que quería ser un
virus
Patricia
Gooding-williams
Brújula cotidiana,
20-04-2021
“Si pudiera
reencarnarme me gustaría volver como un virus mortal para ayudar a resolver el
problema de la superpoblación”. Esta
frase del duque de Edimburgo, cuyo funeral se celebró el pasado sábado en el
Castillo de Windsor, en el sur de Inglaterra, pone de relieve un aspecto
importante de su vida que se ha pasado por alto en las conmemoraciones tras su
muerte el 9 de abril.
A diferencia de
algunas de sus meteduras de pata, éste no fue uno de esos comentarios
improvisados que formaron su reputación. Por el contrario, con ella expresaba
una profunda convicción que determinó muchas de las cosas que hizo. La cita,
tomada de una entrevista concedida en 1988 a la Deutsche Press-Agentur, se suma
a otras muchas entrevistas y conferencias que dio sobre el tema de la
conservación. La preservación del medio ambiente era una tarea a la que se unió
con dedicación e invitaba a todos los “poderosos” a hacer lo mismo porque, por
definición, tienen un impacto directo en el comportamiento de los que están por
debajo de ellos.
Pero volviendo a
la frase sobre la hipotética reencarnación y el hecho de que el Duque de
Edimburgo quisiera volver como un virus mortal para “curar” al mundo de su
supuesta enfermedad (la superpoblación) matando a millones de personas, es
innegable que creó cierto asombro. Además, nunca dejó claro si sentía algo por
el inmenso sufrimiento que infligiría a los infectados.
Sin embargo, el
control de la población, como sugiere su comentario, no era el objetivo
principal del príncipe Felipe de Edimburgo, sino el medio para conseguir un
fin. Su preocupación era preservar un medio ambiente sostenible y, en su
opinión, el crecimiento descontrolado de la población era el cáncer que, si no
se trataba, acabaría por provocar su desaparición. Veía el problema del
crecimiento incontrolado de la población de la misma impasible manera que veía
la necesidad de sacrificar animales para mantener el delicado equilibrio de la
sostenibilidad natural. El Duque dejó muy clara esta creencia utilizando el
ejemplo del éxito de un proyecto de las Naciones Unidas en los años 40 que
erradicó la malaria en Sri Lanka. “Lo que la gente no sabía es que la malaria
estaba controlando el crecimiento de la población. La consecuencia fue que en
unos 20 años la población se duplicó. Ahora tendrán que encontrar algo que
hacer para toda esa gente y una forma de alimentarlos”.
Felipe siempre
decía lo que pensaba y una vez que tomaba una decisión, la llevaba a cabo hasta
el final. Su posición como consorte de la Reina del Reino Unido multiplicó,
obviamente, las oportunidades de llegar a un amplio público; y el mensaje
medioambiental que difundió por todo el mundo quedó grabado en piedra. Fred
Hauptfuhrer le entrevistó para People en 1981, para un artículo titulado “La
desaparición de las razas preocupa al príncipe Felipe, pero no tanto como la
superpoblación”.
A la pregunta de
“¿Cuál considera que es la principal amenaza para el medio ambiente?”, el Duque
de Edimburgo respondió: “El crecimiento de la población humana es probablemente
la mayor amenaza para la supervivencia a largo plazo. Sería un gran desastre si
no se frena, no sólo para el mundo natural, sino para el mundo humano. Cuanta
más gente haya, más recursos consumirán, más contaminación crearán, más
lucharán. No tenemos alternativa. Si el número no se controla voluntariamente,
se controlará involuntariamente mediante el aumento de las enfermedades, el
hambre y la guerra”.
Cuando se le pregunta:
“¿El control de la natalidad es parte de la solución?”, el príncipe Felipe
respondió: “Sí, pero no se pueden legislar estas cuestiones. Hay que convencer
a la gente para que entienda la necesidad de hacerlo: las personas más
importantes, las que tienen responsabilidades y pueden hacer realmente algo por
el problema. Los que no tienen responsabilidades tienen que hacerlo porque son
los destinatarios. Tienen que aceptar las medidas”.
