Por Héctor GIULIANO
(12.11.2015).
Independientemente de
quién de los dos candidatos presidenciales gane la segunda votación el 22.11,
los grandes problemas financiero-fiscales que condicionan hoy la economía argentina
tendrían como respuesta una misma política: más Deuda Externa.
El gobierno Kirchner,
después de haber estado pagando servicios récord durante sus doce años de
gestión, deja la administración del país bajo una nueva crisis de Deuda –
crisis por insolvencia y por iliquidez – y un stock de obligaciones que es casi
el doble del que recibió: más de 270.000 MD (Millones de Dólares) en la
actualidad contra 153.000 MD a mediados de 2003.[1]
El cuadro de
situación a la fecha muestra una problemática tríada de graves problemas inmediatos: la crisis de los
Holdouts, el desequilibrio monetario/cambiario y la difícil gobernabilidad de
la nueva administración electa.
CRISIS DE LOS
HOLDOUTS.
El problema de los
tenedores de bonos que no entraron en el Megacanje Kirchner-Lavagna de
2005-2010 no es un tema heredado por la administración K sino derivado de la
misma.
La crisis por
desacato que hoy enfrenta el país es producto de los errores y torpezas del
actual gobierno, que aceptó sin objeciones la jurisdicción de tribunales extranjeros,
la validez de acreencias ilegítimas que aún hoy están bajo investigación de la
justicia argentina, que reconoció el valor nominal de los títulos reclamados en
lugar del valor de compra de los mismos y que con el dictado de la Ley Cerrojo
26.017 y conexas dio a los fondos buitre el
argumento del “pari passu” a su favor, con el agravante de las cláusulas RUFO y
Acreedor más favorecido.
En su desesperado
intento de traspasar el problema al próximo gobierno, la administración K no ha
hecho sino agravar aún más la posición del Estado Argentino y potenciar con
ello el monto de los importes a pagar por sentencias, intereses acumulados,
punitorios, gastos y honorarios.
Hablar de “negociar”
con los fondos buitre es un
eufemismo: estrictamente hablando no hay nada que negociar sobre el fallo
Griesa, salvo el modo de pago de la sentencia.
En este contexto, la
figura del mediador Pollack deviene,
en la práctica, la de un reestructurador
de la deuda ya que lo único que hay que definir es la forma en que la Argentina
abonará dicha sentencia.
Y como el país no
está en condiciones de afrontar los compromisos derivados de estas causas
legales – cuyo costo total estaría entre los 20 y los 30.000 MD – la
alternativa que le queda es refinanciar tales obligaciones, con lo que el costo
financiero se amplifica adicionalmente.
Gobierno y oposición
son cómplices en esta situación porque tanto el candidato del oficialismo como
el de Cambiemos soslayan el fracaso del Megacanje Kirchner-Lavagna, la urgente
necesidad consecuente de una nueva reestructuración parcial de deudas y el
altísimo costo de la misma.
Por eso la prioridad
número uno de ambos candidatos es arreglar de cualquier de cualquier manera –
más allá de las expresiones sobre supuesta dureza
en las negociaciones - el entuerto generado por la administración K para
retornar al mercado internacional de capitales, en medio de la nueva crisis de
deuda, precisamente para colocar más deuda externa.
CRISIS FINANCIERA.
El nuevo gobierno
electo heredará por lo menos tres gravísimos problemas inmediatos en esta
materia:
- La
ya citada crisis de los holdouts, producto de los errores de diseño y del
consiguiente fracaso del Megacanje Kirchner-Lavagna 2005-2010, que se
presenta como prolegómeno de una nueva reestructuración de las deudas con
terceros.
- La
descapitalización del Banco Central (BCRA), producto de la política de
sostener el pago de la deuda externa con reservas internacionales (RI),
hasta haber agotado las reservas propias.[2]
- El
retraso cambiario, derivado de la necesidad de pago de servicios de la
deuda con terceros en moneda extranjera con recursos fiscales que se
recaudan casi totalmente en pesos; y de la necesidad adicional de ofrecer
garantías de sostén de los pagos para las deudas presentes y futuras, que
se aspira contraer.
