lunes, 19 de mayo de 2025

DISCURSO


 del Santo Padre León XIV

Sala Clementina, Vaticano – 17 de mayo de 2025

 

Buen día a todos.

 

¡Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos!

 

Agradezco al Presidente y a los miembros de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice y saludo a todos los que participan en la Conferencia Internacional anual y Asamblea General.

 

El tema de su Conferencia de este año – “Superar las polarizaciones y reconstruir la gobernanza global: las bases éticas” – va al corazón del significado y del papel de la Doctrina Social de la Iglesia, instrumento de paz y de diálogo para construir puentes de fraternidad universal. Especialmente en este tiempo pascual, reconocemos que el Resucitado nos precede también allí donde parece que la injusticia y la muerte han vencido. Ayudémonos mutuamente, como exhortaba la noche de mi elección, «a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz». Esto no se improvisa: es un entrelazado dinámico y continuo de gracia y libertad que también ahora, encontrándonos, reforzamos.

 

Ya el Papa León XIII – que vivió en una época de transformaciones históricas de gran calado – quiso contribuir a la paz fomentando el diálogo social, entre el capital y el trabajo, entre la tecnología y la inteligencia humana, entre las diversas culturas políticas y entre las naciones.

 

El Papa Francisco usó el término “policrisis” para evocar la gravedad del momento histórico que estamos viviendo, en el que convergen guerras, cambio climático, desigualdades crecientes, migraciones forzadas y rechazadas, pobreza estigmatizada, innovaciones tecnológicas disruptivas, precariedad laboral y de derechos. Ante cuestiones tan relevantes, la Doctrina Social de la Iglesia está llamada a ofrecer claves interpretativas que hagan dialogar ciencia y conciencia, contribuyendo así de manera fundamental al conocimiento, a la esperanza y a la paz.

 

La Doctrina Social, de hecho, nos educa a reconocer que más importante que los problemas o sus respuestas es el modo en que los abordamos, con criterios de discernimiento, principios éticos y apertura a la gracia de Dios.

 

Ustedes tienen la oportunidad de mostrar que la Doctrina Social de la Iglesia, con su particular mirada antropológica, quiere favorecer un acceso real a las cuestiones sociales: no pretende enarbolar la bandera del monopolio de la verdad, ni sobre el análisis de los problemas ni sobre su resolución. En estas cuestiones es más importante saber acercarse que dar una respuesta precipitada sobre por qué ha sucedido algo o cómo superarlo.

 

El objetivo es aprender a afrontar los problemas, que siempre son diversos, porque cada generación es nueva, con nuevos desafíos, nuevos sueños, nuevas preguntas.

 

Este es un aspecto fundamental para la construcción de la “cultura del encuentro” mediante el diálogo y la amistad social.

 

Para muchos de nuestros contemporáneos, la palabra “diálogo” y la palabra “doctrina” suenan opuestas e incompatibles. Tal vez, al oír “doctrina”, pensemos en la definición clásica: un conjunto de ideas propias de una religión. Y con esta definición nos sentimos poco libres de reflexionar, cuestionar o buscar nuevas alternativas.

 

Se hace urgente, entonces, mostrar a través de la Doctrina Social de la Iglesia que existe un significado distinto y prometedor de la expresión “doctrina”, sin el cual incluso el diálogo se vacía.

 

Sus sinónimos pueden ser “ciencia”, “disciplina” o “saber”. Así entendida, toda doctrina se reconoce como fruto de una investigación y, por tanto, de hipótesis, voces, avances y fracasos, con los que se busca transmitir un conocimiento fiable, ordenado y sistemático sobre una determinada cuestión.

 

De este modo, una doctrina no equivale a una opinión, sino a un camino común, coral e incluso multidisciplinar hacia la verdad.

 

El adoctrinamiento es inmoral, impide el juicio crítico, atenta contra la sagrada libertad del respeto a la propia conciencia – incluso si es errónea – y se cierra a nuevas reflexiones porque rechaza el movimiento, el cambio o la evolución de las ideas ante nuevos problemas.

 

Por el contrario, la doctrina, en cuanto reflexión seria, serena y rigurosa, quiere enseñarnos, en primer lugar, a saber acercarnos a las situaciones y, antes aún, a las personas. Además, nos ayuda a formular el juicio prudencial. La seriedad, el rigor y la serenidad son lo que debemos aprender de toda doctrina, también de la Doctrina Social.

 

En el contexto de la revolución digital en curso, el mandato de educar en el pensamiento crítico debe redescubrirse, explicitarse y cultivarse, contrarrestando las tentaciones contrarias, que también pueden atravesar el cuerpo eclesial. Hay poco diálogo a nuestro alrededor, y prevalecen las palabras gritadas, no pocas veces las fake news y las tesis irracionales de unos pocos prepotentes.

 

Son fundamentales, pues, el estudio y la profundización, así como el encuentro y la escucha de los pobres, tesoro de la Iglesia y de la humanidad, portadores de puntos de vista descartados pero indispensables para ver el mundo con los ojos de Dios.

 

Quien nace y crece lejos de los centros de poder no debe ser simplemente instruido en la Doctrina Social de la Iglesia, sino reconocido como su continuador y actualizador: los testigos del compromiso social, los movimientos populares y las distintas organizaciones católicas de trabajadores son expresión de las periferias existenciales en las que resiste y siempre brota la esperanza. Les recomiendo dar la palabra a los pobres.

 

Queridísimos, como afirma el Concilio Vaticano II, «es deber permanente de la Iglesia escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de modo que, adaptándose a cada generación, pueda responder a los perennes interrogantes de los hombres sobre el sentido de la vida presente y futura, y sobre sus mutuas relaciones» (Gaudium et Spes, 4).

 

Les invito, por tanto, a participar activa y creativamente en este ejercicio de discernimiento, contribuyendo a desarrollar la Doctrina Social de la Iglesia junto al pueblo de Dios, en este período histórico de grandes transformaciones sociales, escuchando y dialogando con todos.

 

Hoy hay una sed extendida de justicia, una demanda de paternidad y maternidad, un profundo anhelo de espiritualidad, sobre todo por parte de los jóvenes y de los marginados, que no siempre encuentran canales eficaces para expresarse. Existe una demanda creciente de Doctrina Social de la Iglesia a la que debemos responder.

 

Les agradezco su compromiso y sus oraciones por mi ministerio, y bendigo de corazón a todos ustedes, a sus familias y a su trabajo. ¡Gracias!