George Weigel ve en Paul Ryan la tercera esperanza de
la doctrina social de la Iglesia en EE.UU.
Carmelo López-Arias
Religión en Libertad,
09 de noviembre de 2015
Paul Ryan era en 2012 un político desconocido en
Europa, pero bien valorado en Estados Unidos en cuanto presidente del comité de
presupuestos de la Cámara de Representantes, desde donde ha defendido el
control del gasto y las reducciones de impuestos en una línea muy del gusto del
Tea Party.
Había entrado en la cámara como representante por su
natal Wisconsin en 1999, así que aunaba juventud (nació en 1970) y una
importante experiencia como parlamentario. Fue elegido por Mitt Romney como su
aspirante a la vicepresidencia, y aunque el ticket perdió contra el formado por
Barack Obama y Joe Biden, Ryan hizo un buen papel en los debates y -lo que no
ocurre siempre- no cometió grandes errores y sumó más que restó a su
"jefe" de candidatura.
Fuera de su país no se ha hablado mucho de él hasta
que fue elegido el pasado 29 de octubre como sustituto de otro católico, John
Boehner (el hombre que lloró al ver realizado su sueño de tener a un Papa en el
Congreso) como speaker [presidente] de la Cámara de Representantes.
Ryan, el "tercer hombre"
George Weigel, autor de dos biografías de San Juan
Pablo II (Testigo de esperanza [1999] y Juan Pablo II. El final y el principio
[2010]), acaba de consagrar a Ryan un artículo en Denver Catholic llamado a
mantener vivo el debate en torno a este político católico en alza: The Speaker
and the social doctrine [El speaker y la doctrina social].
"Después de más de cuarenta años enseñando y
escribiendo sobre la doctrina social católica, he conocido a tres hombres que
tuvieron la oportunidad de encarnar el magisterio social de la Iglesia para un
público nacional. Dos de ellos no pudieron lograrlo, por diferentes
razones", explica Weigel. El tercero es, obviamente, Paul Ryan.
Provida y antiestatista
Es ahí donde se abre el debate, porque a Ryan, un
político decididamente provida que nada más llegar al cargo se ha puesto manos
a la obra para cortar la financiación pública a la multinacional abortista
Planned Parenthood, se le acusa de oponerse a políticas asistencialistas (y por
supuesto al Obamacare) como forma de practicar la justicia social, lo que
supuestamente chocaría con la doctrina social de la Iglesia. Ryan, como el
mismo Weigel y, según Weigel, también las encíclicas económicas de San Juan
Pablo II, apuestan por el mercado y la subsidiariedad, más que por el Estado y
el intervencionismo, como forma de eliminar la pobreza y las injusticias
sociales.
En cualquier caso, Weigel no entra en el artículo en
esta cuestión, sino que hace un análisis de por qué fracasaron los dos
precedentes de Ryan y por qué éste puede triunfar en ese objetivo de que un
representante público de primer nivel represente ante la opinión pública la
doctrina social de la Iglesia. (Que Ryan vive su fe, aunque no siempre fue así,
da cuenta el libro que publicó en 2013 donde explica cómo en 1996 reavivó su fe
hablando de religión con un compañero de partido, el senador Sam Brownback,
evangélico que acabaría convirtiéndose al catolicismo.)
El cuñado de JFK
El primer político que cita Weigel es Robert Sargent
Sarge Shriver (1915-2011), miembro del clan Kennedy en cuanto marido de Eunice,
hermana de John (el presidente), Bob y Ted. Fue embajador de Estados Unidos en
Francia y candidato a la vicepresidencia en 1972 en el ticket con George
McGovern, un radical a quien arrasó el tándem formado por Richard Nixon y
Gerald Ford.
Sargent Shriver, en la Casa Blanca junto a John
Fitzgerald Kennedy en 1961 (arriba). Abajo, en el Despacho Oval con Lyndon
Johnson, con quien pudo ser vicepresidente en 1964. Quizá entonces el rumbo
abortista del Partido Demócrata habría cambiado, opina Weigel.
"Sarge era un hombre maravilloso que me impactó
como un hombre de doctrina social católica instintiva. Estaba mucho mejor
educado como católico que sus parientes Kennedy. Pero él ´captó´ la doctrina
social de la Iglesia no como un ejercicio intelectual, sino a través de su
innata decencia y de su aproximación general a la política como una cuestión de
´deberes´ además de como una cuestión de poder", explica Weigel.
Parece que Lyndon Johnson llegó a pensar en él en 1964
como parte del ticket que ganó las elecciones, lo que le habría situado en 1968
como un mejor candidato que Hubert Humphrey (quien perdió frente a Nixon).
Según Weigel, podría haber ganado, "y un presidente pro vida a principios
de los años 70 habría podido impedir (o al menos dificultar) la catastrófica
apuesta del partido [demócrata] por la legalización del aborto. Fue una gran
oportunidad perdida".
Por temor al New York Times
Como lo fue, dice, la de Daniel Patrick Moynihan
(1927-2003), también demócrata, quien "tenía el talento intelectual para
comprender la arquitectura conceptual de la doctrina social desde León XIII
hasta Juan Pablo II". Desde su puesto como embajador de Estados Unidos
ante la ONU en 1975 y 1976 había "promovido valientemente" la causa
"contra la tiranía comunista" que emprendería pocos años después el
Papa polaco, así que "las estrellas parecían alineadas para que un campeón
de la doctrina social emergiese en la escena nacional".
Pero en 1976 Moynihan, en las primarias demócratas
para un puesto de senador por Nueva York, había derrotado por la minima a la
abortista Bella Abzug y "le asustaba el New York Times", recuerda
Weigel. Un periódico que había celebrado la sentencia Roe vs Wade que legalizó el
aborto y era el altavoz de Planned Parenthood. Así que, en su carrera para
lograr el escaño, "Pat se achantó": "Parece que al final lo
lamentó", añade Weigel, "e intervino para apoyar una prohibición
federal del aborto por nacimiento parcial".
Ryan: por sentido del deber
Y ¿qué sucederá ahora con Paul Ryan, la tercera
oportunidad? "Como Sargent Shriver", responde George, Paul quiere
elevar a los pobres, o mejor, quiere ayudar a desatar la creatividad de los
pobres para que ellos puedan elevarse por sí mismos y ser agentes de su propio
destino.
Como Pat Moynihan, Ryan comprende las premisas de la
doctrina social católica y su interacción con la política, la economía y la
cultura; pero, a diferencia de Pat, no tiene miedo de ser un político pro vida,
porque sabe que lo que está en juego en el asunto de la vida (además de las
vidas de los no nacidos, de los ancianos y de los discapacitados graves) es el
carácter de la nación".