(apuntes
de una charla por zoom con Dugin)
Alberto Buela (*)
Todo el mundo sabe que al hombre no le está
permitido conocer a ciencia cierta sobre el futuro, por aquello de la caja de
Pandora donde el único mal que quedó encerrado fue la elpis que los malos traductores tradujeron por esperanza, pero es
una virtud teológica junto con la fe y la caridad, noción que los griegos
ignoraban. El termino debió ser traducido por “espera” en el sentido de la he elpis megalé = la gran espera del
Sócrates del Critón. Pues la espera,
no implica amor como la esperanza, sino más bien es un estar a la expectativa
de algo que puede suceder y en ese sentido es una falencia que padece el
hombre, pues no sabe a ciencia cierta qué es lo que puede suceder. Por eso
nosotros proponemos traducir término por prognosis o prospectiva.
Hecha esta salvedad el hombre sigue y seguirá
insistiendo en preveer el futuro, algo que puede hacer pero solo como
conjetura. Esto es, una presunción fundada en probabilidades. Y no más que eso.
¿De dónde salen estas probabilidades? De la
experiencia del pasado y las vivencias del presente.
Así lo que podemos conjeturar son tres o
cuatro rasgos del mundo postpandemia:
1.- Van a cambiar las prioridades del sujeto
contemporáneo y así va a preferir la tecnología y la conectividad a las
necesidades primarias como el servicio de cloacas y el agua corriente. Este
paradigma ya está actuando.
2.- Van a cambiar las condiciones de trabajo
y se va a imponer cada vez más el trabajo a distancia o teletrabajo, donde el
hombre se aísla y reduce su círculo de amigos. Y al reducir el círculo de
amigos restringe la comunidad política que nace en opinión de los griegos. En
este sentido Aristóteles afirma: “Hemos definido tres maneras de entender la palabra
amistad: la primera se define por la amistad recíproca (antiphilía); la segunda
por la utilidad y la tercera por el placer” (Etica Eudemia,
Vemos así, una vez
más, que de los tres tipos de amistad: a) la que deriva de la mutua utilidad,
b) la que deriva del mutuo placer y c) la que deriva de una preocupación común
por los bienes que son de ambos amigos. Es ésta última la que funda la ciudad =polis. Y este es el rasgo que en
definitiva distingue a los griegos de los bárbaros, que carecen de polis, porque ignoran las relaciones
políticas que se fundan en la antiphilía u
honestas amicitia o amistad
recíproca.
3.- Van a ir desapareciendo los actos de
masas. El pueblo va a ser dividido en muchos pueblos o minorías (indígenas,
gays, abortistas, feministas, etc.)
Hoy no existe prácticamente ningún gobierno
en Occidente que gobierne para las mayorías. Hoy se gobierna para las minorías.
Ej.: en Bolivia en favor de las minorías indígenas en lugar de la mayoría del
pueblo criollo. En Brasil, como ocurrió con Menem en Argentina, para los
empresarios y financistas. En España y Francia para la minoría de inmigrantes
musulmanes en lugar de los gallegos y franchutes. Y así podemos seguir con los
ejemplos.
Y lo más grave de todo es que al dejar de
gobernar para las mayorías populares, las minorías beneficiadas con este nuevo
régimen, en lugar de integrarse a las mayorías, las rechazan. En Bolivia el
ciudadano de a pie la pasa mejor haciéndose el indio que presentarse como lo
que realmente es: un criollo. En España y Francia los musulmanes viven como
duques gracias a las canonjías que reciben del Estado y putean a las mayorías
nacionales. Ni hablar que se les enseñe historia patria o religión cristiana.
Es decir, hoy los gobiernos protegen a la
minorías y éstas reniegan contra esos mismos gobiernos. La inmigración dejó de
ser con integración sino que es entendida como “ocupación” del territorio que
la recibe. La minoría abortista o gay no se conforma con recibir derechos sino
que pretende que todos aborten y se sodomicen. La minoría indigenista pretende
que todos seamos indios como pasó con la constitución boliviana de 2002, que
dejó sin representación a los criollos que son mayoría y que diez años después
se tuvo que modificarse porque era un desatino.
Nadie gobierna para las mayorías nacionales.
