Autor: Sandro MAGISTER, periodista
catolicos-on-line, 8.11.15
El miércoles pasado, en la catequesis semanal en la
plaza de San Pedro, tras haber recordado que los padres sinodales le habían
entregado el texto de sus conclusiones, el Papa Francisco se limitó a decir con
palabras sibilinas: "Este no es el momento para examinar dichas
conclusiones, sobre las que yo mismo tengo que meditar".
Mientras se espera que se resuelva el enigma sobre los
futuros movimientos del Papa, sólo queda encomendarse a alguien que difunde
indirectamente, pero con seguridad, sus intenciones: el jesuita Antonio
Spadaro, en la revista por él dirigida, "La Civiltà Cattolica".
Para el Papa Francisco, el padre Spadaro es todo.
Consejero, confidente, escribano. Son incontables las cosas que,
incesantemente, él escribe sobre el Papa: libros, artículos, tuits. Por no
hablar de los discursos papales que revelan su impronta.
Por este motivo, no se puede no prestar atención al
relato del sínodo que Spadaro ha escrito en el último número de "La
Civiltà Cattolica", como siempre impreso solamente después de que su
borrador haya transitado por la Casa Santa Marta y haya recibido el placet de
la autoridad suprema.
Son veinte páginas de interés excepcional para quien
quiera intuir anticipadamente, no la forma, sino la sustancia de las
conclusiones que Francisco sacará del sínodo concluido hace poco.
En el post anterior de este sitio internet, el teólogo
dominico Thomas Michelet había demostrado cómo el texto final del sínodo, sobre
la crucial cuestión de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar,
puede prestarse a dos lecturas alternativas, de continuidad o de ruptura,
respecto al magisterio precedente de la Iglesia:
Pues bien, el padre Spadaro opta sin dudarlo por la
segunda modalidad de lectura. No le importa que en la "Relatio" no
aparezcan ni una sola vez las palabras "comunión" y "acceso a
los sacramentos". Su conclusión perentoria es que "en lo que respecta
al acceso a los sacramentos, el sínodo ordinario ha puesto efectivamente las
bases, abriendo una puerta que en el sínodo anterior, en cambio, había
permanecido cerrada".
Más abajo puede leerse la parte del artículo de
Spadaro dedicado a dicha cuestión. Pero, tal como demuestran los cinco pasajes
publicados a continuación, es necesario leer todo el artículo, pues abundan las
citas del discurso de Francisco pronunciado al cierre de los trabajos, lleno de
animosidad hacia esos padres sinodales acusados de "soñar con un mundo que
ya no existe".
"La sinodalidad implica la diversidad. […] Una
solución buena para Nueva Zelanda no lo es para Lituania; un enfoque válido
para Alemania no lo es para Guinea. Así, 'más allá de las cuestiones dogmáticas
bien definidas por el magisterio de la Iglesia', el propio pontífice ha
constatado, en su discurso de clausura del sínodo, que es evidente 'que lo que
parece normal para un obispo de un continente, puede resultar extraño, casi
como un escándalo -¡casi!- para el obispo de otro continente; lo que se
considera una violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto
obvio e intangible en otra; lo que para algunos es libertad de conciencia, para
otros puede ser sólo confusión'".
"Un punto crítico es el que concierne el
significado de la doctrina. Ya al final del sínodo de 2014, el pontífice había
hablado de la tentación de 'transformar el pan en piedra y lanzarla contra los
pecadores, los débiles y los enfermos, es decir, de transformarlo en pesos
insoportables'. La doctrina es pan, no piedra. Al final del sínodo ordinario el
Papa ha repetido la imagen, diciendo que
el sínodo ha 'dado testimonio a todos de que el Evangelio sigue siendo para la
Iglesia fuente viva de eterna novedad contra quien quiere adoctrinarlo en piedras
muertas para lanzarlas contra los otros'.
"La doctrina -como ha sido confirmado en algunos
círculos menores- es la enseñanza de Cristo, es el propio Evangelio. Por esto
no tiene nada que ver con esos 'corazones cerrados que a menudo se esconden,
incluso, detrás de la enseñanza de la Iglesia, o detrás de las buenas
intenciones, para sentarse en la cátedra de Moises y juzgar algunas veces con
superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas', ha
vuelto a decir Francisco".
Un punto clave de la discusión ha sido el modelo de
relación entre la Iglesia y el mundo. […] Para algunos padres, la Iglesia está
rodeada por un mundo hostil y demoníaco del cual es necesario defenderse y al
que hay que atacar proclamando la doctrina. Otros, en cambio, han afirmado que
la tarea de la Iglesia es discernir cómo Dios está presente en el mundo y cómo
proseguirá su obra. Por otra parte, no podemos vivir soñando con un mundo que
ya no existe; y tampoco caer en el 'complejo de Masada', es decir, en el
complejo del cerco. Esto corre el riesgo de ser una falta de fe en Dios y en su
actuación en la historia".
En dos ocasiones el Papa Francisco ha pedido que se
'supere toda hermenéutica de la conspiración, que es sociológicamente débil y
espiritualmente no ayuda'. Y esto porque, como él mismo ha constatado, 'las
opiniones se han expresado libremente', pero 'a veces con métodos no del todo
benévolos'. El grupo alemán ha manifestado también 'gran turbación y tristeza'
por 'las declaraciones públicas de algunos padres sinodales sobre personas,
contenido y desarrollo del sínodo. Esto contradice el espíritu del encuentro,
el espíritu del sínodo y sus reglas elementales. Las imágenes y las
comparaciones usadas no sólo son indistintas y erróneas, sino también ofensivas'.
Sus miembros -y con ellos, muchos otros- han tomado unánimemente las
distancias. Por consiguiente, en el sínodo ha habido también faltas de estilo,
además de intentos de presión entre el exterior y el interior del aula -antes
de su inicio y durante su desarrollo-, algunos de los cuales han encontrado en
los medios de comunicación un lugar para manifestarse".
"La puerta ha sido evocada por algunos como
'cerrada' o que hay que cerrar definitivamente, como en el caso de la eucaristía
a los divorciados que se han vuelto a casar por lo civil; por otros como
'abierta' o que hay que abrir por los motivos opuestos, y hablando en términos
generales, como actitud pastoral fundamental. […] El pontífice había usado la
imagen de la puerta en la misa de apertura del sínodo, animando a la Iglesia a
'ser hospital de campaña, con las puertas abiertas para acoger a quienquiera
que pida ayuda y apoyo; es más, a salir del propio recinto hacia los otros con
amor verdadero, para caminar junto a la humanidad herida, para incluirla y
llevarla a la fuente de la salvación'".