Marcelo, dejate enfriar
InfoCaótica, 4 de junio de 2017
Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo parece estar furioso
con la medida tomada por el presidente Donald Trump de retirarse del acuerdo de
París sobre el cambio climático. Ha declarado que «La decisión de Trump de
retirarse del acuerdo de París significa un desastre para todo el globo porque
Estados Unidos naturalmente tiene mucha importancia y es un país que muchos
siguen. Es un desastre en sí mismo y es una cosa que va contra la encíclica
“Laudato Si’”, que el Papa le mostró al presidente cuando estuvo aquí la semana
pasada».
No contento con anatematizar al nuevo «heresiarca anticologista», ha
dado un paso más: «Pero han prevalecido seguramente los que le han dado dinero,
que son algunas compañías de petróleo».
Sorprende que Sánchez Sorondo, alguien que debiera
estar muy empapado del valor epistémico de la climatología, no acepte la
posibilidad de que el «calentamiento global» no sea debido a la acción humana,
sino que se origine en otros factores.
Nuestra humilde sugerencia para Monseñor: dejate
enfriar.
Una segunda opinión
Por Enrique García-Máiquez
El planeta se ha rasgado las vestiduras a la de una
cuando Trump ha decidido salirse del Acuerdo de París sobre el cambio climático.
Leo los titulares de la prensa más internacional y me entra la risa más floja.
The Guardian afirma que con esto Donald Trump ha cimentado su puesto de peor
presidente de la historia de Estados Unidos. Teniendo en cuenta que acaba de
empezar, quizá haya que imputar tal cimentación a los sólidos prejuicios
previos del periódico. El País no ha quedado atrás: "La era Trump, oscura
y vertiginosa, se acelera". Y para que no nos quepan dudas del tono La
guerra de las galaxias: "Estados Unidos ha dejado de ser un aliado del
planeta".
Mi risa floja viene avalada por Lévinas, que glosaba
un precepto bien sabio del Talmud: "Si todos están de acuerdo en señalar a
un hombre como culpable, soltadlo: es inocente". La unanimidad suele
terminar linchando al discrepante y empieza bloqueando cualquier asomo de
crítica o escepticismo. Pero el que se opone, definía Ambrose Bierce, nos ayuda
con sus obstrucciones y objeciones. Siempre hay que pedir una segunda opinión.
Trump viene a darla, rompiendo una unanimidad que
acalla y coacciona a los científicos que, con argumentos nada desdeñables,
dudan de que el calentamiento sea antropogenético. Lo hace renunciando a un
acuerdo inconcreto y procrastinador que no gustaba a los ecologistas y que
había firmado por Obama con dudoso rigor jurídico interno.
Por otra parte, no ha engañado a nadie más que a
quienes piensan que programas y promesas electorales son papel mojado. Que,
visto el nivel de escándalo planetario, son prácticamente todos, incluyendo a
los más demócratas. Esto habría que estudiarlo: qué poca fe en el contrato
electoral. Trump, en cambio, ha reconocido: "Fui elegido para representar
a los ciudadanos de Pittsburgh, no de París".
Por supuesto, la reducción de emisiones de CO2,
afecten o no al cambio climático, es muy deseable y las formas de Trump no son
las más delicadas. Pero no se puede romper ninguna unanimidad global (y Trump
lleva varias) con maneras exquisitas.
Romper es romper. A veces, son nuestros
defectos los que cimientan nuestras virtudes. Trump, al precio pequeño de
salirse de un acuerdo no vinculante y más simbólico que real, ha abierto el
campo a la discusión científica y política, nos ha ganado la libertad que reina
en las controversias y ha cumplido, de paso, con sus votantes.
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