Sebastián García Díaz
(Primero la Gente )
No es bueno que los
miembros de las fuerzas de seguridad se movilicen por las calles protestando,
aunque sea en forma pacífica. Al tener ellos la posibilidad de portar armas, su
petición adquiere un matiz complicado.
Pero cómo habrán sido
de groseros los recortes sobre las compensaciones (nombre formal para un
vergonzoso pago “en negro”) y la precariedad de los sueldos básicos, que a
sabiendas de las duras sanciones por recibir, estos hombres y mujeres se han
atrevido, de todos modos, a reclamar lo que su comandante en jefe –la Presidenta de la Nación – no les garantizaba:
un sueldo digno en blanco. Felicitaciones, entonces, por el coraje.
¿Qué hay detrás de
esta protesta? De parte de ellos, nada más. Pero bueno sería que por detrás
apareciéramos miles de argentinos, diciendo –a viva voz– lo que sentimos, sin
miedo. “Ha llegado la hora de reconstruir nuestras Fuerzas Armadas, su orgullo,
su estructura, sus recursos humanos y tecnológicos, su capacidad de
intervención (y también sus sueldos)”.
Volvamos a tener una
Gendarmería, una Prefectura, una Marina, un Ejército y una Fuerza Aérea de
excelencia: modernas, dinámicas y equipadas. Capaces de operar de manera
efectiva frente a los nuevos desafíos: el narcotráfico y el mercado
clandestino, la trata internacional de personas, los posibles ataques al medio
ambiente, el terrorismo, las intervenciones en otros países como fuerzas de paz
y otras hipótesis de conflicto del mundo de hoy.
Su pasado ya fue
juzgado. Lo hizo aquel célebre Tribunal de comienzos de la democracia. Fue
enmarcado luego en una ley de Obediencia Debida y Punto Final; indultado más
tarde; vuelto a juzgar –una y otra vez– en estos 30 años, hasta llegar a un
nivel de persecución que hoy captura a los que en aquellos años cumplían
funciones menores (sometiéndolos a prisión sine die y sin sentencia). Notable
contraste con la impunidad de los guerrilleros del más alto nivel que también
mataron, secuestraron, combatieron y pusieron bombas contra la república y la
democracia, pero andan sueltos ocupando, incluso, altos cargos de gobierno.
El kirchnerismo ha
intentado sentenciar a las Fuerzas Armadas a vivir perpetuamente en la otra
vereda, impidiéndoles volver a integrarse a la sociedad. Los ha reducido a su
mínima expresión y les ha puesto al frente, para darles órdenes ¡ni más ni
menos que a una persona involucrada con aquellas guerrillas! Hay como una
especie de “ensañamiento ideológico”: siempre contando una sola cara de la
verdad.
Las nuevas
generaciones queremos seguir adelante con el doloroso pero necesario proceso de
pacificación nacional. Ya pasó suficiente tiempo. Son otros soldados. Es otro
contexto. Y pueden cumplir un rol importante de cara al siglo 21.