los académicos salen al cruce del absurdo
lingüístico e ideológico
Claudia Peiró
Infobae, 12 de
Junio de 2021
Lo más insólito de
esta tendencia es que sus cultores presentan manuales sobre un lenguaje cuyas
reglas -si las tiene- ni ellos mismos conocen, considerando la frecuencia con
la cual caen en el grotesco: “bonaerenses y bonaerensas”, “el equipo y la
equipa”; la “albañila”... Eso en el plano local, pero también tuvimos que
escuchar un “millones y millonas”, del inefable Niolás Maduro; el “miembros y
miembras” del presidente del gobierno español Pedro Sánchez; o, peor aun si
cabe, el “portavoces y portavozas”, de su ministra de Igualdad, Irene
Montero...
Ya lo dijo el
escritor Arturo Pérez Reverte: el lenguaje exclusivo es “una estupidez”, y el
Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa lo calificó directamente de
“aberración”.
En sentido
contrario, instituciones que deberían cultivar la excelencia, ser custodias y
transmisoras de cultura, como algunas facultades de la UBA, promueven estos
barbarismos que degradan el idioma, en nombre de este capricho snob.
Para enderezar las
cosas, y en la línea de pronunciamientos previos y reiterados de instituciones
como la Real Academia Española y la Academia Argentina de Letras, la Academia
Nacional de Educación también se pronunció con un contundente rechazo a la
pretensión igualitaria de este lenguaje: “Los estilos inclusivos no contribuyen
a señalar la igualdad de los sexos sino que, por el contrario, sugieren la
existencia de una rivalidad y no de un encuentro fundamental y profundo entre
ambos”.
Además de señalar
que este lenguaje “complejiza la lengua tanto como su enseñanza”, la Academia
apunta a la intencionalidad y a la ideología de quienes lo promueven.
Anteriormente, la
Academia Argentina de las Letras había calificado al lenguaje inclusivo como
resultado “de una posición sociopolítica que desea imponer un grupo
minoritario”. Su presidente, José Luis Moure, afirmó que “no surge como cambio
‘desde abajo’”, sino “como una propuesta ‘desde arriba’”. “Un sector
minoritario de clase media ilustrada pretende que esa reivindicación se imponga
de forma manifiesta en el lenguaje”, señaló.
La Real Academia
Española ya había rechazado la alteración artificial de “la morfología de
género en español bajo la premisa subjetiva de que el uso del masculino
genérico invisibiliza a la mujer”, apuntando contra uno de los principales
argumentos de los inclusivistas, que suele ir acompañado por una lectura de la
historia en clave de guerra de sexos.
La Academia
Argentina de Letras recordó aquello que todos aprendimos en la escuela: que “el
género no marcado abarca explícitamente a los individuos de uno y de otro sexo
sin menoscabo de nadie”.
El comunicado de
la Academia Argentina de Educación menciona la posición adoptada por las
autoridades en Francia -tanto académicas como políticas- que prohibieron la
escritura inclusiva en la administración y, sobre todo, en la Escuela. “Es
perjudicial para la práctica y la inteligibilidad de la lengua francesa” a la
vez que su “complejidad e inestabilidad constituyen obstáculos tanto para la
adquisición del lenguaje como para la lectura”, explicaron.
En la Argentina,
en cambio, donde las últimas pruebas PISA mostraron que más de la mitad de los
alumnos de 15 años no comprenden lo que leen, nuestros dirigentes se dan el
lujo de confundirlos todavía más, alterando las normas del idioma.
De esta neolengua,
la pose más del gusto de los políticos -y las políticas, justamente- es la del
desdoblamiento en masculino y femenino de cada sustantivo o adjetivo que se
pronuncia. La Academia lo considera innecesario -¿hace falta decirlo?- y señala
que “atenta contra la economía del lenguaje y se funda en razones
extralingüísticas”.
Estrictamente
hablando, su uso no es incorrecto -salvo en las versiones de algunos desbocados
como las citadas al inicio de este artículo-. Sin embargo, la Academia
recomienda evitar estas repeticiones porque son “agotadoras y afectadas” y
“lentifican la sintaxis”.
Pero la moda
inclusiva no respeta nada, ni siquiera los neutros. Así como no pueden explicar
por qué hay que feminizar un sustantivo que ya es neutro en castellano
-concejal, albañil, estudiante- o adjetivos que terminan en la neutra “e”
-bonaerense-, tampoco se sostiene el argumento de que hay que desdoblar para
visibilizar a la mujer. Eso implica suponer que por siglos las mujeres no
estuvieron incluidas en ningún discurso ni se sintieron abarcadas por ejemplo,
por el “¡Trabajadores del mundo uníos!”, por citar un clásico que alguna vez
acariciaba los oídos de los que hoy han sustituido la lucha de clases por la
lucha de sexos, nuevo motor de la historia.
