El padrecito
Alberto nos cuida
Por Javier Boher
Alfil, 26 abril,
2021
Estoy devastado,
amigo lector. Sinceramente, ya no sé cómo hacer para evitarlo, pero es
imposible. Cada día, a cada hora, el presidente encuentra alguna forma de
llamar la atención. Es como un misionero tocatimbre: no importa adónde te
encuentres ni cuán ocupado estés, ellos van a encontrar la manera de aparecer
al frente tuyo. Así pasa con el Pandemias.
Esta semana lo
repetimos como un atún desmenuzado de tercera marca: no está bueno cuando te lo
tragaste, pero tampoco cada vez que vuelve. Increíble. Llega el fin de semana,
que uno se quiere relajar un poco sintiendo cómo hacen asado los vecinos, y ahí
nomás aparece con una nueva que te recuerda que estás en Argentina y a fin de mes.
El sábado fue el
giro más irónico en lo que va del gobierno, con un ministro falleciendo por
algo vinculado a su área, como si la ministra payamédica Filomena se quedara
sin vacunas VIP. No vamos a reírnos de “Destino Final, edición Alféretro” porque
el ministro en cuestión tenía familia, amigos y ñoquis que lo estarán llorando
ahora.
Lo que sí podemos
hacer, amigo lector, es señalar que ellos pudieron juntarse y abrazarse como si
el coronoabicho no existiera. Está bien, quizás están todos vacunados de manera
irregular, pero bien podrían dar un ejemplo más empático alguna vez, como para
variar. Mientras El Clausuras decidió cerrar todo y dejar a la gente sin
despedirse de sus seres queridos, ellos hacen un festival del abrazo acongojado
como si fuesen los únicos que lloran a los que quieren cuando les llega el
turno de irse.
Encima, como para
agregarle un poco de pimienta a todo eso que tan bien le cae a las personas que
quieren seguir siendo ciudadanos en lugar de conformarse con ser súbditos, sale
el presidente a hacerse el padrecito Alberto. Es increíble, estimado. La
verdad, casi no me imagino una forma más estúpida de quedar mal.
“Muchos creen que
las medidas que tomo son antipáticas, pero lo que me preocupa es cuidarlos. Es
como el papá que le dice al nene ‘no te asomes por la ventana’ porque tiene
miedo de que se caiga y el nene quiere disfrutar de la vista y no entiende por
qué no lo dejan”. ¡Pará, Alberto!. ¿Hay necesidad de hablarle como el Doctor
Socolinsky a adultos con derecho a voto?.
No es de la
gravedad institucional de afanarse unas vacunas, no compromete el futuro de las
finanzas públicas como hacerse el guapo con los acreedores, no clausura el
futuro de la población como los cierres de escuelas ni le hace un hueco a la
recaudación como esas restricciones caprichosas que ponen, pero que queda mal,
queda mal. Lo que dijo es como usar sandalias con medias: no le hace daño a
nadie, pero genera una sensación de lástima, vergüenza y bronca. Seguro en
alemán hay alguna palabra para eso.
Le digo la verdad,
si él es el padre de todos los argentinos me preocupa un poco toda la dinámica
familiar. Si no hay prenda que no se parezca al dueño, no quiero que en el
reparto de tareas domésticas me toque levantar los zurullos de Dylan, porque
deben ser gigantes.
Nos quedamos sin
tiempo, amigo lector. Hasta acá llegamos con nuestro repaso liviano por lo que
nos dejó la semana. No se preocupe, que la casa de todos los argentinos en la
que manda papá Alberto es lo suficientemente grande como para no tener que
compartir cuarto con ningún hermano.
Tenga buena
semana.