irreconciliables en temas de aborto y género
Tommaso
Scandroglio
Brújula cotidiana,
17-01-2023
En el reciente
libro “Nada más que la verdad”, obra en la que el periodista Saverio Gaeta
recoge el testimonio de monseñor Georg Gänswein, secretario de Benedicto XVI,
hay algunos pasajes que confirman cómo el Papa emérito, en lo que se refiere a
cuestiones éticamente sensibles, estaba en plena sintonía con el Magisterio de
la Iglesia y en significativa dicotomía con el Magisterio del Papa Francisco,
aunque dicha dicotomía se presentara con extrema cortesía y respeto hacia el
pontífice reinante.
Por ejemplo,
Gänswein cuenta que el Papa Francisco, tras la publicación de su larga
entrevista con La Civilità Cattolica en agosto de 2013, pidió a Benedicto XVI
su opinión al respecto. Este último respondió: “En realidad estoy de acuerdo
con todo lo que ha dicho, pero me gustaría añadir un aspecto complementario en
dos puntos. El primer punto se refiere a los problemas relacionados con el aborto
y el uso de métodos anticonceptivos. El segundo punto se refiere al problema de
la homosexualidad” (p. 245). El primer punto se refería al siguiente pasaje de
la entrevista de Francisco: “No podemos insistir sólo en las cuestiones del
aborto, el matrimonio homosexual y el uso de métodos anticonceptivos. Esto no
es posible. No he hablado mucho de estas cosas y me lo han reprochado. Pero
cuando se habla de ello hay que hacerlo en un contexto. Después de todo la
opinión de la Iglesia es conocida y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es
necesario hablar de ello todo el tiempo” (pp. 463-464). Es bien sabido que el
Papa Francisco percibe estos temas como una espina clavada porque crean
división debido a la doctrina de la Iglesia, que es muy clara en estos temas. Por
lo tanto, es mejor no hablar de ellos o, si hay que hacerlo, transformarlos
pasando de un problema moral a una cuestión de justicia social (ayuda a las
mujeres con embarazos no deseados, acogida a los homosexuales, educación
afectiva de los matrimonios, etc.).
Benedicto XVI,
teniendo en cuenta su juicio sobre estas cuestiones (vale la pena citar sólo el
Catecismo de la Iglesia Católica del que fue autor principal), deliberadamente
no se enfrentó a Francisco de frente, sino que eligió más apropiadamente la
vía, digamos, pedagógica. Sobre el aborto y la contracepción llamó la atención
de Francisco sobre el fundamento teológico, más que moral o social, recordando
que las batallas emprendidas por Juan Pablo II en favor de la vida fueron
batallas ante todo en defensa del Creador de la vida, y por tanto en defensa de
Dios (cf. pp. 245-246).
Sobre la
homosexualidad, el Papa emérito alabó la voluntad de Francisco de encontrar un
“equilibrio entre el respeto a la persona, el amor pastoral y la doctrina de la
fe” (p. 246). Sin embargo, Benedicto quiso “añadir un aspecto que se deriva de
los problemas de la propaganda pública sobre este punto. La filosofía de
género que está en juego aquí nos enseña que es la propia persona la que se
convierte en hombre o mujer. Ser hombre o mujer ya no es una realidad de la
naturaleza que nos precede. El hombre es producto de sí mismo. [...] Se trata
de una negación radical del Creador y de una manipulación del ser en la que
sólo el hombre es dueño de sí mismo. Esta propaganda no se preocupa en absoluto
por el bien de las personas homosexuales, sino que manipula deliberadamente el
ser y niega radicalmente al Creador. Sé que muchas personas homosexuales no
están de acuerdo con estas manipulaciones y sienten que el problema de su vida
se ha convertido en un pretexto para una guerra ideológica. Por lo tanto, es
necesaria una resistencia firme y pública contra esta presión” (pp. 246-247).
En resumen,
Benedicto XVI reprendió a Francisco sin querer dar la impresión de reprenderle.
Lo que para Francisco era secundario y crítico por el juicio tajante de la
doctrina, para Benedicto era esencial y era un asunto que encontraba su
solución en el plano doctrinal y por tanto pastoral, una pastoral que es la
aplicación de los principios indicados por la doctrina y no su fuente, como
indican los escritos y discursos del Papa Francisco.
El libro, por
tanto, confirma ahora un hecho: la orientación doctrinal y pastoral de
Benedicto no sólo era diferente de la de Francisco, sino antitética en varios
aspectos, a pesar de la debida reverencia que el primero prometió al segundo
una vez que se convirtió en Papa emérito. Prueba de ello, siempre en el ámbito moral, es la
reacción de Benedicto ante la noticia de que Francisco nunca quiso responder a
los famosos dubia de los cardenales Walter Brandmüller, Raymond L. Burke, Carlo
Caffarra y Joachim Meisner, que en definitiva se referían a la existencia o no
de los mala in se, es decir, a la existencia o no de acciones siempre
intrínsecamente malas. Su secretario recuerda: “Benedicto sólo se sorprendió
humanamente ante la ausencia de cualquier atisbo de respuesta por parte del
Pontífice, a pesar de que Francisco se mostraba normalmente dispuesto a
reunirse y hablar con cualquiera” (p. 283).
Sobre el mismo
tema, que en términos positivos es el de los principios no negociables
(expresión acuñada por el propio Papa Benedicto), Gänswein recuerda el asombro
del Papa emérito cuando Francisco declaró en una entrevista al Corriere della
Sera que no entendía la naturaleza de tales principios (a los que llamó
valores): “El 5 de marzo de 2014 Benedicto leyó en el Corriere della Sera la
entrevista de Ferruccio De Bortoli al Papa Francisco y se preguntó qué no había
entendido el Pontífice cuando, respondiendo a la pregunta sobre los ‘valores no
negociables especialmente en bioética y moral sexual’, había declarado: ‘Los
valores son valores y punto, no puedo decir que entre los dedos de una mano
haya uno menos útil que otro, así que no entiendo en qué sentido puede haber
valores negociables’. Sin permitirse emitir un juicio, a nivel personal el Papa
emérito entendió la declaración como un cambio de rumbo y una crítica velada al
comportamiento anterior de Juan Pablo II y al suyo propio, como queriendo decir
que todo se puede negociar” (p. 294).
La lectura del
libro de Gänswein confirma, por tanto, que la perspectiva moral y teológica
entre los dos Papas era y sigue siendo irreconciliable. Por tanto, la humildad
y la devoción mostradas por Benedicto hacia Francisco no deben inducir a error
porque, incluso cuando Francisco reinaba, el Papa emérito, cuando tuvo la
oportunidad de pronunciarse sobre determinadas cuestiones, adoptó posturas que
objetivamente no pueden conciliarse con las perspectivas básicas del magisterio
de Francisco.