Como consecuencia de estos
problemas generados por la administración K, la tasa de interés mayorista ha
venido y sigue aumentando (la Badlar está hoy en 21-22 % anual) – ya que a
través de las Lebac/Nobac el BCRA fija el piso de los intereses del mercado –
el efecto recesivo del mayor costo financiero contribuye al estancamiento de la
economía pese al artificial estímulo al consumo (que es como pisar el freno y
el acelerador al mismo tiempo) y el sector financiero-bancario sigue liderando
los mayores niveles de rentabilidad en la Argentina.
La deuda cuasi-fiscal
del BCRA deviene así una consecuencia de la política de compra de reservas con
deuda, del pago de la deuda externa con reservas y de la absorción del dinero
emitido incrementando cada vez más el costo de los intereses a pagar por el
banco por su deuda propia en Lebac/Nobac.
Pero frente a esta
realidad ambos candidatos, sus equipos técnicos y los principales portavoces
del establishment – con la difusión de
los grandes medios – soslayan la deuda como causal de la presente crisis así
como sus consecuencias financieras internas, esto es, que niegan la realidad de
fondo. Sólo se limitan a hablar (y con las restricciones del caso) de sus temas
derivados, que son el desfinanciamiento de los crecientes gastos del Estado
(sostenidos con deuda y con emisión monetaria), la falta de fondos para
financiar las políticas de Obras Públicas e Infraestructura (que pasan a
sostenerse cada vez más con préstamos externos) y la futura estabilidad
cambiaria sobre la base de préstamos externos.
Coincidentemente,
tanto el candidato oficialista como el opositor son partidarios de cubrir esta nueva crisis de Deuda (como
se hizo después de la caída de la Convertibilidad bajo la administración
Duhalde) recurriendo al expediente de tomar nueva Deuda Externa: Scioli ha
manifestado la voluntad en curso por parte del gobierno de ampliar en unos
20.000 MD el swap de monedas con China y ampliarlo también a Brasil y Rusia; y
Macri vive reiterando su ansiedad por volver a colocar deuda en el mercado
internacional de capitales de los grandes centros financieros de los países
desarrollados.
Se habla de la
existencia de una masa de préstamos disponibles para la Argentina de 30.000 MD
– provenientes principalmente de Wall Street y en gran medida liderados por la
banca Morgan – cuyo flujo se activaría a corto plazo, apenas arreglado el
problema de los holdouts por allanamiento del nuevo gobierno a las resoluciones
del juez Griesa.
Ambos candidatos
soslayan – también coincidentemente - el problema de la enorme Deuda
intra-Estado, acumulada por la administración Kirchner para poder llevar
adelante su política de pagos en gran escala de la deuda con terceros –
acreedores privados y organismos financieros internacionales (con el FMI a la cabeza)
– y descuentan así que esta deuda impagable será licuada progresivamente por
sub-valuación de las obligaciones en pesos frente a la inflación real, pases a
perdida o condonaciones inter-sectoriales y, eventualmente, reemplazo parcial
de las deudas internas por financiamiento privado (externo y doméstico).
CUESTIÓN DE LA
GOBERNABILIDAD.
La administración
Kirchner ha cumplido con uno de los mejores servicios funcionales al sistema de
Deuda Perpetua que rige en nuestro país desde el Proceso Militar hasta nuestros
días: ha pagado sumas récord por deudas externas e internas con terceros, ha
pasado el costo de las obligaciones impagables a la deuda intra-Estado, ha
retrasado el tipo de cambio para poder sostener el pago de los compromisos
externos con una conversión monetaria más manejable (ya que una
macro-devaluación amenazaría una nueva cesación de pagos), ha batido y sigue
batiendo récords en la aceptación de altísimas tasas de interés en pesos y en
moneda extranjera, ha empeorado sustancialmente su situación legal y financiera
frente a la cuestión de los holdouts, se ha prestado a sostener la vieja
propuesta del FMI de internacionalizar el problema de las reestructuraciones de
deuda soberana y ha favorecido, por último, la mayor rentabilidad del sistema
financiero-bancario frente a la economía física o real.
La presidenta CFK
termina su mandato dejando una oscura perspectiva de gobernabilidad en la
Argentina ya que su partido – y sus organizaciones conexas – mantendrán una
fuerte presencia dentro de la nueva administración, tanto desde el punto de
vista parlamentario como administrativo (ocupación de gran parte de la
Administración Pública con clientelismo político).
