Alberto Buela (*)
Hace como un mes
atrás en la presentación de tres libros míos me comentó un dilecto amigo: veo
que en wikipedia te consideran un filósofo existencialista, ¿pero el
existencialismo no posee una gran carga negativa? Salí del paso con una
respuesta ligera y circunstancial que no me dejó conforme y es por esto que va
esta breve nota.
El existencialismo
fue una corriente filosófica que surgió como consecuencia de las dos guerras
mundiales. Tuvo muchas variantes: en filosofía Sartre, Marcel, Lavelle,
Merlau-Ponty, Le Senne, Ciorán, Jaspers, Castelli, Abbagnano. En literatura:
Dostoyevski, Chestov, de Beauvoir, Camus, Papini. Hubo además pensadores
cercanos: Ortega y Gasset, Simone Weil, Viktor Frankl.
Sus rasgos
fundamentales no son solo, como afirma Hans Jonas, una separación profunda
entre mundo y naturaleza sino entre mundo natural y sobrenatural (Dios, lo
sagrado, alma, espíritu, creencias, etc.). Si bien alguno que otro filósofo fue
creyente como el caso de Gabriel Marcel o Louis Lavelle, en su mayoría fueron
ateos y agnósticos como Heidegger, Sartre, Jaspers, Abbagnano o Cioran.
Esta idea fuerza,
esta separación profunda, generó ese desgarro existencial y cosmológico que lo
caracterizó.
Sin embargo
debemos distinguir seis filósofos que si bien se movieron en la temática
próxima no fueron pensadores propiamente existencialistas sino más bien
existenciales: Kierkegaard, Bergson, Unamuno. Lavelle, Abbagnano, y Heidegger quienes centran su pensamiento en
la existencia como “dada”, como “sujeto concreto”, como “ser ahí”. O que nos
hablan de una metafísica existencial o
de la existencia como realización de la esencia: “La metafísica del ser debe
resolverse en metafísica existencial...existir es la búsqueda o problema del
ser” (Abbagnano, dixit). “¿Por
qué es el ente y no más bien la nada” (Heidegger, dixit).
La verdad dejará
de ser como para los existencialistas, el acuerdo de la razón con ella misma,
con la subjetividad que la sostiene, para transformase en “lo que aparece, en
lo que se muestra a la conciencia”. Será desocultamiento, alétheia.
El rasgo común de
ambas es una cierta desconfianza en la razón que considera la vida, la muerte y
el destino del hombre, en general, y no mi vida, mi muerte y mi destino, buscando
así la recuperación del hombre singular que no quiere ser un individuo al que
se puede encerrar en un género. Ese ser singular es único, irrepetible e
inconfundible: soy yo y no otro, va a afirmar Le Senne.
La filosofía
existencial no es una filosofía del conocer o limitada al conocer como la
existencialista, sino que es una filosofía del ser y de la búsqueda del sentido
del existir: “El hombre que realiza su esencia en la existencia es el hombre
libre y en cuanto libre participa de la creación de Dios” (Lavelle, De
l´etre).
El conocimiento
intuitivo dejó de ser una conformidad de la intuición consigo misma y pasó a
ser la conformidad de la intuición con el devenir de la realidad.
Es decir, que no
juzga la realidad en función de la intuición como hace el existencialismo sino
de la intuición en función de la cambiante realidad.
El hombre existe
cuando vive dentro de su propia muerte, cuando la asume como su última
posibilidad, cuando la vive como la más propia de todas las posibilidades que
le ofrece la vida. La filosofía no es otra cosa que preparación para la muerte,
enseñó Platón.
El aspecto
negativo del existencialismo es muy grande (escuchen la letra del tango Tormenta
del poeta Enrique Discépolo: “Dios, lo que aprendí de tu mano no sirve
para vivir...”), la exaltación del capricho subjetivo, la negación de lo
sacro, la perdida de sentido, la desazón infinita. Mientras que el pensamiento
existencial cargando incluso con muchos de estos temas, posee una preocupación
ontológica de la conciencia dirigida hacia los entes en su realidad finita.
Cornelio Fabro
(1911-1995), ese gran filósofo italiano postergado y dejado de lado por las
cátedras universitarias, afirmó que : “el pensamiento existencialista habla
de la existence como equivalente a ser”. Mientras que para el pensamiento
existencial, agregamos nosotros, el ser es el sentido de la existencia y
permite su presencia. Esse coesse est = ser significa coexistir, afirma
Marcel. Los otros y Dios mismo viven en la coexistencia.
Pierre Boutang
(1916-1998), el último gran filósofo existencial afirma: ““Parménides sabe por tanto que el pensamiento no puede ser captado
fuera de un “habla”, y que esta denominación originaria se da en los entes, que el λόγος dice el ser de los entes” (Ontologie du secret, Paris, 1973, 2da. 2009)
La metafísica
de Boutang es el desvelamiento del secreto ta
musthria=ta mysteria
como estructura original del Ser, estructura original en el sentido preciso de
que el develamiento o la revelación secreta del Ser es la primera condición de
toda ontología fundamental.
Vemos entonces como existe una
fundamental diferencia entre el pensamiento existencialista y el pensamiento
existencial. El primero es un fiel continuador de la filosofía moderna pues
está centrado en el conocer e intenta una metafísica de la subjetividad.
Mientras que el existencial busca el anclaje del existente, del hombre en el
ser. Es raigalmente metafísico.
(*) arkegueta, aprendiz constante