Olivier Antoine
El autor es investigador del Instituto Francés de
Geopolítica
La Nación, 17
de febrero de 2018
Los hechos recientes han puesto a la luz la relevancia
geopolítica de la agricultura y la alimentación . Por un lado, China lanzó una
investigación contra las importaciones de sorgo desde Estados Unidos en
respuesta a medidas proteccionistas de este país; por otro lado, la Argentina
capturó un buque español pescando ilegalmente por su zona económica exclusiva.
El posible embargo a las importaciones de sorgo
norteamericano a China es revelador del lugar que cobró la agricultura en las
pujas de poder entre las naciones en el siglo XXI. Unos años atrás, Rusia le
impuso un embargo a las importaciones agrícolas y alimentarias de los países de
la Unión Europea por el conflicto por Crimea en Ucrania. Lo aprovechó para
fortalecer a su propia industria alimentaria y garantizarse margen de maniobra
geopolítica. Argentina experimenta también medidas proteccionistas en contra de
sus biocombustibles en Europa y en Estados Unidos.
Hoy, las implicancias geopolíticas de la agricultura
aumentan por los efectos del cambio climático o de la dinámica demográfica
mundial pero también por desplazamiento del eje del poder económico y
geopolítico hacia Asia. La voluntad de China de ser la primera potencia mundial
abre fuertes interrogantes: ¿cómo piensa acomodarse de su creciente nivel de
dependencia alimentaria? Si bien es cierto que trabaja activamente para
estabilizar el flujo del comercio agrícola, ¿cómo actuará China en caso de
grave escasez por producciones estratégicas o frente a una amenaza externa para
su seguridad alimentaria?
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El caso del sorgo norteamericano marca una clara señal
de la voluntad china de darle vuelta a las relaciones de fuerza por su
dependencia alimentaria. Hoy, el sorgo norteamericano representa el 80% de los
volúmenes importados por unos 1000 millones de dólares. El lobby agrícola de
Estados Unidos entró en alerta por el posible embargo ya que China podría
buscar ampliarlo a otra producción, mucho más estratégica: la soja. El valor de
las importaciones chinas asciende a cerca de 14.000 millones de dólares. La
guerra de las proteínas estaría abierta.
Ahora, el peso de la ecuación alimentaria en las
orientaciones geopolíticas chinas rebota ineludiblemente en el papel que China
le quiere otorgar a países como Argentina. El país tiene una oportunidad
inmejorable para participar de los equilibrios alimentarios mundiales, pero el
ejemplo del sorgo debe actuar como señal de alerta: saber aprovechar la
coyuntura, pero también, traducir en términos geopolíticos los posibles costos
de una alta dependencia a un solo mercado. Más allá de la diversificación
indispensable de sus mercados, el desarrollo de la bioeconomía, por ejemplo,
ofrece una respuesta para conciliar retos geopolíticos externos e internos y,
de paso, mejorar la resiliencia de los territorios argentinos.
Si el potencial productivo y la abundancia de recursos
naturales de Argentina ofrecen garantías para participar del equilibrio
geoestratégico, despiertan también la avidez de otras naciones. El reciente
episodio del buque español muestra el alcance geopolítico que cobró también la
pesca a nivel mundial. El consumo de pescado triplicó en los últimos cincuenta
años y, en el mundo, se calcula que una de cada diez personas vive directa o
indirectamente de la pesca. Si los incidentes por las capturas ilegales están
en franco aumento, los derechos de pesca ofrecen situaciones de alta
conflictividad, como en la zona del mar chino.
A pesar del fuerte crecimiento de la acuicultura,
representa más de la mitad de los productos comercializados, la sobre pesca
está llevando a muchos países a cruzar los límites de la legalidad en busca de
esta fuente de proteínas. Además, la demanda por la pesca de alta mar crece
también por el rechazo de los consumidores a cierto tipo de acuicultura. Las
aguas argentinas se tornan entonces en un área estratégica más aún cuando la
existencia de un conflicto geopolítico por las Islas Malvinas puede perjudicar
a los intereses del país.
Incorporando la perspectiva geopolítica a su
estrategia agroindustrial y al desarrollo de sus territorios locales, Argentina
podrá responder a los múltiples desafíos de participar del equilibrio
alimentario mundial.