En uno u otro caso,
la toma de decisiones en medio del grave cuadro de situación económico-financiero
del país, le será muy difícil a cualquiera de los dos candidatos:
- Si
gana Macri, porque facilitaría la dialéctica de una oposición kirchnerista contra
el retorno del Neoliberalismo y la
resistencia a los cambios por re-alineamiento atlantista con los amigos del
Norte (Estados Unidos/Reino Unido versus acuerdos con China/Rusia) y sus
mercados de capitales.
- Si
gana Scioli, porque el arrastre de las contradicciones internas entre el núcleo
duro del kirchnerismo y los cambios financieros, fiscales y políticos que son
necesarios en la Argentina pueden precipitar una situación de gobierno
inmanejable.
En ambos casos, ni
Macri ni Scioli se perfilan como personalidades políticas fuertes o con peso
propio para tomar tales decisiones. Sólo pueden contar con la fuerza de estructuras
de poder financiero y político – internas y, sobre todo, externas – para
sostenerse en el poder pero no con una coalición propia de apoyo.
El resultado de las
elecciones del 22.11 no conllevaría, por lo tanto, ninguna diferencia de fondo
inmediata entre los dos postulantes y sólo abriría un compás de espera ante la
opinión pública, por lo menos durante el Verano 2016.
Falta definir todavía
el cuadro de apoyos al futuro gobierno que resultará de las negociaciones con
algunos actores que, hoy por hoy, se mantienen en segundo plano a la espera de
su intervención post-electoral: gobernadores de provincia, intendentes del
conurbano bonaerense u otros centros de punteros políticos y, particularmente,
los Sindicatos.
El complejo y grave
cuadro de la situación financiera derivado del peor perfil de vencimientos de
la deuda pública – que llevaría, directa y/o indirectamente, a una nueva
reestructuración – la necesidad de mantener un retraso cambiario relativo para
garantizar el pago de servicios de nuevas deudas externas y las condiciones de retorno al mercado internacional de
capitales van a ser seguramente factores determinantes en la gestión del nuevo
gobierno.
Pero cualquiera sea
el candidato electo parece claro que con la nueva administración se termina la
mentira del des-endeudamiento, se blanquea del ajuste hoy encubierto y se
liquida el mito del Modelo.
NOTAS:
[1]
El saldo de la Deuda Pública en cabeza del Estado Central al 31.12.2014 – según
datos oficiales – era de 233.300 MD, a lo que se deben sumar 10-15.000 MD por
cupones PBI, otros 10-15.000 MD por diferenciales a pagar a los Holdouts no
computados por el gobierno y algo más de 10.000 MD colocados durante el
ejercicio 2015, según cálculos estimativos y sin contar intereses a pagar.
El
stock de deuda al momento de la asunción de Néstor Kirchner – según datos del
Ministerio de Economía (MECON) al 30.5.2003 – era de 152.600 MD.
La
presidenta Cristina Kirchner – en su discurso del 27.8.2014 – dijo que la
Argentina había pagado a sus acreedores 173.700 MD entre 2003 y 2012.
Evidentemente,
las matemáticas K no cierran con el
discurso del des-endeudamiento.
[2] Según el último Balance resumido del Banco
Central (BCRA), al 31.10.2015 las Reservas Brutas eran de 27.000 MD
(actualmente son de 26.400 MD).
Si a
este monto se le restan los encajes por depósitos en moneda extranjera (8.800
MD), las divisas a pagar a los bonistas del Megacanje bloqueadas por el juez
Griesa (unos 2.000 MD) y los Pasivos constituidos por préstamos de otros bancos
centrales (swap del Banco Popular Chino, préstamos del Banco de Francia y del
BIS de Basilea, por 15.500 MD), las Reservas Propias del BCRA quedan reducidas
a menos de 1.000 MD, es decir, prácticamente a cero.
Sin
contar con la incidencia de la deuda cuasi-fiscal del banco – en Lebac/Nobac –
que suma 382.300 M$ (Millones de Pesos, equivalentes a 40.000 MD) y que, de no
mediar el altísimo costo financiero que paga el BCRA en sus renovaciones
semanales (a una tasa promedio del 28-30 % anual) se derivarían al mercado de
cambios.
La
mayúscula distorsión monetaria de esta deuda cuasi-fiscal significa que el
stock de Lebac/Nobac representa hoy el
70 % de la Base Monetaria (543.200 M$).