P. NOEL LOZANO
LAS CARTAS SOBRE
LA MESA
El Horizonte, 11
DE JUNIO DE 2021
Después de un
periodo retador, como ha sido el de las elecciones de candidatos a los
diferentes niveles, ahora arrancamos una nueva página de la historia de
nuestras ciudades, estados y país. Los cristianos tenemos un compromiso serio,
honesto y comprometido con el tema político, con el bien común de nuestra zona.
La política toca un ámbito muy particular de ser cristiano: el servicio.
El papa Benedicto
XVI, en su momento habló de la importancia de lo que se denominó coherencia
cristiana, subrayando su importancia particular para quienes, por la posición
social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores
fundamentales... valores que no son negociables. Así pues, los políticos y los
legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben
sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada,
para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la
naturaleza humana, es parte de su vocación de servicio.
El buen cristiano, está llamado a asumir directamente
la propia responsabilidad política y social. Para que pueda desempeñar
adecuadamente sus cometidos, hay que prepararse mediante una educación concreta
enfocada en la caridad y la justicia. Por eso es necesario promover la doctrina
social de la Iglesia y darla a conocer.
En este precioso
patrimonio, procedente de la más antigua tradición, encontramos los elementos
que orientan con profunda sabiduría el comportamiento de los cristianos ante
las cuestiones sociales actuales. La doctrina social de la Iglesia ha madurado
durante el paso de los siglos, se caracteriza por el realismo y el equilibrio,
ayudando así a evitar compromisos equívocos o utopías ilusorias.
Comentando este
precioso patrimonio, a cuyo servicio se encuentra el "Compendio de la
doctrina social de la Iglesia", comento algunas reflexiones en torno al
compromiso de los cristianos en el ámbito de la política actual:
1. La Iglesia
cuando en sus documentos sociales toca las realidades temporales como la
política, lo hace consciente de que se está moviendo en un campo técnico, en el
cual no tiene derecho de intervenir sin razón. Se sabe y se acepta limitada, y
afirma que su intervención en esta área de la vida humana es, ante todo, como
maestra de moral, como luz. No manifiesta, por tanto, preferencias por un
determinado sistema, lo que le interesa es que la dignidad del hombre venga
respetada y promovida. El papa Benedicto XVI se refirió a esta misión moral,
afirmando que "la Iglesia sabe que no le corresponde a ella misma hacer
valer políticamente su doctrina, ya que su objetivo es servir a la formación de
la conciencia en la política y contribuir a que crezca la percepción de las
verdaderas exigencias de la justicia y, al mismo tiempo, la disponibilidad para
actuar conforme a ellas, aun cuando esto estuviera en contraste con situaciones
de intereses personales". Por ello la doctrina social de la Iglesia tiene
como tarea principal iluminar con sus principios la vida del hombre en la
sociedad, y uno de estos principios es el del bien común, que define en pocas
palabras como "el conjunto de condiciones de la vida social que hacen
posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y
más fácil de la propia perfección".
2. La política es
una manera exigente de vivir el compromiso cristiano al servicio de los demás.
El servicio es la modalidad típica que la presencia y la actividad del
cristiano asume en el ámbito social y político. Entre aquellos que en el ámbito
político tienen las responsabilidades más elevadas con respecto a las personas
y a la cosa pública, no faltan, y no deben faltar los cristianos. Resulta
superfluo recordar la complejidad de las problemáticas que el político, y el
político cristiano, encuentran y enfrentan en las administraciones públicas,
tanto a nivel local como nacional e internacional. La política es mucho más
inestable de lo que pueda pensarse, sometida como está a tensiones que
provienen de múltiples frentes. A pesar de ello, el cristiano no puede
descuidar el ámbito político. La política no es sólo parte constitutiva y
elemento decisivo de la vida de las personas y de un país, para el cristiano es
también el ámbito más elevado para ejercer la atención y el servicio a los
hermanos; es decir, para vivir la caridad.
3. Para que este
propósito se logre es necesario poner en evidencia, primero a nivel de
reflexión y luego a nivel estructural y de opciones particulares, la necesidad
de la dimensión ética de la política, no como dimensión facultativa, sino
constitutiva, de la cual depende no sólo la calidad de la vida de las personas,
de las familias, de las instituciones y del Estado, sino más radicalmente, su
supervivencia. Desatender la dimensión ética conduce inevitablemente hacia la
deshumanización de la vida y de las instituciones públicas, transformando la
vida política en una jungla donde impera la ley del más fuerte. La Iglesia con
su doctrina social no dicta leyes a los poderes públicos, ni se declara
políticamente a favor de una parte o de otra, su intención es más bien salvar
la persona del hombre, renovar la sociedad humana.
4. De frente a
esta perspectiva de humanización, las situaciones locales y los eventos mundiales
parecen con frecuencia tomar el rumbo contrario. El caminar de la sociedad se
hace pesado dondequiera a causa de lo que ha sido individuado como
"estructuras de pecado". Son "estructuras de pecado", por
ejemplo, la explotación organizada de menores y de la prostitución, el comercio
de armamentos, el mantenimiento de guerras y conflictos civiles, la corrupción
política, la organización de operaciones de limpieza étnica, las legislaciones
que favorecen la discriminación racial, y otras terribles realidades...
El cristiano, que
está motivado por la caridad y la justicia, no puede aceptar pasivamente la
presencia y funcionamiento de "estructuras de pecado", mucho menos
sostenerlas o ser responsable a cualquier nivel. Como el pecado pide al
cristiano un rechazo preciso y una lucha interior y exterior, así las
"estructuras de pecado" exigen no un cómplice silencio, sino una
franca denuncia y una clara oposición.
Educar en el
sentido de la justicia significa comprometerse en la defensa y promoción de la
dignidad y de los legítimos derechos de cada persona humana.
Santa María
Inmaculada, de la Dulce Espera, ruega por nosotros.