ahora León XIV
La Nación, 8 de
mayo de 2025
WASHINGTON.- Pocos
días después recibir el birrete rojo de manos del papa Francisco, el 30 de
septiembre de 2023, el cardenal norteamericano Robert Francis Prevost lamentó
tener tan poco tiempo libre. “Me considero un gran aficionado al tenis”, contó
en una entrevista el arzobispo emérito de Chiclayo. “Desde que dejé Perú tuve
pocas ocasiones de practicar, así que estoy deseando volver a las canchas”.
Pero parece poco probable que a sus 69 años, y tras el giro copernicano que
experimentará desde hoy su vida, vuelva a tener la oportunidad de pulir sus
tiros bajo el nombre de León XIV.
Tuvieron que pasar
266 papas para que finalmente el trono de Pedro fuera ocupado por un norteamericano,
algo que parecía imposible. Nacido en Chicago y con ciudadanía peruana por su
trabajo de casi 20 años en el país sudamericano, Prevost hizo historia al
convertirse hoy en el primer pontífice de Estados Unidos y el segundo del
continente americano, luego de ser electo por la mayoría de los cardenales en
el cónclave para suceder al fallecido Jorge Bergoglio.
Mientras la
Iglesia se debatía entre continuar con la agenda inclusiva de Francisco o
volver a una senda doctrinal conservadora, los partidarios de este cardenal
agustiniano lo presentaron como una alternativa equilibrada entre los papables,
capaz de manejarse entre las alas progresistas y conservadoras que han generado
profundas divisiones y luchas internas.
Alineado con los
ideales de Francisco, Prevost fue prior general de los Agustinianos y obispo de
Chiclayo, en el noroeste de Perú, donde fue designado en 2014 por el papa
argentino. Como señal de su máxima confianza hacia este cardenal, fue en 2023
que Francisco lo llevó a la curia romana para estar al frente de uno de los
“ministerios” más importantes del Vaticano: el Dicasterio para los Obispos, un
cargo clave en la estructura de la Iglesia por ser el que se encarga de la
selección de obispos en todo el mundo.
Prevost veía su
tarea como la de identificar a hombres que encarnaran los ideales de Francisco.
Al frente de esa poderosa institución, fue testigo también de las pugnas de su
mentor papal con los conservadores católicos. Su rol de “descubridor” de
obispos y su fuerte impronta sudamericana durante el papado de Francisco
hicieron que mantuviera un contacto continuo con la jerarquía eclesiástica
alrededor del mundo.
El cardenal
norteamericano se asemeja a su predecesor en su fuerte compromiso con los
pobres y los migrantes, y en ir a su encuentro, como pregonaba Francisco. “El
obispo no debe ser un principito sentado en su reino. Está llamado
auténticamente a ser humilde, a estar cerca de la gente a la que sirve, a
caminar con ellos, a sufrir con ellos”, señaló el año pasado. Bergoglio también
lo designó como presidente de la Pontificia Comisión para América Latina
gracias a su gran conocimiento sobre la realidad y las periferias de la región.
A la hora de
elegir al nuevo papa, tal vez los cardenales hayan tenido cuenta otro factor clave:
Estados Unidos tiene la cuarta mayor población católica del mundo, con más de
72 millones de fieles (un 20% de la población). Un pontífice originario del
país más poderoso del mundo podría darle ahora al Vaticano una influencia
inusitada en un mundo turbulento, marcado por las guerras, los conflictos y las
disputas políticas.
Hay quienes
destacan que la figura de Prevost emergió como un sólido papable por combinar
lo mejor de dos mundos: la eficacia organizativa y el pragmatismo de Estados
Unidos –donde nació- y la sensibilidad pastoral latinoamericana –donde se
curtió-, un pilar para continuar la senda de Francisco. Y, destaca el sitio
especializado en información religiosa Reunión Digital, el cardenal podría
erigirse en un “muro de contención” frente al presidente Donald Trump, cuyas
duras posturas sobre la migración -que lo enfrentaron a Bergoglio- “conoce a la
perfección”.
