(1934-2024)
"Conviene
recordar finalmente que peor que llegar a viejo es no llegar a viejo.".
J.L. Gallardo.
Por Guillermo
Belcore
La Prensa,
29.08.2024
La Patria ha
perdido una de sus grandes plumas. A los 89 años, falleció Juan Luis Gallardo.
Abogado, periodista, narrador y poeta, paladín de las causas nacionalistas
(especialmente Malvinas) y de la fe católica, padre de cuatro hijos, profesor y
académico, fue un hombre de vasta cultura que honró a La Prensa con sus textos
en varios momentos de su existencia.
Desde 2019, Don
Gallardo publicaba en este diario una columna (Con Perdón de la Palabra) sobre
temas de actualidad y recuerdos personales, correspondientes a sucesos que
tienen interés como contexto de nuestra Historia más o menos reciente, como por
ejemplo el cañoneo a la sede de la Alianza Popular Nacionalista en 1955 (1).
También, Los casos
del Club Evaristo (lo seguiremos haciendo), sobre distintos misterios del
pasado argentino, sometidos a riguroso examen por un grupo de sesudos
contertulios que se citaban en el restaurante Avelino de la calle Tacuari.
Entre los historiadores diletantes hay uno llamado Gallardo.
Cada artículo de
la saga es, en rigor, el capítulo del libro homónimo del literato, entregado a
la imprenta en 2014. Hay que destacar que este auténtico caballero publicó a lo
largo de su vida más de cuarenta libros. Las Cosas, con sus rimas sencillas y
consonantes, agotó tres ediciones.
PROSAPIA
Hijo de Luis
Francisco Gallardo Cantilo y de Celina Mercedes Pirovano, Juan Luis Gallardo
había nacido en 1934 en la ciudad de Buenos Aires.
Nombres ilustres
poblaban su familia. Su bisabuelo paterno fue nada menos que Ángel Gallardo,
hombre de ciencia y ministro de Relaciones Exteriores y Culto del presidente
Alvear. Su bisabuelo materno, el destacado cirujano Ignacio Pirovano.
Uno de sus libros
fue justamente, Mi bisabuelo Pirovano, médico de Buenos Aires, aparecido en
1985 bajo el sello Fundación Pirovano, “el cual rescataba la generosidad de mi
tía Josefina Pirovano de Mihura, cuyo mecenazgo hizo posible la edición,
magnífica por cierto”, recordaba.
Juan Luis, por
otra parte, era primo de Sara Gallardo, la ilustre escritora, quien en una
ocasión escribió: “El colegio al que asistía se llamaba Angel Gallardo. Iban todos
mis primos y era como muy absurdo. Todo como una burbuja. Un día mi hermana
Marta se perdió en un club de Hurlingham y fue a la policía. Le preguntaron:
¿Cómo te llamás? Marta Gallardo. ¿Dónde vivís? En la chacra Gallardo. ¿A qué
colegio vas? Al Ángel Gallardo. No, nena, no me tomés el pelo, le respondió el
policía. Y todo era verdad. Mi familia era como una burbuja. La burbuja
Gallardo".
Junto a sus ocho
hermanos, Juan Luis se crió en Huinca Hue, el campo de su padre (3), en el
partido de Bolívar.
La estancia se
encuentra próxima a la estación Pirovano del entonces Ferrocarril Sud, hoy
Ferroexpresopampeano. Ahora, destrucción ferroviaria mediante, sólo circulan
trenes de carga, tema de conversación de Don Gallardo con quien esto escribe,
orgulloso nieto de Oscar Francisco Belcore, jefe de Estación de Duhau, partido
de Pehuajó.
Compuso Gallardo
esta estrofa en su momento:
“Desde algún
territorio perdido en la distancia
regresan
lentamente los trenes de mi infancia.
Y yo, mientras mi
madre me tiene de la mano
los estoy
esperando, de nuevo, en Pirovano”.
La dilatada
llanura bonaerense y pampeana es uno de los temas recurrentes de la obra
gallardiana. Algunos de sus escritos en La Prensa, provienen de las historias a
la hora del té, la “preferida para sostener la vida social mediante visitas
entre quienes, sea en forma permanente, sea en calidad de veraneantes,
poblábamos las estancias de la zona” (4) en la década del cuarenta.
“En las Sierras
Chatas mi padre construyó una casa con aspecto de fortaleza, después que le
expropiaran el campo que tenía en las Sierras de Lihué Calel que hoy es parte
de un Parque Nacional. A este campo Papá lo bautizó Santa María del Desierto.
