por César Augusto Lerena
Informador Público, 27-11-17
La lamentable la desaparición del submarino ARA San
Juan puso a la vista de todos los argentinos el descontrol que, en forma
sostenida y creciente, se manifiesta en el Atlántico Sudoccidental desde hace
al menos 40 años. De hecho, mucho peor hoy, que la incapacidad en la que se
encontraba la Argentina, en los recordados episodios de febrero de 1960 en el
Golfo Nuevo. Desde 1982, los británicos no sólo están en posesión de los 11.410
km2 de nuestras Islas, sino, lo que es más grave aún -y los sucesivos gobiernos
lo han invisibilizado a los argentinos- que estos están ocupando millones de
kilómetros cuadrados del territorio marítimo argentino, explotando nuestros
recursos naturales, entre ellos los pesqueros con los que sostienen la economía
de Malvinas y, avanzan sobre la exploración de hidrocarburos y minerales.
Todo esto, defendido por el Reino Unido con la base
misilística más importante del cono sur; el importantísimo aeropuerto de Monte
Agradable con dos pistas de asfalto, asiento militar de tropas de la Royal Air
Force británica, y las periódicas operaciones marítimas con las que reafirman
la ocupación británica de nuestro atlántico y sur y océano austral, además de
reivindicar derechos sobre la Antártida Argentina.
A ello, debemos sumarle la extracción clandestina de
más de un millón de toneladas anuales de recursos pesqueros migratorios, dentro
y fuera de la ZEE Argentina, por parte de embarcaciones extranjeras. Muchas de
las cuales se reabastecen en puertos del Uruguay y mantienen relaciones de
amistad con la Argentina, tal es el caso, de los pesqueros españoles que, con o
sin bandera británica de las islas, pescan en aguas argentinas o recursos
migratorios de estas.
En este escenario, alguien podría explicar, ¿qué hacía
el antiguo submarino ARA San Juan sumergido en aguas al este de Malvinas o en
el talud continental? Cuando todas las autoridades de la Subsecretaría de
Pesca, de la Armada y Prefectura conocen perfectamente la posición de los
barcos extranjeros, que, año tras año, extraen clandestinamente nuestros
recursos. Instituciones que además, reciben cientos de denuncias de los
capitanes de pesca argentinos. Amén, de las fotografías satelitales de la NASA
que muestran las potentísimas luces de cientos de poteros extranjeros, que
están a la captura del calamar en el límite de la Zona Económica Exclusiva.
Ahora, ¿desconocía la Armada Argentina, el efecto que
podría ocasionar el submarino San Juan de haberse estado realizando un
operativo militar americano-británico en el espacio marítimo ocupado por el
Reino Unido? Y agregando a la hipótesis: y si el ARA San Juan hubiese ingresado
a esta “Zona de Exclusión y Protección Militar”, ¿lo habrían tolerado dos de
las más importantes flotas del mundo, sin riesgo de caer en el ridículo entre
sus pares?
Nos quedaría por ratificar si Estados Unidos solicitó
permiso a la Argentina para operar en el área marítima bajo control inglés. No
parece probable, ya que de haberlo hecho, hubiese estado reconociendo la
soberanía argentina en ese espacio. Si los americanos no pueden pedir permiso
por esta razón no hay forma que el Congreso los autorice. ¿Alguien en su sano
juicio del P.E.N. podría sugerir hacer la vista gorda para no entorpecer esas
eventuales operaciones americanas? Si ello es posible, se podría estar
encontrando un justificativo para la presencia del submarino argentino en el
área de la operación conjunta extranjera, porque, independientemente de recibir
una orden de tolerar este accionar extranjero, la operación no podría dejar de
ser controlada por la Armada Nacional en el territorio marítimo argentino. De
ahí que haya quienes largaran a rodar que se trataba de una operación secreta.
A todo ello se agrega el Satellite Launch and Tracking
Control General (CLTC) en Neuquén bajo soberanía y control del Ministerio de
Defensa chino e importantes pistas en la Patagonia en poder de privados.
No era necesario que 44 tripulantes y un submarino
argentino desaparecieran, para darse cuenta que un amplísimo territorio
nacional está sin control. Venimos denunciándolo hace décadas y parece cierto
aquello que los argentinos y nuestros gobiernos viven de espalda al mar. Y así
nos va.