Por Christian Sanz
Tribuna de Periodistas -23/06/2020
Mauricio Macri mastica la
bronca en silencio. Está furioso porque, de pronto, se iniciaron tres causas
judiciales que lo ponen en el centro de la escena por presunto espionaje
ilegal.
Su silencio no lo ayuda,
sino más bien todo lo contrario. Porque, ¿acaso no dicen que el que calla
otorga?
Como sea, el expresidente ha
decidido no quedarse de brazos cruzados frente a aquello que considera una
embestida de la mismísima Cristina Kirchner.
Ciertamente, Macri no se
equivoca: la hoy vicepresidenta prometió que un día se vengaría de él por
haberla hecho transitar los juzgados Federales de Comodoro Py, no solo a ella,
sino también a sus hijos. “Es imperdonable”, le dijo oportunamente a su
“valet”, Oscar Parrilli.
Por eso, apenas aterrizado
Alberto Fernández al Poder Ejecutivo, Cristina comenzó a pergeñar su revancha.
Bien fría, como suelen degustarse las venganzas.
Ello explica la repentina
aparición de las denuncias contra Macri, ya mencionadas. Debe aclararse a esta
altura que no se trata de señalamientos infundados: hay pruebas de sobra
respecto del espionaje durante la etapa macrista.
Lo que no se ha precisado
aún es si esas mismas evidencias tocan al expresidente. En principio, todo
indicaría que sí, pero es algo que deberá confirmar la Justicia.
Entretanto, como se dijo,
Macri prepara su venganza de la mano de su otrora operador judicial, Daniel
Angelici.
Será un mazazo para
Cristina, porque se inmiscuirá en el expediente más incómodo para ella. Aquel
que investigó su enriquecimiento ilícito y que fue cerrado en tiempo récord por
el exjuez Norberto Oyarbide.
La catarata de
irregularidades son elocuentes e insalvables. Las dos principales: las
declaraciones juradas de Néstor y Cristina son inconsistentes entre sí, a pesar
de haber sido un matrimonio con bienes gananciales.
La segunda: Oyarbide aceptó
al contador de los Kirchner como perito de parte, algo que no permite el Código
procesal.
El propio Víctor Manzanares
admitió la irregularidad y dejó un dato más: aseguró que el juez cobró ocho
millones de dólares para “cerrar” la investigación. Lo hizo en vísperas de
Navidad de 2009. Fue la mejor Nochebuena para el otrora matrimonio
presidencial.
Ahora, en estas horas, la
jueza federal María Eugenia Capuchetti reactivó ese añejo expediente judicial,
so pretexto de una figura que aterroriza al kirchnerismo: la “cosa juzgada
irrita”.
Se trata de un procedimiento
que prevé dejar sin efecto una sentencia firme si se verifican ciertas
situaciones contrarias al principio de “afianzar la justicia”.
Nada ha sido librado al
azar: Capuchetti fue nombrada en Comodoro Py en febrero de 2019 a instancias
del siempre suspicaz Angelici. Ergo, el camino que transitará la investigación
es cantado.
Por lo pronto, la jueza ya
ha pedido los pertinentes informes sobre Oyarbide a la Corte Suprema de
Justicia, al Colegio de contadores y al Consejo de la Magistratura. A ello se
suma un informe de la Unidad de Información Financiera de 2019 que ya pedía
rever la actuación de este último.
La evaluación del desempeño
del exjuezserá el primer paso de la estrategia. La excusa perfecta para lograr
reabrir el expediente por enriquecimiento contra Cristina.
Luego, vendrá la segunda
parte de la venganza macrista: insuflar el expediente que investiga al propio
Oyarbide por el mismo delito: enriquecimiento ilícito.
Como reveló la colega Lucía
Salinas, el fiscal Jorge Di Lello está decidido a citar al exmagistrado para
que brinde las explicaciones del caso. Lo convocó ya dos veces, pero el otrora
juez se negó a declarar. La tercera será la vencida.
¿Cómo explicará Oyarbide la
descomunal fortuna amasada merced a su salario como funcionario judicial de
Comodoro Py? Todo un misterio.
El mismo enigma que encierra
la buenaventura de Cristina, quien juró en Harvard en 2012 que había acopiado
sus millones gracias a su trabajo como “abogada exitosa”, sin que se le conozca
un solo litigio llevado adelante por ella.
La vicepresidenta deberá
“remar en dulce de leche” para explicar lo inexplicable. Sobre todo después de
que su propio excontador —Manzanares— revelara que su verdadera fortuna
asciende a 10 mil millones de dólares.
Toda una misión imposible.