Por José Benegas
Infobae, 31 de marzo de 2020
Analicemos un poco la
implicancia del axioma “la economía debe sacrificarse por la salud". La
economía es una ciencia, una forma de estudiar la vida de la gente: cómo
produce, intercambia y colabora en función de su subsistencia. La sociedad no
tiene una actividad económica, otra de salud, otra de obras, otra de relaciones
con el mundo. Eso es lo que tiene el aparato político que cree desde hace mucho
que su función es comandar a la sociedad. Por ejemplo, nos enteramos ahora por
un decreto presidencial en Argentina, de que para que las farmacias puedan
fabricar alcohol en gel era necesaria una autorización presidencial.
La división en actividades
estancas es algo que ocurre únicamente en el gobierno para organizar su
voluntad de dirigir. Pero la economía es la observación de lo que hace Juan
para pagar el cumpleaños de su hija, Pedro para comprar tomates para la
ensalada, María para hacer alcohol en gel y Marta para perfumarse para una
fiesta o pagar su tratamiento.
Y si quiero establecer una
enfermería, no es que averiguo cada cosa que quiere cada uno de los que
necesito que colaboren en el esfuerzo, sino que les pago. Lo que llaman
economía, a sacrificar, es la actividad diaria de las personas y su forma de
sobrevivir, también con insumos, enseñanza y asistencia sanitarias.
Las divisiones solo existen
en la cabeza de los digitadores sociales y da la sensación de que la prioridad
es establecer ese sacrificio para rendir culto a una limitación cultural que
pone al lucro en un lugar de cosa menor, de pecado, como una forma de ratificar
que unos, que ocupan el Estado, están por encima de otros que son los que
ejercen esa forma de subsistencia llamada lucro. Y esto no ocurre como un
simple error de observación: los detractores del lucro siempre quieren dinero,
la moralización tiene por fin facilitar la recaudación. Por eso también
inmediatamente confunden a la economía con logística.
Todo es cuestión de
organizar militarmente suministros e inventarios con órdenes y amenazas. Pero
eso supone en primer lugar una unificación de objetivos que en la sociedad no
existe. Por más que quieran forzarlo en función de sus intereses políticos, la
sociedad no es nada parecido a una empresa común. Lo que pasa es que el
político sueña con ser un general. Unos se imaginan unos generales malos y
disciplinadores (derecha) y otros se imaginan unos generales bondadosos
(izquierda), pero siempre cuidando la jerarquía entre cuidadores y ganado.
Si alguien cree que la
economía es contabilidad, eso es un error propagado por los economistas que
usan números para expresarse. Esa es una manera de graficar un conocimiento, no
la realidad en sí misma. Y así como se abusa de los números en economía, que
reemplazan a Juan y su cumpleaños a pagar y a María y su manera de buscar
tiempo para ayudar a su abuela y la deshumanizan y mistifican, también se lo
está haciendo con la salubridad.
En la realidad detener la
economía en función de la vida equivale a detener la vida en función de la
vida.
Los medios prestaron
atención a las manifestaciones del Dr. Fauci, titular de la CDC de los Estados
Unidos, que tiene tan controlado a Donald Trump, con su afirmación de que
podrían morir en los Estados Unidos 200 mil personas por el coronavirus en el
país. Pero él mismo aclaró que todo eso dependía de unos modelos cuyos
supuestos no estaban comprobados. La magia de las matemáticas, abusadas, lleva
a pensar que el modelo es información sobre la realidad resumida, cuando es
información sobre cómo se especula sobre los hechos y cómo el modelo produce
fascinación y titulares. Así que al final la prevención extrema es un tiro al
aire y hay que sacrificar la vida de millones de seres humanos por ese tiro al
aire.
En nuestra muy funcional al
poder aversión al lucro se habla de proteger “la vida”, pero la vida en sí
misma, suelta, no existe. Está la vida de Pedro, María, Juana y Martín. Y sus
vidas se desarrollan de manera independiente. Cada uno conoce sus
circunstancias, evalúa sus sentimientos y establece prioridades. En función de
eso colabora y entonces vemos el gran panorama al que llamamos economía porque
la observación se hace mediante un método. Ahora, si una de las herramientas
del método que es la matemática, no la confundimos con la realidad que se
estudia y no la moralizamos atacando al dinero como fuente del pecado, llegamos
a la conclusión de que cualquier intervención externa a las partes implica
sacrificar a unos en función de los nominales intereses de otros (digo nominales
porque el interés prevaleciente siempre es el del digitador). Vemos que el
principio que tendría que regir es el mismo por el cual si María necesita un
riñón por su salud, no se lo puede sacar a Pedro contra su voluntad. Y no es
porque no se valore la vida de María, es que “la vida” así en abstracto, no
puede ser independiente de la vida de Pedro.
Ahora pongamos los cuadros y
los supuestos de los “expertos” y la vida de la gente sana que es obligada a
recluirse, a todo un país, porque hay una previsión en unos cuadros que
dependen de unos supuestos de una cantidad de muertos que nos impresionan, pero
una cuenta que en definitiva podría hacerse con la muerte diaria que también es
una condición de nuestra vida. ¿No es eso el sacrificio de unos cuyas vidas ni
les interesa cuánto dañarán o si la terminarán por otras dolencias como
infartos, depresiones o suicidios, en función del narcisismo del salvador?
Esa postura permite también
hablarle desde el pedestal a los empresarios sugiriendo que “ganen menos”. ¿De
qué sirve que ganen menos? Porque claro, la ganancia es algo que no tiene
importancia frente a la salud, pero los hospitales, los barbijos, las sábanas,
las jeringas, todo está hecho gracias a ganancias invertidas para conseguir más
ganancias. Si Juan no quisiera invitar a María a comer, a lo mejor no hubiera
estudiado enfermería.
Pero, ¿cuántos sueldos han
pagado en su vida los que hablan así? Pareciera que los que tienen vocación y
capacidad de producir y que crean cosas que les permiten pagar sueldos no
pueden ser tratados con el dedito juzgador de los políticos que no tienen ese
récord.
Lo que estamos viviendo no
es únicamente la no compresión de la sociedad en su complejidad, es la adopción
de una postura de control moral por un proyecto político, bajo la propuesta de
estar todos cuidados en una jaula, mientras los guardianes ni piensan en la
comida porque ese es un tema menor al lado de su capacidad de proteger.