Ningún gobierno se dice nacionalista, aunque pareciera que Trump, Putin y
Jimpin lo hacen. Pero ellos son tres giles, los vivos somos nosotros. Los
países dependientes pero interculturales, según nuestra terminología, que la
Alianza para el Progreso llamó en vías de desarrollo y que ahora los denominan
emergentes. Somos aquellos a quienes nos vendieron el cuento de la izquierda
progresista y la teoría del multiculturalismo. Teoría que vino a reemplazar la
sana del crisol de razas que nos enseñaban nuestros maestros.
Hace 70 años, para poner mi edad, teníamos,
mal que bien, seguridad, justicia, educación, salud y trabajo, entonces éramos
una polis. Hoy no tenemos ni seguridad, ni justicia, ni educación ni trabajo,
nos transformamos en tribus.
¿Qué nos pasó? ¿Qué sucedió para que caigamos
tan bajo?
La respuesta es simple y compleja a la vez.
Simple porque la razón última es que dejamos de tener gobiernos patrióticos y
por lo tanto se dejó de lado la idea de soberanía nacional en todos los ámbitos
(agricultura, pesca, energía, finanzas, defensa, petróleo, etc.), que debe ser
la idea rectora de toda actividad política. Sin ella hay colonia, factoría,
dependencia, en una palabra, tribus.
Por otra parte, la respuesta es compleja,
porque confluyen en ellas infinidad de causas. Que cada uno de ustedes podrá
enumerar ad infinitum.
De modo que, al menos en Argentina,
realizamos lo contrario de los griegos que luchando contra los medos lograron
pasar de las tribus a la polis. Nosotros estamos pasando de la polis, la nación
unificada, a las tribus, la nación partida en grupos.
Si algo se le debe reclamar al kirchnerismo,
falsificación ilustrada del peronismo, más allá del saqueo planificado del
Estado, es que al no contar con el apoyo de las mayorías nacionales y populares
se inventaron pequeños pueblos: los gays, los indígenas, los sojeros, las
madres y abuelas de mayo, los grupos concentrados de la economía, hoy los
ocupas, etc.
4.- Se va a restringir o reducir la
efusividad, que en el espacio suramericano se expresa en “el abrazo”.
Y este es un tema filosófico strictu sensu pues afecta la índole
misma del sujeto suramericano de la postpandemia.
Es muy similar a que nieguen la “teoría de la
gana” de Juan Bautista Alberdi. Según la cual hago esto porque se me da “la
real ganas de hacerlo”. Que no es que obro “porque sí”, sino porque yo soy
señor de mis acciones.
Con el abrazo pasa mutatis mutandi algo parecido. Abrazo a aquel que quiero abrazar,
en cambio le doy la mano al otro por mera formalidad social.
Si nos quitan el abrazo, en homenaje al
distanciamiento social, nos quitan la preferencia sobre el otro. El abrazo que
tanto horroriza a los norteamericanos cuando nos tratan diciendo “que cerca que
están” los hispanos unos de otros.
El abrazo es la incorporación del otro a mi
burbuja corporal. La gestualidad del abrazo implica no solo un discurso no
verbalizado, sino también su economía.
En el abrazo despejo la coraza de mi pecho
para unirlo con el otro. Pero no a la manera de los basquetbolistas yanquis que
chocan brutamente sus pechos sino con el acompañamiento de los brazos y las
manos que palmean la espalda del otro.
El abrazo no solo es uno de los signos del
lenguaje gestual que mayor emotividad encierra, tanto por la efusividad como
por el compromiso corporal que implica.
Así, si se pierde el abrazo es probable que
nos perdamos un poco nosotros mismos y nuestra identidad.
Sobre este punto me comentó ayer Celina Lértora, una de las pocas “maestra de filosofía” que tenemos en Argentina: “Con respecto a tus cuatro modificaciones posibles en la post pandemia, me parece que debiste haber empezado por el cuarto, si fuera en orden de importancia; y desde mi punto de vista lo más interesante. Porque es verdad que las expresiones corporales son importantes, de hecho, comenzamos por ellas, y su significado es anterior a la palabra (por ejemplo dar la mano para mostrar que no se está armado).
Y me parece que en las formas corporales está también el modo como
comenzamos a expresar esa “amistad política” a la que te referiste. Eliminar
este aspecto inicial corporal y quizá también subliminal de la amistad civil
seguramente cambiará nuestra visión y nuestro pensamiento”
(*) arkegueta, aprendiz constante