Además de
engorroso, el desdoblamiento alarga innecesariamente discursos y textos.
Imaginemos lo que sería nuestra Constitución si siguiéramos el ejemplo de la
bolivariana Venezuela. Para muestra basta un artículo de la Carta Magna
chavista que los practicantes de este estilo deberían leer en voz alta para
tomar conciencia de la cacofonía:
“Sólo los
venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad, podrán
ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente
Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes
o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del
Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional
Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o
Contralora General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o
Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con
la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o
Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y
aquellos contemplados en la ley orgánica de la Fuerza Armada Nacional.”
Leerlo da vértigo.
Sobran 28 de las 120 palabras de este párrafo. Pero no se entiende por qué raro
capricho “fiscal” escapó a la inclusión bolivariana y no mereció ser desdoblado
en “la fiscala”...
Como bien dijo el
director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, “el desdoblamiento altera la
economía del idioma y estropea una lengua hermosa”. Es feo, digámoslo claramente.
La armonía y la
estética de un lenguaje no son aspectos desdeñables. El llamativo
desdoblamiento en “el equipo y la equipa”, por parte ni más ni menos que de la
vicegobernadora del Chaco, Analía Rach Quiroga, resulta antes que nada
disonante.
José Luis Moure
recordaba que, en los cambios lingüísticos y “en lo que atañe a la gramática
propiamente dicha, suele prevalecer casi siempre una simplificación del
sistema”, lo que a todas luces no es el caso del lenguaje inclusivo.
“No deben forzarse
las estructuras lingüísticas del español para que se conviertan en espejo de
una ideología, pues la Gramática española que estudiamos no coarta la libertad
de expresarnos o de interpretar lo que expresan los demás. Lo afirmamos con la
convicción de que una lengua que interrelaciona nunca excluye”, decía un
documento elaborado por otra autoridad de la Academia Argentina de Letras,
Alicia María Zorrilla.
La Academia
Nacional de Educación también afirmó que “los estilos inclusivos” alteran la
lengua “hasta formas que resultan incómodas para el sano sentido común de la
sociedad”.
Y ya que de
sentido común se trata, Zorrilla preguntaba: “¿Cómo pueden leerse palabras como
niñ@s, niñ*s o niñxs?”, dado que la arroba “no es una letra” ni la equis una
vocal…
El fundamento de
esta neolengua es que se le atribuye a la palabra el poder de superar los
problemas. Al que cree que el lenguaje forma el pensamiento, y no al revés, le
parece que basta con desdoblar para “construir” igualdad. ¡Cuánto más cómodo,
fácil y seguro es combatir supuestas injusticias en el idioma antes que las
verdaderas desigualdades en la realidad!
No falta el rasgo
autoritario en estas vanguardias iluminadas que, paradójicamente, en nombre de
la lucha contra estereotipos “impuestos”, quieren obligar a la gente a hablar
“bien”, e imponer, a través del lenguaje inclusivo, una visión sesgada de la
sociedad y sus problemas.
El argumento pro
lenguaje inclusivo sostiene que éste muestra las desigualdades y visibiliza lo
que por siglos estuvo oculto: la existencia de las mujeres. Toda una
revelación.
En los años 80 y
90, cuando nadie hablaba en inclusivo, se produjo la gran apertura a la
participación política de la mujer en el poder legislativo -Ley de Cupo 1991- y
la igualación civil, con la patria potestad compartida, entre otros. Cabe
preguntarse cómo un parlamento para el cual la mujer era invisible, votó la
inclusión de un tercio de mujeres en todas las listas. Es algo que no encaja en
la lógica de los promotores del lenguaje no sexista.
La igualdad legal
entre géneros es total en la Argentina, excepto por el hecho de que las mujeres
se jubilan antes. Pero eso no se visibiliza. La ideología está por encima de la
realidad y de la historia, incluso de la más reciente.
El masculino
plural refleja el dominio del macho en el orden social, afirman. Y si antes
denunciaban la explotación capitalista y hasta las guerras como expresión de la
competencia económica entre las potencias, hoy ya se olvidaron de los soldados
desconocidos, los obreros o los mineros. Varones bien visibles y privilegiados.
En la nueva versión de la evolución humana, la historia es resultado de la
explotación de las mujeres por los varones. Estos se apropiaron siempre de
todos los bienes y de todo el poder. Pero eso al fin se va a acabar gracias a
“todos, todas y todes”.