María Elvira Roca Barea
El Manifiesto, 14 de noviembre de 2017
Desde que escribió Imperiofobia y Leyenda Negra,
Elvira Roca Barea se pasa la vida de la Ceca a la Meca. El éxito es así, y este
ensayo ha sido un éxito sin precedentes. Poco a poco se han ido sucediendo las
ediciones. Elvira Roca ha pasado fugazmente por Madrid, para dar una de las
numerosas charlas a la que la invitan, y de vuelta a Málaga, a su casa, a su
familia, sus hijos, y sus clases en un instituto. Pese al rotundo éxito,
confiesa que tiene que seguir con el estrés cotidiano porque lo de vender
libros no da para retirarse. La historia en este caso también se repite.
-¿Todo lo que está pasando con y en Cataluña es una
versión renovada de la leyenda negra?
-Por supuesto, tiene mucho que ver. Esa forma viciosa,
ese relato vicioso de la Historia de España ha sido una de las fuentes de
alimentación de este tipo de nacionalismo periférico que, si es algo, es
antiespañol. ¿Y cómo se justifica esa actitud antiespañola? Porque España es el
compendio de todos los horrores, y ellos las víctimas que se quieren liberar.
-¿Cómo surge la idea de este ensayo tan políticamente
anticorrecto y tan valiente, por contra?
-Recuerdo que, haciendo el doctorado y estudiando
Roma, me di cuenta de que en la Historia de Roma había habido procesos de
propaganda que se asemejan bastante con lo que había ocurrido luego en España
con la leyenda negra. Después me marché a EE. UU., y allí tuve claramente la
sensación de que los norteamericanos estaban en un proceso de asunción de los
prejuicios que existen contra ellos en el mundo de la misma forma que los
españoles empezaron en el siglo XVII a asumir el resultado de la propaganda
contra la potencia hegemónica de ese momento, que era España.
-Durante el largo proceso de investigación, ¿ha habido
muchas sorpresas?
-Tenía claro desde hace muchísimo tiempo que existía
también una versión vinculada a los imperios según la cual estos son siempre
los culpables o los malvados en todos los procesos en los que intervienen.
Cuando la verdad es que los imperios han sido procesos muy beneficiosos en
general para la Historia de la humanidad, y no al revés. Por supuesto que me
han sorprendido determinados detalles como, por ejemplo, descubrir que existía
en Europa Occidental una literatura de posiciones legales de intolerancia
religiosa muy superior a la de España y que nosotros ni siquiera lo sabíamos.
-¿El control de la Historia es poder y de ahí el afán
de reescribirla y manipularla?
-La Historia es la justificación de los actos del
presente. La versión que se consolida en la Historia de Europa en la segunda
mitad del siglo XIX, en lengua francesa, inglesa y alemana, va destinada, en el
caso de Inglaterra, a justificar el estupendo momento del Imperio Británico:
del imperio victoriano, en la época colonial. Hay una reescritura de ese pasado
para justificar ese estupendo presente. En el caso de Alemania, hay otra
reescritura concreta del pasado para justificar la reunificación muy tardía de
Alemania. Hay varios procesos históricos en curso muy importantes y cada uno de
los cuales necesita una justificación de sí mismo. Y en todos ellos, España
juega un papel muy importante. Está pasando en ese momento por un bajón
extraordinario, el imperio se acaba de desmembrar. No hay, evidentemente, en
ninguno de los rincones de lo que había sido ese imperio ni sosiego mental, ni
intelectual como para ponerse a pensar que quizás la Historia de Europa o de
Occidente que se estaba escribiendo en ese momento en otras lenguas podría no
ser demasiado objetiva.
-¿No hemos sabido protegernos y contraatacar con más
propaganda o, sencillamente, con la verdad?
-En la Historia de la Europa Occidental no ha habido
un imperio que dure tanto tiempo y que fuera tan poderoso como fue el Imperio
Español. Las naciones que se forjaron luchando contra ese imperio necesitan ese
imperio en el armazón de no solo su propia identidad, sino sobre todo de sus
propios nacionalismos locales. Para entender esto hay que comprender que,
cuando hablamos de España ahora, estamos refiriéndonos a una realidad muy
distinta de lo que con el nombre de España era hace tres siglos. Hemos heredado
una Historia colosal que se refiere ahora a una realidad histórica muy pequeña:
la España de ahora, que es muy chiquita, arrastrando la Historia de un imperio
inmenso fundamental en la creación de la identidad de la Europa Occidental.
-Pero, insisto, ¿por qué hemos dejado que nuestra
Historia haya sido manoseada por unos y otros?
-Esto es una incapacidad que intento comprender. No es
fácil. Porque hay una continuidad absolutamente asombrosa a lo largo de los
siglos, la misma incapacidad con la que los españoles -hablo de los españoles
de entonces, los del imperio- con la que ellos se enfrentaron a la propaganda
anglicana es con la que nos hemos enfrentado, nos estamos enfrentando, a esta
crisis del secesionismo catalán. Todos los imperios... se venden muy mal. Tiene
algo que ver con el hecho de que los imperios, en su enormidad, mantienen
-porque si no los mantuviesen no conseguirían estabilizarse- unos sistemas de
autocrítica interior que son efectivos, prácticos, mientras el imperio es
grande. Eso era bueno porque era efectivo en el sentido de que mantenía a la
gente espabilada, consciente de sus defectos, estimulaba positivamente el
enfrentarse a los errores e intentar mejorarlos. Lo que sucede es que ese
imperio se acaba, pero ese mecanismo socialmente no se detiene porque históricamente
hay una inercia.
