martes, 6 de julio de 2021

EL ISIS

 


vuelve a resurgir en Siria e Irak

Gianandrea Gaiani

Brújula cotidiana, 05-07-2021

 

En el primer trimestre de 2021, sólo en Irak se produjeron 566 atentados del ISIS, y en Siria las cosas no van mejor. La OTAN y los países occidentales dicen de palabra que luchan contra los terroristas islámicos, pero en realidad están en retirada de todos los frentes calientes. Y Estados Unidos sólo lucha contra las milicias pro-iraníes.

El Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) en Irak y Siria ha perdido el control del territorio desde hace varios años, pero no ha desaparecido. Por el contrario, en los últimos meses ha vuelto a realizar acciones bélicas de intensidad limitada en el este de Siria y el noroeste de Irak.

 

El pasado mes de marzo, el informe del Middle East Institute (MEI) llamado US Policy and the Resurgence of ISIS in Iraq and Syria [Política de Estados Unidos y el resurgimiento del ISIS en Irak y Siria] afirmaba que el EI “demuestra tanto la capacidad como la voluntad de retomar territorio, población y recursos, tanto en Siria como en Irak”.

 

Según los analistas militares iraquíes, los atentados son cada vez más complejos y sofisticados, con operaciones dirigidas a puestos de control e instalaciones del ejército iraquí: en el primer trimestre de 2021 hay constancia de 566 acciones; y una evaluación reciente del Terrorism Research & Analysis Consortium (Consorcio de Investigación y Análisis del Terrorismo) reveló que sólo en agosto de 2020, el EI reivindicó más de 100 atentados en Irak, un aumento del 25% con respecto al mes anterior.

 

En el este de Siria, numerosas incursiones golpean también a las fuerzas de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), milicias kurdas y árabes apoyadas por EEUU: solo en agosto de 2020, el EI fue autor de 126 ataques en toda Siria, frente a los 144 realizados en todo 2019.

 

Al fin y al cabo, el propio Pentágono estimó que el asesinato del califa Abu Bakr al-Baghdadi no tuvo ningún impacto en las operaciones de los yihadistas. El movimiento yihadista sigue reclutando por Internet y dispone de una importante financiación y flujo de efectivo, con reservas estimadas por el MEI entre 50 y 300 millones de dólares. Naciones Unidas estima que el ISIS puede contar actualmente con más de 10.000 combatientes entre Irak y Siria, mientras que el Pentágono sitúa sus estimaciones en torno a los 18.000.

 

En África, donde se ha reorganizado en los últimos años, las milicias vinculadas al Califato son especialmente activas en el Sinaí egipcio, en el Sahel (donde junto a los “rivales de la yihad” de Al Qaeda están desestabilizando los estados de la región) pero también en Nigeria y Mozambique. De hecho, este último país está recibiendo ayuda militar de Europa para contrarrestar la insurgencia islamista en la provincia norteña de Cabo Delgado, rica en gas.

 

El 25 de junio, en Malí, un atentado suicida contra una patrulla de la Misión Multidimensional Integrada de las Naciones Unidas para la Estabilización de Malí (Minusma, que cuenta con 13.289 soldados y 1.920 policías internacionales) causó 12 heridos alemanes y un casco azul belga.

 

“Debemos continuar el esfuerzo destinado a reducir la capacidad del Estado Islámico para organizar actividades y propaganda, y lo estamos haciendo”, dijo el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, aunque de hecho la Alianza Atlántica no esté involucrada en ninguna operación antiyihadista tras la retirada (o más bien huida) de Afganistán. Un concepto reiterado por el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, en una visita a Roma, aunque los esfuerzos bélicos de los estadounidenses en Irak se dirigen desde hace tiempo más a las milicias escitas proiraníes, enemigas del Estado Islámico, que a los yihadistas.

 

El 27 de junio, los aviones de combate F-15 y F-16 de Washington, procedentes de las bases del Golfo, llevaron a cabo nuevas incursiones contra las milicias proiraníes en la frontera entre Irak y Siria. Según el Departamento de Defensa de Estados Unidos, los ataques aéreos tuvieron como objetivo instalaciones operativas y de almacenamiento de armas utilizadas por las milicias proiraníes Kata'ib Hezbollah y Kata'ib Sayyid al Shuhada. La incursión sería la respuesta a los recientes ataques llevados a cabo por las milicias proiraníes con drones contra las bases de la Coalición en Irak y, en particular, la de Erbil, en el Kurdistán iraquí, que también acoge a soldados italianos que entrenan a las fuerzas kurdas.

