Daniel Iglesias, el
Infocatolica, 14.06.17
Hay muchos estudios que demuestran que la pobreza, y
sobre todo la pobreza extrema, ha disminuido notablemente en el mundo en las
últimas décadas. Véase por ejemplo este artículo del Banco Mundial. Allí se
dice que la población afectada por la pobreza extrema, definida como las
personas que viven con menos de US$ 1,90 por día, disminuyó de 1.990 millones
de personas (44 % de la población mundial) en 1981 a 896 millones (12,7 % de la
población mundial) en 2011.
O sea que en esos 30 años (1981-2011) unos 1.000
millones de personas salieron de la pobreza extrema. Por otra parte, la
población afectada por la pobreza, definida como las personas que viven con
menos de US$ 3,10 por día, disminuyó de 2.590 millones de personas en 1981 a
2.200 millones en 2011. O sea que casi 400 millones de personas salieron de la
pobreza en ese período. Esta disminución es más notable expresada en términos
relativos: los pobres bajaron del 57 % al 31 % de la población mundial. No
profundizaré aquí en el análisis de las causas de este fenómeno, pero dejo
constancia de que los procesos de reforma económica en China y en India (en el
sentido de una marcha hacia una mayor libertad económica) han influido mucho en
esta disminución de la pobreza.
Debido a datos como éstos, yo solía discrepar de
quienes (muchas autoridades eclesiásticas incluidas) denuncian que “los ricos
se vuelven cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”. Yo pensaba que
sólo la primera mitad de esa denuncia era verdadera: ciertamente, en general
los ricos se vuelven cada vez más ricos, pero en general –pensaba yo– no es
verdad que los pobres se vuelven cada vez más pobres. Y, si se define la
pobreza en términos de ingresos, es evidente que yo tenía razón. En ese sentido
la pobreza está disminuyendo significativamente en el mundo y la erradicación
de la pobreza extrema ya no parece un objetivo inalcanzable.
Ahora bien, en
economía hay otra forma de definir la pobreza que es tan importante o más que
la definición basada en los ingresos: la definición basada en el patrimonio o
riqueza neta. En esta otra perspectiva el panorama se muestra más complejo y
preocupante, y la denuncia citada (tanto en su primera como en su segunda
parte) da justo en el blanco.
Los estudios sobre la distribución de la riqueza son
mucho menos numerosos que los estudios sobre la distribución del ingreso. Por
eso corresponde agradecer al Credit Suisse Research Institute (CSRI) que, de
2010 en adelante, esté publicando unos interesantísimos informes anuales sobre
la distribución de la riqueza en el mundo. En esta página están disponibles
siete informes anuales (de 2010 a 2016) y sus respectivos “libros de datos”
(databooks).
Consideraré un solo aspecto de los muchos abordados en
esos informes (Global Wealth Reports) del CSRI. Cada uno de los siete informes
anuales contiene una gráfica llamada “la pirámide de la riqueza mundial”. En
esa pirámide se divide a la población adulta del mundo en cuatro sectores según
su rango de riqueza: 1) mayor que US$ 1.000.000; 2) entre US$ 100.000 y
1.000.000; 3) entre US$ 10.000 y 100.000; 4) menor que US$ 10.000.
En este
contexto, llamaré “ricos” a las personas del primer sector (el vértice de la
pirámide) y “pobres” a las personas de los sectores tercero y cuarto (la base
de la pirámide). Según esta terminología, en 2010-2016 los ricos han oscilado
entre el 0,5 y el 0,7 % de la población mundial, mientras que los pobres han
oscilado entre el 91 y el 92 % de la población mundial.
Más aún, durante esos
siete años el porcentaje de la riqueza mundial poseída por los ricos subió
todos los años, desde el 35,6 % en 2010 hasta el 45,6 % en 2016, mientras que
el porcentaje de la riqueza mundial poseída por los pobres bajó casi todos los
años, desde el 20,7 % en 2010 hasta el 13,8 % en 2016. En términos absolutos,
en esos seis años la riqueza promedio de los ricos subió de US$ 2.859.504 a US$
3.533.333 (un aumento de US$ 673.829), mientras que la riqueza promedio de los
pobres bajó de US$ 9.870 a US$ 7.923 (una disminución de US$ 1.948). En
general, al menos en ese período, los ricos se volvieron más ricos y los pobres
más pobres.
¿Cómo es posible que sean verdad las dos cosas a la
vez (o sea, para hablar en términos concretos, los datos del Banco Mundial y
los del CSRI)? Muy sencillo. En promedio, los pobres tienen ingresos cada vez
mayores, pero su riqueza neta no sólo no aumenta, sino que disminuye, porque
sus gastos (su consumo) aumentan más que sus ingresos.
Cabe suponer que, en
general, los pobres se están endeudando. Por lo que, extrapolando esta
tendencia, habría que decir el “sueño” del Banco Mundial (“un mundo sin
pobreza”) tiende a realizarse en un sentido importante pero parcial (la pobreza
en términos de ingreso) pero tiende a alejarse en otro sentido importante (la
pobreza en términos de patrimonio o riqueza neta).
Es obvio que para un cristiano esta situación es muy
insatisfactoria. En este punto no me queda más que enunciar mi diagnóstico
básico, que no justificaré ni desarrollaré aquí: el capitalismo liberal
(individualista) es el problema básico de la economía actual; el socialismo
marxista (colectivista) es la falsa solución (y una agravación del problema); y
el cristianismo vivido según la moral social católica representaría la
verdadera solución.
Ing. Daniel Iglesias Grèzes