Desde el
principio, el príncipe Felipe quiso dejar su huella. Fundó el World Wildlife
Fund (WWF) en 1961 y fue su presidente en el Reino Unido de 1961 a 1982,
presidente internacional desde 1981 y presidente emérito desde 1996. Ayudó a
fundar la Australian Conservation Foundation y en 1963 fue también presidente
de la Zoological Society of London durante dos décadas, y fue nombrado miembro
honorario en 1977. Sin embargo, para los animalistas más radicales era un
aliado extraño y a menudo les costaba entender un mensaje que consideraban
ambiguo, si no hipócrita. No podían entender cómo podía justificar
simultáneamente el derecho a la caza y la lucha contra la extinción de
especies. El príncipe Felipe se quejó de que sus críticos no entendían el quid
de la cuestión: “Cuando era presidente de WWF, recibía más cartas de gente preocupada
por el modo en que se trataba a los animales en los zoológicos que por la
supervivencia de una especie. La gente no es capaz de entender la idea de la
supervivencia de una especie, les preocupa más cómo se trata a un burro en
Sicilia o cosas así (...) Creo que hay una diferencia entre preocuparse por la
conservación de la naturaleza y tratar bien a los conejos”, dijo a Fiona Bruce
de la BBC en 2011.
En su opinión,
hablar de conservación de la naturaleza y de crecimiento estable de la
población significaba reconocer que ambas cosas se necesitaban mutuamente para
que la vida sobreviva en la Tierra. En este sentido, fue significativo el
discurso sobre “La gente y la naturaleza” que pronunció el 30 de marzo de 1990
en las Naciones Unidas en Nueva York como Rafael M. Salas Lecture: “Hace más de
25 años empecé a darme cuenta de que, si bien la especie humana debe mucho a
los científicos y tecnólogos, la explosión resultante de la población humana se
ha convertido en la causa principal de la degradación del medio ambiente
natural y en la responsable de la extinción de especies salvajes de plantas y
animales. (...) A estas alturas debe ser obvio que un mayor crecimiento de la
población en cualquier país es indeseable. (...). Lo que importa es el tamaño
de la población en proporción al espacio disponible (...). Nuestro planeta
Tierra es una bola de tamaño fijo (...) La mecha de la bomba demográfica ya se
ha encendido y las consecuencias de la explosión para el mundo futuro serán
mucho más devastadoras que cualquier holocausto nuclear”.
A quién le
correspondería desactivar la bomba y tomar las decisiones concretas para
asegurar la supervivencia de la especie, era ya una cuestión posterior. Ésta
fue su respuesta: “No me cabe duda de que el UNFPA se preocupa por la
conservación de la naturaleza, y el WWF promueve la planificación familiar en
sus proyectos de conservación. (...) Espero haber dejado claro que tanto el
control del número de la población humana como la conservación de la naturaleza
tienen que ver, a su manera, con la salud y el bienestar futuros del planeta
Tierra y de todos sus habitantes vivos... Los líderes del pensamiento, de la
política y de la administración, [deberían] empezar a enfrentarse a los hechos
y hacer esfuerzos serios para encontrar formas de resolver la crisis”.
La extraña
declaración del Duque de Edimburgo, que volvió a ser noticia después de que el
Palacio de Buckingham anunciara su muerte, ha causado obviamente un nuevo
asombro en esta época de pandemia y sus comentarios se han relacionado con las
muertes causadas por el COVID-19. Pero lo que muchos no entienden es que las
políticas de control de la población practicadas por las agencias de la ONU
encuentran sus raíces en el movimiento eugenésico –extendido en el Reino Unido
y Estados Unidos- que ya era una fuerza en el momento del nacimiento del
príncipe Felipe en 1921. Esperemos que, una vez que desaparezca la
narrativa políticamente correcta sobre su legado, alguien sea capaz de
reconstruir las verdades omitidas sobre él.
Hasta entonces,
los entusiastas del control de la población probablemente estarán cruzando los
dedos con la esperanza de que el Duque de Edimburgo regrese de verdad como un
horrible virus y les ayude a terminar el trabajo. Pero en caso de que los
decepcione, su hijo Carlos y su nieto Guillermo, futuro heredero al trono, han
tomado el relevo y ya le hacen sentir orgulloso.