Salvini saca el rosario y el Arzobispo de Milán le
pide que se limite a la política
Carlos Esteban
Infovaticana, 26 febrero, 2018
En la manifestación de cierre de campaña, en la Plaza
del Duomo de Milán, el candidato con más posibilidades de alzarse con la
victoria, Matteo Salvini, ha sacado un rosario, un ejemplar de la Constitución
y unos Evangelios y ha pronunciado un particular juramento: “Juro ser fiel a
mi pueblo, a sesenta millones de italianos, de servirle con honradez y
valentía; juro aplicar de verdad la Constitución italiana, ignorada por muchos,
y juro hacerlo respetando las enseñanzas contenidas en estos sagrados
Evangelios”.
Hablábamos ayer de cómo el desconcertantemente popular
parlamentario ‘tory’ Rees-Mogg animaba a los católicos a entrar en política y,
sobre todo, a no tener miedo de dar testimonio de su fe en la plaza pública,
asegurando que la sociedad, aunque no está de acuerdo con él, siempre respeta a
un católico que no teme declarar sus firmes principios enraizados en la fe.
Eso ha hecho Salvini pero, naturalmente, no a todos
les ha parecido bien. Por ejemplo, al Arzobispo de Milán, Mario Delpini, quien
ha expresado su desagrado declarando que “en las elecciones se debe hablar de
política”.
Un espíritu malicioso podría responderle a Su
Ilustrísima que quizá ha llegado el momento en que los políticos hablen de
religión cuando los religiosos parecen hablar preferentemente de política, y
que si un candidato saca públicamente un rosario quizá sea el único modo de ver
a un líder hacerlo en público, porque los prelados están demasiado ocupados
salvando el planeta del Cambio Climático o consensuando con la ONU cuántos
millones de africanos deben cruzar el Mediterráneo en pateras y llegar a
nuestras costas.
En cualquier caso, tanto la admonición de Rees-Mogg
como el gesto de Hilaire Belloc, el hombre que acercó a Chesterton al
catolicismo. Belloc se presentaba a las elecciones por el Partido Liberal en un
distrito fieramente anglicano con el doble obstáculo de ser medio francés y
totalmente ‘papista’. De hecho, conociendo a su electorado, su rival
conservador había hecho de ‘no votéis por un francés papista’ su lema de
campaña, por lo que los correligionarios de Belloc le aconsejaron, con motivo
de su primer mitin, que obviase su fe durante su discurso.
Pero Belloc, nada más subir al estrado y para horror
de sus amigos, sacó un rosario.
“Caballeros -dijo-, soy católico. Siempre que me es
posible, voy a misa cada día. Esto es un rosario. Siempre que me es posible, me
arrodillo y rezo las cuentas cada día. Si me rechazáis por mi religión, daré
gracias a Dios por haberme ahorrado la indignidad de ser vuestro
representante”.
Una pausa, un silencio que se podía cortar. Y,
enseguida, un atronador aplauso. Belloc logró el escaño. No por ser católico,
obviamente, sino por ser valiente y coherente. Los católicos llevamos demasiado
tiempo repitiéndonos y repitiendo a nuestros políticos que “en las elecciones
hay que hablar de política”, como si la fe no condicionase nuestra visión total
del mundo y, por tanto, de los principios que rigen la vida política.
Pero, sobre todo, que la fe forma parte integral de lo
que somos y, por lo mismo, de lo que debemos mostrar a los demás. Salvini
difícilmente está ‘utilizando’ la fe como cínico instrumento de manipulación
electoral, porque no puede decirse que los principios cristianos gocen de
demasiada popularidad en estos momentos. Pero en un tiempo en que cuesta
encontrar clérigos que no hablen como jefes de relaciones públicas de una ONG,
yo personalmente agradezco al candidato de la Liga Norte su gesto valiente.