Con motivo de estar circulando nuevamente por Internet una carta pública, que en su momento comentamos en este blog, consideramos oportuno reproducir nuestra opinión.
-------------
Foro Azul y Blanco,
29-1-2010
En este comentario me
refiero a una carta pública –“Me arrepentí”- de un distinguido oficial retirado
del Ejército Argentino. El Teniente Coronel Emilio Guillermo Nani, veterano de
guerra condecorado, realizó duras manifestaciones que, para mi sorpresa, no
provocaron polémica.
[texto completo, en:
Reproduzco algunos
párrafos:
“El amor a la Patria me impulsó a seguir
la carrera militar, a combatir al terrorismo subversivo y a participar en la
recuperación de las Islas Malvinas.
En ambas guerras fui
gravemente herido…
Me arrepiento de todo lo que he hecho en defensa de
mi Patria.
Me arrepiento de
haber contribuido a que los argentinos hoy disfruten de una libertad que no se
merecen…
Con muchísima
tristeza he llegado a la conclusión que esta sociedad no se merece una sola
gota de la sangre derramada para conquistar esta libertad”.
Otro militar
retirado, el Tcnl. Roberto Miguel Oliver, se hizo solidario con estas
expresiones, pero aclarando:
La única
diferencia en sus sentimientos con respecto a los míos es que yo no me
arrepiento de haber combatido, sino me arrepiento de por quien lo hice y de
haber nacido argentino (Política y
Desarrollo, 6-1-10).
La descripción de la
realidad que efectúa Nani en la carta citada, es correcta, y se comprende la
tristeza de quien arriesgó su vida y contempla hoy una aparente indiferencia de
la sociedad ante lo que ocurre. Digo aparente, pues la mayoría de la población
es consciente de lo que sucede, y le desagrada. Baste mencionar que las
encuestas están indicando que la imagen positiva de la Presidente se reduce al
15,5 %.
Entonces, lo más
grave es la generalizada apatía cívica, la falta de interés en la vida pública.
En ese sentido, es cierto que existe, en muchos, parte de responsabilidad en la
decadencia argentina, por lo que llama Bidart Campos participación por omisión.
Creo, sin embargo,
que debe distinguirse entre esa apatía cívica, y la presunta ausencia de
valores en la sociedad argentina, que no carece de defectos, pero anida aún
muchas cualidades. La autodenigración de muchos compatriotas, es el resultado
de varios factores que han incidido en el último siglo y medio, y han conducido
a ese pesimismo paralizante. Se ha dicho bien que:
Sin patriotismo, no el tonto y declamatorio, sino el
orgullo silencioso de pertenecer a una comunidad, no hay progreso posible y es
esa ausencia una de las cosas que tiene a la Argentina a la deriva.
No es la
Argentina lo que modela nuestra interpretación de ella, sino
que es nuestra interpretación lo que modela a la Argentina (Enrique Valiente Noailles, La Nación , 1-11-09).
Me parece que la
carta puede contribuir a estimular una reflexíón profunda sobre la función de
los políticos en una comunidad, y su relación con los ciudadanos a los que
deben representar. Nunca puede un político seleccionar a qué tipo de hombres
quiere conducir; tendrá que hacerlo con los que existen en la realidad.
Sobre esto explicó
Aristóteles, hace dos mil años, que así como no es propio del arte textil
fabricar la lana, sino servirse de ella y saber cuál es buena y útil y cuál
mala e inútil; del mismo modo, la política no hace a los hombres sino que los
toma de la naturaleza y se sirve de ellos (Política, Libro I, 10).
Un especialista
argentino, don Ernesto Palacio[1], nos ayuda a entender:
Los pueblos buscan dirigentes, como los dirigentes
buscan pueblo. De tal modo que, cuando se forma una categoría dirigente
auténtica (es decir, con fuerza suficiente para imponerse y perdurar),
necesariamente encuentra la materia maleable y dócil sobre la cual ha de cumplir
su destino histórico. De modo que cuando
la mayoría de los ciudadanos no sigue a los buenos dirigentes, es que tales
dirigentes sencillamente faltan.
El sufragio es la ratificación de una autoridad
previa, obtenida por los medios habituales de ganar autoridad, por la
persuasión, por el prestigio. Los dirigentes salen del pueblo, son una
emanación del pueblo. Pero para obtener el sufragio tienen que existir ya antes
como tales dirigentes.
En conclusión, si los
mejores ciudadanos desprecian la actividad política y sienten vergüenza de
pertenecer al pueblo argentino, será difícil que ese mismo pueblo confíe en
ellos para conducirlos, y que pueda superarse la decadencia actual.
Mario Meneghini
Córdoba, 29-1-10.-
[1] Palacio, Ernesto.
“Teoría del Estado”; Buenos Aires, Eudeba, 1973, pp. 78 y 109.