Preámbulo
político-ideológico
El llamado Socialismo
del siglo XXI no aparece en el articulado vigente de la actual Constitución
aprobada en 1999. Se trata de un intento de imposición de un sistema político
neo-totalitario denominado como Revolución Bolivariana. En diciembre del 2007
este sistema fue rechazado en las elecciones celebradas para aprobar o no el
proyecto de reforma de la
Constitución. Sin embargo, ha sido posible, hasta ahora, en
razón del control político y económico que ejerce el Poder Ejecutivo sobre los
distintos poderes y órganos nacionales.
Si bien se reconoce
que el gobierno ha creado importantes programas sociales, es también cierto
que, en vez de liberar y hacer de los pobres sujetos autónomos y libres, los ha
hecho más dependientes de lo que el mismo gobierno les pueda ofrecer.
Hay cinco grandes
ejes operativos de este sistema: a) la centralización del poder político y
económico en el Ejecutivo, afectando a los procesos de descentralización que ya
existían en el país por medio de las Alcaldías municipales y las Gobernaciones
Estadales; b) la estatización de empresas y propiedades privadas; c) el control
cada vez mayor de los medios de comunicación social por medio de la autocensura
y las fuertes cargas impositivas; d) la orientación socialista en los
contenidos del nuevo pensum de estudio ofrecido por la educación pública; e) la
ideologización de las Fuerzas Armadas como entidad revolucionaria orientada
hacia el sostenimiento y el apoyo del proceso ideológico; e) y a esto se le
suma un nuevo fenómeno, después de la muerte de Chávez. Se trata de un nuevo
modelo de mesianismo político que se ha venido traduciendo en prácticas
religiosas idolátricas, que son usadas como instrumento político para
reconquistar el poder por los seguidores actuales del difunto presidente,
haciendo uso de imaginarios y prácticas religiosas populares.
La adición de
prácticas religiosas al mesianismo político
Es preciso recordar
que la condición política del cristiano no puede ser idolátrica, como tampoco
ideológica. No es excluyente porque se sostiene en la fraternidad solidaria y
no violenta de Jesús, donde todos somos hijos de Dios y hermanos unos de otros,
antes que hijos de la patria o camaradas del proceso (Col 3,11). Ciertamente,
esto pasa por un compromiso personal con el desarrollo de todo el sujeto humano
y de todos los sujetos, independientemente de su posición ideológica, económica
o religiosa (Lc 6,27-28.35). Algo que no acepta el Socialismo del siglo XXI,
cuando llama traidor o apátrida a todo aquél que no se le adhiera. Incluso, se
tienen listas, como la denominada lista Tascón, que ha impedido el acceso de
críticos del gobierno a beneficios públicos, como trabajos o créditos, en
instituciones del estado.
Al fenómeno sociopolítico de los mesianismos o
caudillismos occidentales, se le añade hoy en día, un elemento pseudoreligioso
nuevo. El que se pretenda convertir en objeto de culto y sumisión religiosa a
una figura del poder polítco. Este es el caso del difunto presidente Hugo
Chávez, a quien el actual Presidente de la nación, el Sr. Maduro, le juró, en
nombre de todos sus seguidores, adhesión absoluta incluso hasta más allá de su
muerte, y le ha llamado el Cristo de los pobres. Ha usado todas las analogías
posibles con el lenguaje cristiano. Se llama discípulo, le reza un credo a
Chávez y, como en toda religión, dice haber tenido una revelación de Chávez en
la forma de un “pajarito/paloma”, que le habló como a su escogido. Más allá de
lo irrisorio, hay que mirar el imaginario religioso y el uso de los símbolos,
muy bien escogidos, como estrategia que pretende reinventar el modo de hablar y
hacer política en medios populares.
La única pretensión
de estos discursos y gestos que, aparentemente, parecen extraños a la
mentalidad moderna, es la de dar continuidad en el poder a un regimen político
que dependía, exclusivamente, de la palabra y la imagen de un solo hombre: Hugo
Chávez. Para ello se hace uso de las conciencias y las creencias religiosas de
los más pobres y necesitados, apoyado en inmensas sumas de dinero que posee el
Estado venezolano, y la asesoría estratégica del gobierno cubano.
Este nuevo fenómeno
de culto postmortem a una figura política fusiona elementos propios de las
creencias indígenas, la santería y la brujería, a la vez que se mezclan con
celebraciones eucarísticas y oraciones comunitarias presididas por miembros de
la comunidad católica y de otras confesiones religiosas. Aún contando con pocos
miembros del clero católico, es curioso ver cómo un obispo y un religioso
jesuita que apoyan directamente al gobierno en los medios de comunicación, aún
no se han pronunciado sobre este fenómeno que ha generado una verdadera
idolatría. ¿Dónde está su verdadera fidelidad? ¿en ser seguidores de Cristo y
apóstoles de la fe, o en funcionar como legitimadores religiosos de un régimen
ideológico?
Aunque un gobierno
gane por los votos, hay que evaluar el ventajismo económico y político del que
hace uso, sin control alguna, para acabar con toda forma de oposición o
alternativa. Una práctica política no es moralmente verdadera cuando promueve
discursos y actitudes de desintegración social, exclusión de grupos y
manipulación de conciencias, generando cultos idolátricos a sus líderes y
proclamándoles adhesión eterna. Es aquí donde una sociedad mide su verdadero
talante humano, así como su fe. Como enseñó Jesús: “uno es vuestro Maestro y
todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8). No hay dos Señores.
Osservatorio Internazionale Cardinale Van
Thuân, 15-4-13