-De todas las leyendas negras que arrastra la Historia
de España -la Inquisición, la Conquista, la expulsión de los judíos-, ¿cuál
cree que ha sido la más perniciosa?
-La de América. Y lo es a mi modo de ver porque no
sólo nos hace daño a nosotros, sino que afecta y hace un daño enorme a las
naciones de habla española de América. Se piensa que esa visión de la Historia
de América en clave de Bartolomé de las Casas, que es la única oficialmente
admitida, es un lastre para la Historia de España, de la España peninsular, y
es un lastre, y muy gordo, para las naciones de habla española que hay al otro
lado del mar. No creo que sea posible, ni en un lado del Atlántico, ni en el
otro, que haya un renacimiento de las naciones de habla española hasta que no
se consiga tener una relación positiva y nutritiva con la propia Historia. No
se puede avanzar mientras uno está enzarzado en el demérito y en el desprecio
de su propio pasado y sus antepasados.
-¿Cree que si no hubiera sido así la Historia de las
naciones hispanoamericanas habría resultado menos dramática o traumática?
-Todo puede resumirse en lo mismo y es que hay una
dificultad extraordinaria para generar Estados sólidos. Y eso ocurre en todos
los periodos post-imperiales. Sucedió en la época posterior al Imperio Romano,
y está sucediendo en la época posterior al Imperio Español. Todas las partes
desligadas de ese imperio atraviesan un calvario, que puede durar siglos, para
la recuperación de un poder estatal, la construcción de un poder que sea sólido
y que permita el dominio de todas las tendencias integradoras, de todos los
pequeños feudalismos que van surgiendo. No llamamos feudalismos a lo de ahora
porque no es costumbre, pero realmente es lo mismo. Lo que sucede en Cataluña
es un fenómeno feudal, feudal en el sentido de que son oligarquías
estructuradas que se niegan -se rebelan- a someterse al poder del Estado, que
es el imperio de la ley.
-Descríbame el Imperio español en muy pocas palabras,
si es posible.
-El otro día, en un congreso, un historiador magnífico
decía que aquel imperio tuvo muchos centros y muchas periferias y restringirlo
a una expansión con un núcleo en España, con ganancia y pérdida de territorios,
es un reduccionismo lamentable. Nosotros estamos acostumbrados a ver la
historia de ese imperio desde un punto de vista eurocéntrico, y ese es un
error. En el Imperio español hay un momento en la segunda mitad del siglo XVII
en que la Nueva España, México, pesa mucho más en ese imperio que la Península
Ibérica.
-Deduzco que la estructura de un imperio es menos
perniciosa que la expansión colonial.
-A los hechos me remito. El colonialismo no ha sido
capaz de generar ni prosperidad ni estabilidad en la mayor parte del mundo.
Mientras que los imperios, aparte de que son procesos de integración de
poblaciones muy diversas, son muy longevos y, a lo largo de su desarrollo, se
demuestra que hay un increíble crecimiento demográfico, por supuesto, procesos
de urbanización espectaculares, de apertura de vías de comunicación... El
colonialismo no tiene nada que ver con eso. Es otra cosa. Es una forma de
expansión territorial que se basa profundamente en la distinción entre la
metrópolis y sus colonias. El Imperio Británico actúa así. Las hemos confundido
simple y llanamente porque estos procesos de expansión colonial han sido los
típicos de Europa. España nunca ha tenido colonias.
-¿Se podría decir que los dos grandes imperios fueron
el español y el romano?
-Sin duda. En el mundo occidental, los dos grandes
imperios que han existido en Occidente han sido el romano y el español. Los
demás han sido expansiones territoriales, que han sido, en general, breves, que
han sido extraordinariamente conflictivas, que se han demostrado incapaces de
generar estabilidad a lo largo del tiempo, ni prosperidad para precisamente los
territorios que se proclaman metrópolis. Eso no es así en absoluto para Roma,
que se expandió y que en un momento dado tenía provincias mucho más ricas que
la propia Roma, ni para el Imperio español, que se expandió y que en un momento
dado tenía territorios mucho más ricos que la propia Península Ibérica.
-¿Cómo se combate la leyenda negra?
-Es la pregunta del millón. ¿Ahora mismo?
-Ahora mismo.
-Se puede porque se tiene que hacer. Es el momento en
el que hay que actuar empujados por la necesidad. Nosotros necesitamos
clarificar la Historia. Cuando digo «nosotros» me refiero a la sociedad
española. Los del otro lado del charco, también.
-¿Algo de culpa tendrán los historiadores en todo
esto?
-La Historia de América que seguimos enseñando en los
pocos lugares donde todavía existe la especialidad de Historia de América,
sigue siendo una Historia de América escrita en clave de las pasiones, en clave
de Bartolomé de las Casas. Te enfrentas a los estudiantes que estudian esas
especialidades y les decimos que si han visto, por ejemplo, los planos de
construcción de Cuzco de 1554, pues están en el Museo Nacional. Y la traída de
aguas que, por ejemplo, se hizo en aquella ciudad en aquellos tiempos... Eso
también existió. Hay mucho que estudiar y mucho que aprender, y si usted se
empeña necesariamente en ofrecer solo ese punto de vista y el único máster en
Historia de América se llama Conquista y resistencia indígena... Podríamos
tener otro máster que se llamara «Construcción de ciudades y política
urbanística o La gestión de la diversidad en el Imperio Español».