que lo humano.
Es imposible negar
que se trataba por aquel entonces de una adhesión más que explícita a la
Teología de la Liberación. Ideología - o herejía según Benedicto XVI- que nace
del confuso entrevero entre marxismo y cristianismo y que, según vemos,
continúa cada día más vigente en el pensamiento de no pocos obispos de
Argentina. La consecuencia es inevitable: la justificación de la guerra
revolucionaria ubica necesariamente en uno de los lados de la guerra en la que
hay amigos y enemigos; y en cuanto al enemigo ya lo oímos de boca del otro
implicado en el desarrollo de la tragedia setentista, Juan Perón: “al enemigo
ni justicia”.
Al P. Javier
Olivera Ravasi se lo conoce en toda Hispanoamérica por su “apologética
contrarrevolucionaria”.
OPCION POR LOS
POBRES
Desde hace años,
opera en el país un grupo de sacerdotes llamados “Curas en Opción Preferencial
por los Pobres” (CPP). Es público y notorio a través de las redes sociales el
estrecho vínculo de estos curas no solo con el kirchnerismo sino también con
las Madres de Plaza de Mayo, y sobre todo con la hoy llamada “Teología del
Pueblo”, indisimulado sucedáneo de la marxista Teología de la Liberación.
En más de una
ocasión han circulado videos de “misas” celebradas por estos curas con la
presencia activa de notorios personajes ligados al terrorismo subversivo de la
trágica década de los años ’70, entre ellos la tristemente célebre Hebe de
Bonafini. Entre las numerosas “perlas” que podemos hallar respecto de ese
vínculo, está la declaración de CPP, del 22 de noviembre de 2022, en ocasión de
su muerte. Bajo el título “Una madre y un pueblo se siguen abrazando”,
expresaba aquella declaración entre otras cosas: “Hoy, una madre, cambió de
casa. Una madre engendrada por sus hijos, fue al encuentro de ellos después de
haber dejado huella. Una madre gestada por el odio de unos pocos, eternos y
permanentes odiadores, mostró con su carácter indomable que la venganza, la muerte
y los modelos económicos gestados desde la indiferencia y el rechazo de los
pobres y las víctimas pueden ser denunciados con nombres y apellidos. Mal que
les pese”.
Pues bien, ¿qué
dijo la Conferencia Episcopal Argentina frente a este expreso y desembozado
compromiso con los responsables directos del baño de sangre que provocaron las
organizaciones terroristas de los años ominosos de la guerra revolucionaria?
¿Qué dijo ante este desmesurado elogio de esta “madre engendrada por sus hijos”
acusada de graves delitos económicos en la causa de los “sueños compartidos” de
la que ya nadie se acuerda? Pues hasta donde sabemos, la CEA no dijo
absolutamente nada. Nos cuesta decir lo que pensamos de estos curas y obispos
empecinados en su ignorancia destructora de siglos de cristianismo, en pos de
la novedad del marxismo y de sus cien millones de muertos.
Pero hay más, el
obispo de Zárate Campana, como si esto no fuese suficiente, expulsó de su
diócesis al cura Olivera Ravasi por las mismas razones, visitar militares
viejos, enfermos y presos desde hace décadas. El obispo de Zárate empuño el
odio y arrojó la primera piedra. Acaso menos por estar libre de pecado que por
tener el alma de piedra. Claro que lo de este monseñor es intolerable; pero más
imperdonable, insistimos, es que la CEA desconozca o parcialice el evangelio
del perdón.
Resumiendo: si un
sacerdote, en este caso Olivera Ravassi, promueve una visita a militares
presos, los obispos salen rápidamente a “despegarse”. Pero si un grupo de curas
izquierdistas reivindica fervorosamente los crímenes del terrorismo, no hay tal
“despegue”, no hay motivo para despegarse. Por el contrario, la respuesta es un
silencio estruendoso que huele a evidente apoyo y complicidad.
Doble vara, sin
duda. Hipocresía. Fariseísmo. He aquí la “Iglesia de la Propaganda”, como la
llamó el Padre Meinvielle, en oposición a la Iglesia de la Promesa, la Iglesia
de Cristo, la Una, Santa, Católica y Apostólica, esa que por gracia de Dios
confesamos obstinadamente en el Credo.
PS. Redactas estas
líneas, hemos sabido que la CEA salió a aclarar que visitar presos es un
mandato evangélico, pero que en este caso no habría existido una intención
pastoral sino política. A nadie toca juzgar las intenciones, solo a Dios.
Aunque, de todos modos, una intención política no se opone necesariamente a una
obra de misericordia.