jueves, 11 de agosto de 2016

EL DILEMA DE LA CGT


 Alberto Buela
Informador Público, 11-8-16


Me han pedido la opinión y la doy. En estos días se realizó un plenario de secretarios generales de gremios donde concurrieron sindicalistas pertenecientes a las tres CGTs y donde se postuló a tres para conducir los destinos de la Central Obrera.

Nosotros vamos a dar nuestra opinión en función del bien para la CGT y no para hacer una crítica por la crítica misma.

Si se busca la unidad del movimiento obrero organizado, eso se logra solo cuando se encuentra un compañero que puede ser el secretario general, de lo contrario, ya sea un triunvirato o un cuarteto sólo puede expresar la voluntad de aquellos que los propusieron, pero no la unidad.

Es decir, el triunvirato o el cuarteto termina siendo manejado a distancia por los que tienen partes del poder del movimiento obrero.

La segunda objeción es que el poder para ser tal supone la reductio ad unum = la reducción a uno, pues este es el fundamento último de la decisión soberana. Como dice un gran maestro de la ciencia política: soberano es aquel que puede decidir en un estado de excepción. Dicho en forma sencilla, cuando las papas queman, la decisión nunca es colegiada o conversada. Se toma y listo el pollo.

Otra objeción es que este triunvirato propuesto tiene una dependencia ideológico política de un personaje político conocido, por lo tanto quedaría subordinado a él. Y la conducción de la CGT no tiene que estar subordinada a ninguna estructura política, sino solo a las necesidades de los trabajadores.

Es que la representatividad sindical es distinta que la representación política, esta última se realiza cada cuatro años. Es en definitiva un compromiso que no compromete, mientras que la representación sindical se realiza todos los días intentando resolver los problemas de los afiliados. Cuando algún sindicalista sin formación ni ejercicio del poder reclama la renovación de los secretarios generales al modo de los partidos políticos, no solo va contra la estabilidad y el buen servicio de la organización sino que trabaja para los enemigos del movimiento obrero.

El dilema que se le plantea hoy a la Confederación general del trabajo es que tampoco cuenta con muchos potenciales secretarios generales, pues el cargo supone al menos tres exigencias: a) provenir de un gremio con espaldas muy anchas como para hacer frente a todos los gastos operativos de la CGT (eso que la Central se mantiene con el aporte de los cotizantes es un engaña pichanga). b) que tenga la suficiente cintura política para dialogar y gobernar para todos y no en beneficio de su propia organización. Y c) que sea un peronista sin aditamentos (ni social demócrata, ni social cristiano, ni liberal, ni marxista), porque el modelo sindical argentino es una creación original del peronismo y como tal, él tiene que mantenerlo y profundizarlo.


Finalmente, el secretario general, más allá de los acuerdo de las partes intervinientes, tiene que salir, como lo prevén los estatutos de la CGT, del voto libre y directo de los congresales.