Alberto Buela
Somos un país de
bandidos nos preguntamos en el titulo. Y todo parece decir que sí porque, según
las últimas y sucesivas elecciones (las primarias abiertas, las a presidente y
el ballotage), mostraron a las claras que al menos en el dominio de la política
somos una sociedad dividida en dos. Parece ser que somos dos bandos. Ayer nomás
Macri llegó a presidente por solo tres puntos en el porcentaje de votos; 51 y
pico a 48 y pico por ciento.[1]
También es cierto
que luego de doce años de gobierno de los Kirchner el pueblo votó por hartazgo
en contra de su postulante a sucederlo.
Pero no fue por
tanto, lo cual muestra que la tarea de los tres gobiernos sucesivos de los
Kirchner (marido y mujer) fue en la conciencia popular argentina demoledora.
Lograron venderle, gato por liebre a la conciencia masiva del pueblo argentino
pobre, que ellos representaban la liberación nacional. Cuando en realidad todo
el gobierno de doce años no fue otra cosa que la entrega de los recursos del
país el imperialismo internacional del dinero. Y a los grupos concentrados de
nuestra economía. Y sinó que lo digan los Elztain, los Ezkenazi, los Werthein, los
Mindlin, e tutti quanti.
Nunca en la breve
historia de doscientos años de la República Argentina tuvimos un gobierno más
corrupto que el del matrimonio austral. Esta corrupción termina coronando a Cristina
Kirchner como la mujer más rica de la Argentina y, probablemente, una de las
más ricas del mundo.
Es que su marido
inventó a partir del 2003, cuando asumió como presidente, solo con el 22% de
los votos, la corrupción estructural que vino a reemplazar a la corrupción
circunstancial. Nos explicamos. La corrupción circunstancial es, se hace un
negocio y se cobra “coima” (cohecho). La corrupción estructural exige y
solicita la participación en las empresas “coimeadas”.
Así los Kirchner
terminaron siendo socios de todas las grandes empresas y miembros de lo que
ellos mismos demonizaban: los grupos concentrados de la economía.
Las tres fuentes
tradicionales de poder en Argentina: Iglesia, Ejercito y Sindicatos fueron
reemplazados respectivamente por el laicismo progresista de corte hebreo, por
los medios de comunicación (acumularon 29 adictos entre TV, radios y diarios) y
por las organizaciones sociales (piqueteros, madres, etc.)
Cómo desarmar todo
este entramado social que tiene además un andamiaje de cientos de
justificativos morales para existir. “El relato” kirchnerista se encargó de
justificar moralmente lo injustificable. Hay once millones y medio de planes
sociales muchos de los cuales son utilizados como cajas políticas o de
enriquecimiento personal. Hay casi tres millones de empleados públicos que no
pueden justificar su trabajo ni su sueldo. Hay jubilaciones de privilegio que
sobrepasan los $150.000 mensuales, cuando la media es de $ 6.700.
Por otra parte, Macri
no es un nene de pecho ni un inocente comerciante. Es hijo de Franco Macri uno
de los más corruptos empresarios extranjeros que amasó su enorme fortuna
gracias a los negocios y negociados con el Estado argentino. Que cuando
vislumbró que no había más leche en la teta del Estado, se mudó al Brasil.
Es decir que Macri
conoce, desde naranjo y muy bien, cómo hacen, los sátrapas, para robarle al
Estado. Y esperemos, entonces, que como cabeza de gobierno actúe con los miles
de ladrones, como cuña del mismo palo, y los desaloje de las arcas, prebendas y
canonjías que usufructuaron durante doce largos años.
Qué utilice la
facultad presidencial de declarar apátrida a aquellos que no devuelvan lo
robado.
Sabemos que él no
va a leer esto, pero el presidente tiene todas las facultades como echar a todos
los ñoquis del Estado, poner a disposición del poder ejecutivo de un plumazo a
todos los ladrones de los dineros públicos, anular todos los subsidios mal
otorgados y sanear, al menos en 48 hs., las casi inexistentes arcas del Estado
viciadas por el kirchnerismo.
El primer combate
es contra la corrupción instalada en todos los aparatos del Estado (nacional,
provincial y municipal). Y eso lo puede hacer en las primeras 48hs. Puede y
tiene que poner a disposición del poder ejecutivo a los últimos cinco ministros,
secretarios, subsecretarios, directores y subdirectores de cada área para que
rindan cuentas ante un tribunal ad hoc de toda su gestión.
En cuanto a otros
dos tipos de corrupción “la circunstancial”(de Menem y tantos otros) y la “estructural” (inventada por N. Kirchner)
son de mucho más difícil combate pues las dos están arraigadas en la conciencia
moral del hombre malvado. Y esto es ya un problema ético filosófico de
profundidad.
[1]
Existe una firme denuncia de fraude según la cual los votos en blanco fueron
computados para el oficialismo. Esto se ventilará con el escrutinio definitivo,
vaya a saber cuándo.