El candidato
predilecto de Trump para suceder a Francisco era el cardenal Timothy Dolan, de
75 años y arzobispo de la ciudad de Nueva York, considerado líder del ala más
tradicionalista de la Iglesia norteamericana y opositor a la agenda de
Bergoglio. Allí es donde el exarzobispo de Buenos Aires encontró a sus más
feroces críticos: un sector ultraconservador que no estaba de acuerdo con su
viraje.
“Los católicos y
cristianos estadounidenses han puesto la ideología, la política partidaria, por
delante de su fe”, señaló David Gibson, director del Centro sobre Religión y
Cultura de la Universidad Fordham, en Nueva York.
Ahora, desde su
nuevo rol como líder de la Iglesia, Prevost podría ser el impulsor de un cambio
de paradigma allí. “Es una figura moderada y equilibrada, conocida por su
sólido criterio”, señaló antes del cónclave The Catholic Herald. Y destacó que
cumplía tres condiciones claves que buscaban los otros 132 cardenales
electores: representar bien la fe, cintura para compartir el “escenario global”
con los líderes políticos y tener la capacidad de hacer frente a la situación
financiera del Vaticano.
Seguidores del
cardenal norteamericano dijeron que esperaban que continuara el proceso
consultivo iniciado por Francisco para invitar a los laicos a reunirse con los
obispos. “Sé que cree que todo el mundo tiene el derecho y el deber de
expresarse en la Iglesia”, expresó a The New York Times el reverendo Mark R.
Francis, un excompañero de clase de Prevost que dirige la rama estadounidense
de los Clérigos de San Viator, una orden religiosa.
Luego de la muerte
de Francisco, Prevost avisó que aún quedaba “mucho por hacer” en la
transformación de la Iglesia. “No podemos parar, no podemos retroceder. Tenemos
que ver cómo el Espíritu Santo quiere que la Iglesia sea hoy y mañana, porque
el mundo de hoy, en el que vive la Iglesia, no es el mismo que el mundo de hace
10 o 20 años”, dijo a Vatican News. Y subrayó que su predecesor dejó un mensaje
fuerte a las autoridades mundiales de que es necesario ir “hacia adelante”.
Prevost conoció a
Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires, con encuentros en sus viajes al
país. “En los tiempos en que yo era prior general de los agustinos, varias
veces, durante las visitas a mis hermanos en la Argentina, cuando él era
todavía cardenal, tuve ocasión de conocerlo y hablar con él, informalmente y
sobre asuntos más institucionales”, recordó.
Vida y trayectoria
Prevost nació en
Chicago, en el estado de Illinois, el 14 de septiembre de 1955, y creció en
Dolton, una localidad en el sur de los suburbios. Entró en el colegio antes de
que el Concilio Vaticano II modernizara muchas normas y prácticas. Eso
significaba que los alumnos iban a misa todas las mañanas, en latín. Cuando los
alumnos de segundo curso tenían que memorizar durante meses un catecismo
interminable para prepararse para los sacramentos de la reconciliación, “Robert
nunca se quejaba”, contó Marianne Angarola, que se graduaría con quien sería
futuro cardenal, al Chicago Sun-Times. “Era la persona más inteligente de la
clase”, recordó otro compañero.
Descripto a menudo
como reservado y discreto, Prevost cultivó una sólida formación académica.
Obtuvo el título de bachiller en Ciencias Matemáticas en la Universidad
Villanova, en Pensilvania, y luego se especializó en Derecho Canónico en el
Colegio Pontificio de Santo Tomás de Aquino, en Roma, donde alcanzó el
doctorado con honores magna cum laude. Su dominio de varios idiomas —habla
inglés, español, francés, italiano y portugués, además de leer latín y alemán—
fue fundamental en el cumplimiento de diversas misiones en distintos países.
