Daniel Gattás
(Docente de la UNC y de la UCC , miembro de Esperanza
Federal)
Los Kirchner, primero
Néstor y ahora Cristina, comenzaron desde hace varios años una cruzada contra
el Grupo Clarín, particularmente sobre Héctor Magnetto, a quien eligieron como
el gran enemigo. Lo transformaron en una especie de Osama bin Laden vernáculo a
quien nadie conoce bien, pero al que responsabilizan de ser el promotor de la
“cadena del desánimo” y de todo lo malo que ande dando vueltas por allí.
Buceando en las
razones que motivaron esta obsesión, que se trasmitió verticalmente y sin
discusión a todos los militantes K, era buscar un contrincante de fuste.
Es que no se
justificaba castigar a una oposición dividida y diluida que se autodestruye día
a día por la impericia de sus dirigentes, incapaces de incorporar cuanto menos
un tema en la agenda nacional.
Desde una visión
maquiavélica del poder, hubiera sido darle entidad y reconocer a la oposición
como una alternativa de gobierno.
En cambio, el grupo
empresarial aparecía como una buena opción, ya que no se disciplinaba en
transmitir los “grandes logros” tal como al Gobierno nacional le hubiera
gustado, ya que su visión autoritaria no admite que el modo de informar sea
diferente al que ellos imaginan.
Además, era la
justificación ideal para crear y solventar medios afines con recursos públicos.
La técnica utilizada
fue llamarlo “monopolio”, muletilla pegadiza y fácil de repetir para los
defensores del “modelo”.
Sin embargo, en esta
confusión semántica, olvidaron decir que monopolio supone la existencia de un
solo oferente –en este caso, del servicio informativo– que no tiene sustitutos
próximos, cosa que obviamente no sucede en el caso de Clarín, ya que siempre ha
existido una gran variedad de alternativas de información en nuestro país.
Para ser aun más
claro, un uso monopólico es lo que hace el Gobierno nacional cuando utiliza
como propios a los canales 7, 9 y Encuentro, entre otros, que se dedican casi
con exclusividad a hacer propaganda política, a defenestrar a quienes piensan
diferente y a castigar sin piedad a aquellos que tengan la osadía de
presentarse como una alternativa viable.
Contradicciones.
Es
importante que se cumpla la ley de medios, pero lo que resulta inadmisible es
que mientras los medios privados se ven obligados a desinvertir, el Estado
invierta cifras siderales para difundir publicidad a favor del Gobierno.
Dicho en otros
términos, es malo cuando lo hacen otros, es bueno cuando lo hago yo.
Como no han logrado
en este tiempo manejar la conducta y la mente de quienes piensan distinto,
utilizan todos los medios posibles para destruirlos.
Por ejemplo: tratan
de incorporar jueces de manera prepotente, afectando a una institución como el
Consejo de la
Magistratura , que fue creada con el espíritu de darle
independencia a la Justicia.
¿Y en Córdoba, qué?
¿Qué nos queda para nuestra Cadena 3, que escuchamos con orgullo a lo largo y a
lo ancho del territorio nacional; que es un ejemplo de cómo se puede crecer a
través del esfuerzo y la sana administración; que es un bastión del
federalismo; que es una muestra cabal de independencia y sensatez?
Sin dudas, su futuro
es preocupante y todos los cordobeses tendríamos que estar preocupados, pues
algunos fundamentalistas que rinden culto al poder central ya hablan del
“monopolio cordobés”, sobre el que hay que actuar, con lo cual en la práctica
también descalifican a otras emisoras de gran nivel que luchan a brazo partido
para conseguir anunciantes que les permitan mantenerse en el aire garantizando
la pluralidad.
Dos monedas.
Siguiendo con la confusión semántica, la Presidenta sostuvo en su visita a Harvard que
“cepo cambiario” es un título mediático, obviamente creado por La Nación y Clarín.
Es posible que la expresión
“cepo”, que supone un instrumento que sirve para inmovilizar y amarrar, no sea
la más acertada. Quizá habría que llamar a la medida “restricción” o como más
les guste a Cristina; pero lo que le queda claro al ciudadano común es que
nadie puede acceder al mercado oficial a comprar moneda extranjera para ahorrar
o realizar operaciones según más le conveng a.
El argumento es que
la gente atesora, es decir que saca el dinero fuera del sistema, sea que lo
tenga en su casa o en cajas de seguridad.
Es claro que el
atesoramiento es muy dañino para la economía, pero ¿no sería mejor preguntarse
por qué los argentinos tienen estas conductas? ¿No sería más adecuado revisar
nuestra historia para comprender mejor el problema? ¿No sería mejor luchar
contra la inflación, para que la gente vea como positivo ahorrar en pesos? Es
negar en la práctica la histórica y acertada Ley de Gresham, que data del siglo
XVI, la cual afirma que, cuando en una economía circulan simultáneamente dos
monedas y una de ellas es considerada por el público como “buena” y la otra
como “mala”, esta última siempre expulsa de la circulación a la buena, porque
los agentes económicos utilizan como medio de pago la “moneda mala” y atesoran
la buena.
¿Hasta cuándo se van
a seguir enojando con el cartero por el contenido de la carta? ¿Cuándo se
mirarán un poquito para adentro?