Para Navidad habrá 364.000
muertos si no se produce un cambio drástico
POR ALBERTO KORNBLIHTT
El Cohete a la Luna, AGO 30,
2020
El 27 de julio pasado la
Argentina llegó a tener 3.000 muertos acumulados por Covid-19. Entonces le
pregunté al doctor Jorge Aliaga, experto en números de la pandemia si los hay,
cuándo había tenido la mitad, es decir 1.500 muertos, a lo que me respondió que
había sido el 5 de julio. ¿Y la mitad de 1.500, es decir 750? El 11 de junio,
respondió. ¿Y la mitad de 750, es decir 375? El 17 de mayo, me dijo. Si
calculan los intervalos verán que corresponden a 24 días.
Es decir, desde el 17 de
mayo, cada 24 días se había duplicado el número de muertes acumuladas. La
duración del intervalo de duplicación estaba clavada en 24 días y poco
importaba lo que se había hecho a nivel de aislamiento o cuarentena, ese número
no había cambiado.
Inmediatamente calculé que
si todo seguía igual, es decir si el virus no se apagaba por arte de magia o el
gobierno no tomaba medidas de circulación y aislamiento más restrictivas, 24
días posteriores al 27 de julio, es decir, el 21 de agosto, deberíamos llegar a
6.000 muertos acumulados. Por eso me propuse escribir este artículo el 21 de
agosto, pero me equivoqué.
El 18 de agosto, 3 días
antes del 21, sobrepasamos los 6.000 muertos. Y si no se toman medidas más
estrictas y la duplicación de muertes acumuladas empieza a ocurrir cada 21
días, el 13 de septiembre habrá 12.000 muertos acumulados; el 5 de octubre,
24.000; el 27 de octubre, 48.000, el 18 de noviembre, 96.000; el 10 de
diciembre, 182.000, y para Navidad unos 364.000 muertos acumulados, número
mayor al de muertos anuales de la Argentina en ausencia de pandemia (330.000
aproximadamente).
Por supuesto que querría
equivocarme y no me molestaría en absoluto que se enojaran conmigo y me
acusaran de infundir miedo si esto no ocurre, aprovechando para denostar a la
ciencia y a los científicos. Porque si no ocurre, cualquiera sea la causa, se
habrán salvado miles de vidas. Si no ocurre porque efectivamente se estuvieran
apagando las infecciones y los efectos en muertes se vieran 20 días después,
celebraríamos todos, creo; pero no lo sabemos con certeza como para aventurar
predicciones como las de un pico que nunca se produjo.
No estoy analizando números
de infectados, positivos, recuperados o asintomáticos, ni camas de unidades de
terapia intensiva o de personal de salud especializado en esta. Estoy contando
muertos y este análisis de la progresión de su número podría haberlo hecho en
el siglo XIX, cuando no había ensayos de PCR ni serológicos. Tanto entonces
como ahora, era y es difícil ocultar a los muertos y sus números hablan por sí
mismos. Tanto entonces como ahora, en ausencia de una vacuna o de un fármaco
específico contra este y otros virus, el distanciamiento y el aislamiento eran
y son las herramientas más poderosas y efectivas para frenar la infección y las
muertes.
Paradójicamente los
anticuarentena, defensores de libertades individuales a costa del prójimo, han
logrado convencer a una parte de la sociedad de que estamos en cuarentena,
cuando en realidad no lo estamos, y que hay que abrir muchas más actividades de
las que ya están abiertas. Lógicamente el gobierno no es inmune a este discurso
que taladran, sin fundamentos científicos sólidos, los medios de difusión
libertarios de mercado. Sin duda los números podrían ser al día de hoy peores,
y si no lo son, es porque en abril hubo una cuarentena en serio. Esto hizo que
la progresión de mayo partiera de 375 muertos y no de más.
El hecho de que todavía se
controle el transporte público y no haya clases en los lugares del país en que
circula el virus habrá contribuido a que el tiempo de duplicación de muertos no
haya sido menor a 21-24 días. Pero lo contraintuitivo de las progresiones
geométricas es que uno ve sus consecuencias cuando los números absolutos son
grandes. En efecto, el doble de 2 es 4 y nadie se inmuta si en 21 días se pasa
de 2 a 4 muertos, pero si en 21 días se pasa de 20.000 a 40.000 el problema ya
es otro.
En virtud de lo expuesto lo
mío es un llamamiento. La o las vacunas estarán disponibles en la primera mitad
de 2021. Hasta ese entonces tenemos que llegar evitando la mayor cantidad de
muertes por Covid-19 posibles. ¿Cómo?
Con ciclos de apertura y
cierre intermitentes, pero cierre en serio, no ficticio. Por supuesto la no
saturación de las camas de terapia intensiva y de su personal son importantes,
pero no basta. Es condición necesaria mas no suficiente. Si hubiera un exceso
de camas y personal, los muertos se seguirían acumulando porque son los que no
salen vivos de terapia. Debemos frenar la infección. Ojalá se frenara sola sin
haber llegado a una inmunidad de rebaño difícil de concebir con menos del 20%
de infectados, pero no lo estamos viendo ni viviendo.
Hoy tenemos más infectados
acumulados que los que tuvo Italia, y en una época, confesémoslo, nos
burlábamos de ellos, con un concepto algo redundante llamado orgullo argentino.
Quizás el gobierno debe
reflexionar que, de todos modos, la oposición ya le está endilgando el costo
político de una cuarentena que ni siquiera existe, por lo que sería mejor
establecerla intermitentemente para que esa oposición irresponsable no pase a
endilgarle los muertos.
Agradezco al Dr. Jorge
Aliaga la lectura crítica del texto.
* Alberto Kornblihtt es
profesor Titular FCEN-UBA e Investigador Superior del Conicet.