 

Los ataques estadounidenses han enfurecido al primer ministro de Bagdad, Mustafa Al Khadimi, que ha protestado por la “flagrante violación” de la soberanía territorial de su país. Protestas a las que Estados Unidos parece hacer oídos sordos. El propio Blinken dijo en Roma que “con estas acciones hemos demostrado que el presidente Biden está dispuesto a actuar y defender los intereses nacionales. Esperamos que el mensaje sea claro”.

 

El hecho de que los intereses de Estados Unidos estén más centrados en la lucha contra Irán y sus aliados que en aplastar el yihadismo suní era evidente ya desde la anterior administración liderada por Donald Trump.

 

Las incursiones estadounidenses han sido respondidas con ataques con cohetes contra una base estadounidense en el este de Siria, donde la presencia de Estados Unidos no sólo es ilegítima (el gobierno de Damasco los considera enemigos e invasores), sino que también tiene como objetivo impedir que las fuerzas gubernamentales sirias recuperen la posesión de los pozos de petróleo de la región.

 

El 28 de junio, la cumbre de los 83 Estados miembros de la Coalición Global para Derrotar a Daesh (acrónimo en árabe para el ISIS) celebrada en Roma, puso de manifiesto, al menos de palabra, la preocupación por la renovada vitalidad del EI y del resto de fuerzas yihadistas.

 

Sin embargo, los hechos demuestran que Occidente parece haberse “olvidado” de la guerra contra los yihadistas. La OTAN y Estados Unidos están dejando Afganistán a merced de los talibanes, los franceses han decidido reducir su presencia militar en el Sahel, mientras que en Irak y Siria, al igual que en África, se trata más de echar una mano a los débiles gobiernos locales que de aumentar la participación militar en las operaciones contra la insurgencia.

 

Cabe preguntarse a dónde ha ido a parar el eslogan que se nos ha repetido durante casi 20 años hasta la extenuación y que sostenía que las tropas occidentales tenían que desplegarse en todos los frentes más lejanos de la yihad para mantener el terrorismo lejos de nuestros hogares.

 

Al fin y al cabo, hoy en día EE.UU. considera a China y Rusia como amenazas principales y no está interesado en el Mediterráneo y África, mientras que los europeos no tienen la capacidad política y militar de identificar a sus propios adversarios “prioritarios” ni de llevar a cabo estrategias y compromisos militares autónomos y prolongados.

 

En los últimos días, el Terrorism Situation and Trend Report [Informe de Situación y Tendencias del Terrorismo] elaborado por la Europol ha hecho balance de la constante campaña de proselitismo en marcha también vía web en el viejo continente y de los atentados yihadistas que se siguen perpetrando en Europa (diez en 2020) concentrados, sobre todo, en Francia y Alemania.

 

El último ocurrió en la ciudad alemana de Wurzburgo, en Baviera, donde un somalí de 24 años que había llegado a Alemania en 2015 con los flujos ilegales (una vez más definido como un “trastornado”) armado con un cuchillo de cocina atacó a los transeúntes del centro al grito de “Allah u Akhbar”, matando a tres mujeres e hiriendo a otras cinco personas.

 

“El fenómeno del ISIS sigue en pie y sigue siendo una amenaza” incluso con el fin del califato geográfico en Irak y Siria, “porque se apoya en una ideología, el extremismo islámico, y por tanto no puede acabar”. Quizás pueda adoptar otras formas en esta fase, otras connotaciones más de fachada, pero el fondo sigue siendo ese, el revanchismo del mundo islámico que no acepta ningún tipo de sometimiento. El peligro general del ISIS existe porque los conceptos ideológicos en los que se basa el extremismo islámico no han desaparecido”, ha declarado a la agencia de noticias AdnKronos el ex director del Sisde, Mario Mori, uno de los más importantes expertos europeos en terrorismo.