No puede calificarse
más que de una verdadera vergüenza la causa judicial contra el embajador
Eduardo Sadous, procesado y elevado a juicio por presunto falso testimonio
agravado luego de haber alertado sobre turbios manejos en las millonarias
operaciones de exportación entre la Argentina y Venezuela, en el marco del contrato
de fideicomiso constituido con intervención de ambos países.
Sadous era el
embajador argentino en Caracas para la época en que, con activa intervención
del Ministerio de Planificación Federal, se promocionó ante empresarios locales
la posibilidad de exportar maquinaria agrícola y otros productos a Venezuela.
En 2004 y 2005 fue testigo de las visitas del titular de Planificación, Julio
De Vido, y varios de sus funcionarios, como Claudio Uberti, director Ejecutivo
del Órgano de Control de Concesiones Viales (Occovi), quien adquirió notoriedad
a raíz de la valija repleta de dólares secuestrada en el Aeroparque al
ciudadano venezolano Guido Antonini Wilson.
La intervención
directa del Ministerio de Planificación, que se efectuaba sin coordinación
alguna con los diplomáticos de carrera, dio origen a lo que pasó a llamarse la
"embajada paralela" en Caracas.
Años después, Sadous
fue citado por la Justicia
para dar testimonio sobre los hechos que rodearon las exportaciones a Venezuela
y la intervención de los funcionarios del Ministerio de Planificación. Allí
señaló que no le constaba que Uberti tuviera algún cargo formal en ese
ministerio, puesto que la
Cancillería , de quien dependen jerárquicamente los
embajadores, ninguna comunicación oficial le había hecho al respecto. Sadous
también explicó que no tenía conocimiento de ningún acto administrativo que
hubiera formalizado esa designación, aun cuando sabía que había sido asignado
para tratar la relación con Venezuela, y señaló que en la sede de la embajada
no se recibía el Boletín Oficial, donde una designación de ese tenor hubiera
podido constar.
Sadous irá a juicio
tras ser procesado por el escandaloso juez federal Rodolfo Canicoba Corral por
falso testimonio agravado por haber hecho esa manifestación, en lo que
constituye una medida tan arbitraria como descabellada.
En este caso, el
testigo fue convertido en imputado, decisión que puede interpretarse como una
advertencia o amenaza a futuros testigos en causas similares.
Otros diplomáticos señalaron
que a ellos tampoco les constaba que Uberti tuviera una designación formal,
pero como contradijeron otras afirmaciones de Sadous, no fueron imputados en la
causa.
El ex embajador
argentino en Venezuela tuvo, además, la valentía de mencionar qué comentarios
habían llegado a sus oídos sobre el pago de comisiones sospechosas, y refirió
dichos de algunos empresarios al respecto. La respuesta oficial no se hizo
esperar y Sadous fue denunciado por De Vido. Citados a declarar, los cobardes
empresarios rápidamente se desdijeron y negaron haber formulado las
manifestaciones relatadas.
A su vez, los
empresarios que ingresaron en el régimen de las exportaciones, previo pago
presunto de comisiones requeridas en beneficio de una empresa que proveería
servicios de logística, buscaron justificarlas con utilización de un falaz
libreto recitado de manera uniforme: las comisiones en cuestión, del orden del
15% del monto de las exportaciones, eran "razonables".
Las tristes
enseñanzas de lo ocurrido con Sadous son reveladoras del estado crítico en que
se halla nuestra sociedad. El pago de ilegales comisiones seguirá siendo un
hecho aceptado por muchos empresarios. Quien tenga la valentía de mencionar
actos de corrupción será procesado en soledad. Los gobernantes abusarán de su
poder para asegurarse de que eso suceda y, por lo menos hasta ahora, los únicos
testimonios que serán objeto de escrutinio por algunos jueces serán los que se
opongan al relato oficial. Como en la célebre canción de María Elena Walsh,
estamos ante el mundo del revés.