Ingresó al
noviciado de la Orden de San Agustín (OSA) en 1977 y profesó sus votos solemnes
en 1981. Recibió la ordenación sacerdotal el 19 de junio de 1982, y poco
después, en 1985, fue enviado a la misión agustiniana en Perú, lo que marcó el
inicio de una larga y significativa etapa de su trabajo en América Latina. Su
primer destino fue Chulucanas, donde se desempeñó como canciller de la
Prelatura Territorial entre 1985 y 1986.
Después de un
breve regreso a Estados Unidos como director vocacional y de misiones para la
provincia agustiniana de Chicago (entre 1987 y 1988), volvió a Perú. Durante
los siguientes diez años, dirigió el seminario agustiniano en Trujillo y enseñó
derecho canónico en el seminario diocesano, donde también fue prefecto de
estudios. También sirvió en diversas capacidades, incluido párroco, oficial
diocesano, director de formación, profesor de seminario y vicario judicial en
la arquidiócesis de Trujillo (de 1989 a 1998).
En 1999, Prevost
regresó a Chicago y fue elegido prior provincial de la provincia “Madre del
Buen Consejo”, según el College of Cardinals Report. Dos años y medio después,
en el Capítulo General de los Agustinos, fue elegido prior general, cargo que
ocupó durante dos mandatos consecutivos, hasta 2013. Ese liderazgo a nivel
internacional dentro de su orden religiosa le ofreció una perspectiva global
sobre los desafíos y dinámicas de la Iglesia.
Francisco lo
nombró en 2014 administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo, en Perú.
Fue elevado al episcopado en 2015 y se convirtió en obispo de Chiclayo. Fue en
ese año que obtuvo la ciudadanía peruana, algo que aumentó la expectativa en el
país sudamericano por sus posibilidades de ser pontífice. El Registro Nacional
de Identificación y Estado Civil (Reniec) de Perú confirmó en los últimos días
que la institución tiene registrado como ciudadano a Robert Prevost. “Su DNI se
encuentra vigente desde 2015”, afirmaron.
Durante su tiempo
en ese país, también desempeñó un papel activo en la Conferencia Episcopal
Peruana, al servir como segundo vicepresidente y miembro del consejo permanente
entre 2018 y 2023. Como obispo de Chiclayo, se opuso a un plan del gobierno
para añadir enseñanzas sobre género en las escuelas. “La promoción de la
ideología de género es confusa, porque pretende crear géneros que no existen”,
declaró a medios locales.
Aunque en Perú
muchos lo elogian por apoyar a los inmigrantes venezolanos y visitar
comunidades remotas, el cardenal en un momento quedó en el ojo del huracán por
denuncias de presunto encubrimiento de sacerdotes acusados de abusos sexuales.
La diócesis de
Chiclayo negó categóricamente todas las acusaciones, y apuntó a que la renovada
campaña de desprestigio contra Prevost previa al cónclave estaba relacionada
con la salida -presentada como renuncia- de José Antonio Eguren, exarzobispo de
Piura y miembro destacado del movimiento católico ultraconservador Sodalicio de
Vida Cristiana (SCV), con base en Perú y disuelto en enero pasado por decisión
de Francisco por casos de abusos y maniobras financieras opacas.
Sobre los casos
abusos que sacudieron a la Iglesia, el cardenal norteamericano reclamó “ser
transparentes y acompañar a las víctimas”.
Entre sus
excompañeros de adolescencia, no tienen dudas sobre las intenciones de Prevost.
“Es increíblemente amable. Pienso en Robert como un alma compasiva. Tiene una
agenda de bondad y compasión, igual que nuestro anterior papa”, dice John
Doughney, otro graduado de la escuela primaria de St. Mary en 1969.
“En aquel entonces
era bastante evidente que ese sería su camino”, añade, en referencia al
sacerdocio de su antiguo compañero. “Para él, creo que era una verdadera
vocación. E incluso siendo adolescente, sabía lo que quería hacer y adónde
quería llegar”. Aunque seguramente Prevost llegó hoy mucho más lejos de lo que
alguna vez pudo imaginar.
Por Guillermo
Idiart