domingo, 20 de octubre de 2013

MÁS QUE UNA OPORTUNIDAD PERDIDA

Reproducimos este artículo, por que el libro inglés a que hace referencia confirma que la guerra de Malvinas, tiene aristas que no se tienen en cuenta cuando se insiste en la "ignorancia, soberbia y obstinación" que habría caracterizado al gobierno argentino. La mejor explicación de lo ocurrido, está en el Informe Franks, investigación oficial del parlamento británico, que demuestra que no hubo torpeza de nuestro lado. Los 649  argentinos muertos en la guerra, merecen un esfuerzo más objetivo en el relato de una guerra que se afrontó con entereza.
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Las impericias diplomáticas no son un invento argentino, es cierto, pero sí parece serlo nuestra inveterada costumbre de ignorar las lecciones del pasado. Y la más dolorosa de esas lecciones sigue siendo, qué duda cabe, Malvinas.

Ignorancia, soberbia y obstinación se sumaron en 1982 para fabricar una gesta que tardó 60 días en convertirse en derrota simple y llana, con un enorme costo en vidas y una vergüenza que nos persigue como una pesadilla de la que no sabemos despertar.

Viene a cuento repasarlo por estos días en que un libro del exsecretario de Gobierno de Margaret Thatcher, Jonathan Aitken, revisa los encontronazos de la diplomacia británica con “la Dama de Hierro” y, en particular, con el canciller Peter Carrington, a quien la tozuda ocupante del número 9 de Downing Street acusaba de querer “regalar” Malvinas a la Argentina.

Eran los años en que se imponía la fórmula del arriendo para Hong Kong, en los que el otrora león británico asumía que le resultaba imposible seguir sosteniendo los restos de un imperio resquebrajado por la Segunda Guerra Mundial.

La dictadura argentina poco y nada entendía de esas cuestiones y, mucho menos, del carácter de la Thatcher, a quien su grisáceo marido moderaba entre uno y otro ataque de rabia. Pero la ignorancia insular de los dictadores argentinos, que en esto se parecían a otros dictadores, era servilmente acompañada por no pocos civiles ilustrados, lo que llevó a ignorar los progresos sutiles experimentados en la década de 1970, en la que se llegó a sondear al mismísimo Juan Domingo Perón sobre una fórmula de soberanía compartida para las islas.

Los sucesos posteriores dieron por tierra con esos avances, logrados con los tiempos propios de la diplomacia, que son los de la oportunidad, la persuasión y el sentido común. Y el resto es historia conocida, como lo es nuestra cambiante estrategia en la materia.“La mas grande lección de la historia es que nadie aprende las lecciones de la historia,” ironizaba Aldous Huxley, lo que sería en el caso argentino de estricta aplicación.

Conviene recordarlo en estos tiempos en que la relación del país con Uruguay pasa por uno de sus peores momentos, y la cancillería argentina reduce su actuar a la emisión de ultimátums e intimaciones, con un canciller que opera cual si fuera ministro de Guerra.

Si la diplomacia se caracteriza por la mesura y el sentido común, ambas cualidades están ausentes en este caso, como lo estuvieron en 1982. Quizá porque no razonan, no discuten ni negocian quienes temen no tener razón. Y así, tal como lo hicimos en otras oportunidades, nos asomamos al abismo de nuestra propia impotencia, empecinados en repetir el pasado. La Thatcher también era empecinada, huelga recordarlo.


La Voz del Interior, 20-10-13