En la terrible crisis de 2001, la Argentina se quedó sin gobierno y sin sistema. A siete años de distancia ya tiene gobierno, quizá demasiado gobierno, pero aún no tiene sistema. Su próxima tarea será fundarlo. Esto es lo que todos aquellos que exigen calidad institucional, lo sepan o no, están diciendo: que agregarle sistema al gobierno es la asignatura pendiente de los argentinos.
Al no haber sistema, al haber sólo gobierno, éste tiende a expandirse y perpetuarse. Ignora al Congreso y condiciona a la Justicia. Maneja sin controles el presupuesto. Somete a las provincias. Ha planteado un método de sucesión presidencial capaz de soslayar los plazos constitucionales y, con la inminente concentración del Partido Justicialista en una sola mano, está dibujando el esquema inquietante de un partido único.
Se dice con frecuencia que, de consolidar su exclusivo dominio, el Partido Justicialista se asemejaría al famoso PRI, que gozó del monopolio político en México durante varias décadas antes del reciente retorno de la república. Pero el PRI reconocía un límite temporal al poder porque cada seis años sus presidentes se iban, no podían ser reelegidos y abandonaban la jefatura del partido. La presidencia de la Nación y el PJ argentinos, en cambio, podrían permanecer en principio sine die bajo el control de los Kirchner.
En los años setenta se dijo “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. ¿Podría decirse ahora “Cristina al gobierno, Néstor al poder?”. No, porque no hubo entre Perón y Cámpora el affectio societatis que une a Néstor y Cristina. Hoy, la consigna podría ser, en cambio, “Néstor al partido, Cristina al gobierno”. Lo que ocurriría con esta nueva consigna, que sólo superficialmente parece exaltar a Cristina por delante de Néstor, es que este supuesta supremacía no podría concretarse si el partido en manos de Néstor resultara ser algo muy parecido al PRI mexicano: en los hechos, un partido único.
Si éste resultara ser el caso, la posición de jefe de partido se aproximaría más a la que gozaron los jefes de partido en la Unión Soviética porque en ella el secretario general del PC era más, y no menos, que el jefe de gobierno. En la medida en que el PJ lograra consolidar el monopolio de nuestra vida política a partir de su inminente reorganización, la jerarquía del poder en la Argentina ya no culminaría en la presidencia de la Nación, sino en la presidencia del partido.
La pregunta sobre qué haría Kirchner fuera de la presidencia, a qué dedicaría sus ocios como “príncipe consorte”, fue ingenua. A metros de la Casa Rosada, las oficinas de Puerto Madero podrían ser más importantes que ella. o al menos igualmente importantes por el affectio societatis que convierte a Néstor y Cristina en las dos caras de una misma moneda.
(Fuente: extractado de Mariano Grondona, La Nación, 3-2-08)
Al no haber sistema, al haber sólo gobierno, éste tiende a expandirse y perpetuarse. Ignora al Congreso y condiciona a la Justicia. Maneja sin controles el presupuesto. Somete a las provincias. Ha planteado un método de sucesión presidencial capaz de soslayar los plazos constitucionales y, con la inminente concentración del Partido Justicialista en una sola mano, está dibujando el esquema inquietante de un partido único.
Se dice con frecuencia que, de consolidar su exclusivo dominio, el Partido Justicialista se asemejaría al famoso PRI, que gozó del monopolio político en México durante varias décadas antes del reciente retorno de la república. Pero el PRI reconocía un límite temporal al poder porque cada seis años sus presidentes se iban, no podían ser reelegidos y abandonaban la jefatura del partido. La presidencia de la Nación y el PJ argentinos, en cambio, podrían permanecer en principio sine die bajo el control de los Kirchner.
En los años setenta se dijo “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. ¿Podría decirse ahora “Cristina al gobierno, Néstor al poder?”. No, porque no hubo entre Perón y Cámpora el affectio societatis que une a Néstor y Cristina. Hoy, la consigna podría ser, en cambio, “Néstor al partido, Cristina al gobierno”. Lo que ocurriría con esta nueva consigna, que sólo superficialmente parece exaltar a Cristina por delante de Néstor, es que este supuesta supremacía no podría concretarse si el partido en manos de Néstor resultara ser algo muy parecido al PRI mexicano: en los hechos, un partido único.
Si éste resultara ser el caso, la posición de jefe de partido se aproximaría más a la que gozaron los jefes de partido en la Unión Soviética porque en ella el secretario general del PC era más, y no menos, que el jefe de gobierno. En la medida en que el PJ lograra consolidar el monopolio de nuestra vida política a partir de su inminente reorganización, la jerarquía del poder en la Argentina ya no culminaría en la presidencia de la Nación, sino en la presidencia del partido.
La pregunta sobre qué haría Kirchner fuera de la presidencia, a qué dedicaría sus ocios como “príncipe consorte”, fue ingenua. A metros de la Casa Rosada, las oficinas de Puerto Madero podrían ser más importantes que ella. o al menos igualmente importantes por el affectio societatis que convierte a Néstor y Cristina en las dos caras de una misma moneda.
(Fuente: extractado de Mariano Grondona, La Nación, 3-2-08)