Pedro
TREVIJANO, sacerdote
catolicos-on-line, 4-3-16
La noticia de que el PSOE y Ciudadanos habían sido
capaces de firmar en pacto me alegró y pensé que era una buena noticia, hasta
que vi en qué consistía el pacto y me di cuenta de que era un auténtico pacto
criminal, al servicio de lo que los Papas han llamado “cultura de la muerte”.
Empecemos con el tema del aborto: ambas organizaciones
defienden la ley de plazos para el aborto, que ellos llaman interrupción
voluntaria del embarazo, porque lo que sí hay que reconocerles es que a la hora
de manipular el lenguaje son unos genios. Por su parte, el Partido Socialista
se reserva la posibilidad de impulsar la reforma de la ley del aborto en
relación con las jóvenes de 16 y 17 años.
El aborto es un genocidio masivo, un
“crimen horrible”, según el Concilio Vaticano II (GS nº 51). El Evangelio es
también muy claro: “En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso
(practicar las obras de misericordia, matarlos es todavía peor, añado) con uno
de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. E irán al suplicio eterno”
(Mt 25,46). La Iglesia defiende la civilización de la vida, es decir la defensa
de la vida humana desde “la concepción hasta su fin natural”, frente a la
cultura de la muerte con su defensa del aborto y la eutanasia. La frontera
entre la civilización de la vida y la cultura de la muerte está en el “no
matarás”.
Sobre la educación sexual el pacto prevé poner en
marcha un plan integral para prevenir, proteger y reparar el daño a menores
víctimas de violencia de género. Además, debe incorporar las medidas necesarias
para garantizar la educación afectivo-sexual y de prevención de la violencia de
género en todas las etapas educativas. Pero como ya la legislación en vigor nos
dice que la educación afectivo sexual hay que darla de acuerdo con la
perspectiva de género hay que enseñar a los chavales no sólo que pueden cambiar
su sexo, sino que además pueden acostarse con quien quieran. Una vez más
manipulemos el lenguaje: ¿a que suena muy bien hablar de educación
afectivosexual interactiva y libre de tabúes? Pero tiene otro nombre más
prosaico: pederastia.
Pretenden además revisar la Ley Orgánica de Libertad
Religiosa y de Conciencia. Piensan que la nueva ley debe establecer un estatuto
común en derechos y obligaciones para todas las confesiones religiosas. Para
ello se revisarán los Acuerdos con la Santa Sede para buscar un nuevo marco de
relación entre el Estado y la Iglesia católica. El problema es que se trata de
una legislación de rango internacional y modificarla unilateralmente no creo
que lo hagan ni los países bananeros; desde luego no una nación seria. Algo
parecido hay que decir de la clase de Religión. Si los gobiernos de Felipe
González y Zapatero la respetaron es que su solidez jurídica es muy fuerte.
Pero el número de insensatos es infinito.
En cuanto a la ley de muerte digna, nosotros, que
evidentemente andamos muy flojos a la hora de manipular el lenguaje, le
llamamos eutanasia. Esta ley quiere garantizar los derechos de los ciudadanos a
afrontar con dignidad y de acuerdo con sus decisiones el tramo final de la
vida, asegurando la libertad de las personas sobre la continuación o no de los
tratamientos y la prestación de los cuidados paliativos que procedan. Eso es lo
que dicen, pero lo que se pretende con ella es matar al paciente, como lo
demuestra lo que está pasando en Holanda y Bélgica. En Holanda se da la cifra
de unos trescientos casos anuales de eutanasia sin petición previa, es decir, asesinatos
en toda regla.
No hay que olvidar además que la mayoría de los médicos que la
hacen no la declaran y que los pocos casos que han llegado ante los tribunales
se han resuelto con sentencias absolutorias. En Bélgica se está discutiendo que
los asilos de ancianos católicos tienen el deber de proporcionar la eutanasia;
en otras palabras, que los asilos de ancianos católicos tienen un deber que los
convertiría ipso facto en no-católicos. Esto y el no respeto a la objeción de
conciencia son formas ya descaradas de persecución religiosa.
Ello trae consigo dos consecuencias gravísimas. La
primera es la destrucción de algo muy importante en Medicina: la confianza
entre el médico y el enfermo, basada sobre todo en el hecho de que sé que mi
médico va a hacer todo lo posible por curarme y ayudarme en ese momento. La
segunda es que muchos ancianos belgas y holandeses huyen a España a pasar sus
últimos días en las playas y lejos de sus hospitales, donde puede aplicárseles
la eutanasia con o sin su consentimiento para que dejen de “sufrir”. De hecho
bastantes ancianos holandeses llevan consigo una tarjeta que dice: “Si caigo
enfermo, no me lleven a un hospital”.
En cuanto a los Papas: “Estamos aquí ante uno de los
síntomas más alarmantes de la cultura de la muerte, que avanza sobre todo en
las sociedades del bienestar, caracterizadas por una mentalidad eficientista
que presenta el creciente número de personas ancianas y debilitadas como algo
demasiado gravoso e insoportable” (San Juan Pablo II, encíclica Evangelium
Vitae, nº 64). También Benedicto XVI en su Mensaje Pascual de 2010 dice: “Que
la potencia salvadora de la resurrección de Cristo colme a toda la humanidad,
para que superando las múltiples y trágicas expresiones de una ‘cultura de la
muerte’ que se va difundiendo, pueda construir un futuro de amor y de verdad,
en el que toda vida humana sea respetada y acogida”.
Por su parte, el Papa
Francisco ha empleado en varias ocasiones la expresión equivalente de “cultura
del descarte”: “Por desgracia, objeto de descarte no es sólo el alimento o los
bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos, que vienen
descartados como si fueran cosas no necesarias” (discurso al Cuerpo Diplomático
del 13 de enero de 2014).