Jorge Liotti
LA NACION, 11
de abril de 2018
La jornada de ayer pareció una metáfora perfecta del
cambio político y social que se está produciendo en forma subterránea en la
Argentina. Mientras un sector del peronismo se disputaba con modos patéticos la
sede histórica del partido -desde hace tiempo vaciada de actividad y de
contenido-, el macrismo explicaba su plan para expropiar terrenos y legalizar
la situación de quienes habitan en villas y asentamientos. Luis Barrionuevo y
José Luis Gioja peleaban por un edificio simbólico, sin advertir que en ese
mismo momento se les estaban colando por el galpón del fondo con un anuncio de
neto corte peronista.
Algo similar había ocurrido en la elección del año
pasado, cuando mientras se dirimía la interna entre kirchnerismo y peronismo
tradicional, Cambiemos perforaba históricos bastiones del PJ para ganar por
primera vez en sectores marginales a los que hasta entonces nunca había
accedido. El conurbano fue testigo de esta mutación.
Después de conseguir allí un buen caudal de votos, el
Gobierno busca consolidarse en esos sectores sociales desde una actitud
simbólica muy fuerte, como es conceder el acceso legal a una vivienda. Una
apelación emotiva al Juan Perón distributivo.
El nuevo plan del Gobierno, que tiene a la ministra de
Desarrollo Social, Carolina Stanley, como figura central, persigue un objetivo
de reparación para 3,5 millones de personas que desde hace años están en una
situación de extrema precariedad. Ya pasó mucho tiempo desde que el macrismo
desistió de su vieja idea de relocalizar las villas y adoptó el concepto menos
controvertido de la urbanización. El espíritu reformista del presidente
Mauricio Macri siempre fue moldeado por su naturaleza pragmática.
La iniciativa exhibe un gesto muy fuerte hacia las
organizaciones sociales, con las que viene trabajando desde hace un año y medio
en el censo de los asentamientos, y que en los últimos meses habían adoptado un
mensaje francamente crítico hacia la Casa Rosada.
El vínculo de esas agrupaciones con Stanley y con el
omnipresente Mario Quintana nunca se cortó, ni siquiera en los peores momentos
de la relación. Y eso le permite ahora a la Casa Rosada exhibir una medida ante
quienes la cuestionan por "gobernar para los ricos". Mucho más
después de la interminable secuencia de aumentos tarifarios que repercutieron
fuertemente en las clases medias y bajas, y que generaron inusuales reacciones
entre los socios del radicalismo y de la Coalición Cívica.
Es un mensaje que además aspira a ser interpretado en
el Vaticano, de donde siempre surgen versiones oficiosas sobre la preocupación
del Papa por la falta de sensibilidad social del macrismo. Lentamente parece
recuperarse cierta sintonía entre Macri y Francisco, quien casualmente tiene
entre sus predilectas a Stanley. En eso el Pontífice coincide con su detractor
Jaime Durán Barba, quien proyecta para la ministra un futuro electoral
importante.