Y, en sus últimos años, pasaba allí largas temporadas, acompañado por su
segunda mujer, Carmen Beatriz O'Neill, pues, previamente, había enviudado de mi
madre, Celina Pirovano de Gallardo”, rememoraba en estas páginas.
“Cierta vez,
Sylvester Stallone, sobrevolando la zona en helicóptero, descubrió la casa que
había edificado allí mi padre. Y quiso comprarla pagando cualquier precio. Pero
mi hermana (María de Jesús Gallardo de García Llorente), con buen sentido, no
se la vendió”.
IBARGUREN Y
CASTELLANI
La primera esposa
de Gallardo fue la señora Mariquita Ibarguren Schindler, nieta del político,
historiador y académico Carlos Ibarguren. Con ella tuvo cuatro hijos, Juan
María, Milagros, María Eugenia y Catalina Mercedes.
“Carlos Ibarguren
(h) quizá haya sido mi mejor amigo y me enseñó muchas cosas”, dijo Gallardo
sobre su suegro.
Otro figura que
influyo en su pensamiento fue el padre Leonardo Castellani. Así lo evocaba:
“Tuve yo el honor de tratar bastante a Castellani, que bautizó a mi hijo mayor,
hoy sacerdote. Logré que colaborara en el periódico De Este Tiempo que
publicábamos con algunos amigos bajo la tutela de Franci Seeber. Y le escribí
el prólogo de su libro Nueva Crítica Literaria, hablando en el acto en que éste
fue presentado. También hablé en su presencia cuando se celebró un aniversario
del combate de la Vuelta de Obligado en el desaparecido restaurant de la
Estación Retiro”.
“Alguna vez estuvo
a cenar en casa. Oportunidad en que nos contó que antiguos padres de la Iglesia
habían creído en la posible existencia de Angeles Neutrales, que no habían
tomado parte en la batalla librada entre los ángeles fieles encabezados por
Miguel y los ángeles rebeldes, seguidores de Luzbel”.
Gallardo era lo
que podríamos llamar un intelectual orgánico del pensamiento católico
argentino. Enseñó Historia Argentina en la Universidad Católica, dirigió
Ediciones Culturales Argentina y EDUCA, de la UCA. Además de este diario, fue
columnista en La Nueva Provincia y la revista Confirmado. Recibió la Cruz de
Plata Esquiú, el premio Santa Clara de Asís y la estatuilla Leonardo
Castellani. Fue miembro de la Academia Del Plata, de la Academia Provincial de
Ciencias y Artes de San Isidro y de la Junta de Historia Eclesiástica.
CON GAINZA
Delicado
conversador, Don Juan Luis recordaba ante quien esto escribe el día soñado en que
Máximo Gainza lo había invitado a sumarse a la élite de columnistas de La
Prensa. ¿Cómo era que uno de los bastiones del liberalismo argentino aceptaba
entre los suyos a un combativo pensador del hispanismo y el nacionalismo
católico? se preguntaba. Yo de jovencito me había batido en las calles contra
la enseñanza laica, recordaba. Los tiempos habían cambiado y bajo el paraguas
de lo que podríamos llamar la derecha argentina entraban todos los buenos, a
pesar de algunas diferencias no menores. Cómo en el día de la fecha, podríamos
afirmar.
Juan Luis temía
alguna mala pasada de los prohombres liberales del diario, esos legendarios
secretarios de redacción, pero Máximo lo tranquilizó: “Usted trata directamente
conmigo”.
Por cierto,
Gallardo fue un precursor en advertir sobre las funestas consecuencias de lo
que hoy conocemos como wokismo, una suerte de pensamiento único, progresismo
chirle, que se intenta imponer a escala global. En la década del noventa,
escribía la columna Otrosí digo, exasperado por las concesiones de Carlos Menem
a los poderosos. El Nuevo Orden Mundial era uno de sus blancos predilectos.
Fue un cultor de
la amistad con los perros. Recordaba perfectamente el nombre de cada uno de
ellos. Escribió hace poco “Y me gustan los perros no sólo por las funciones que
cumplen, de vigilancia y compañía, sino también por su fidelidad e
inteligencia. Inteligencia peculiar pues, aunque sean incapaces de razonar,
entienden, recuerdan y prevén mucho más de lo que uno pudiera creer”.
“Supone una
contradicción decir que el perro es el mejor amigo del hombre y, para
descalificar a un sujeto, definirlo como un perro”.
Sus últimos
pichichos fueron de raza waimaraner, es decir bracos descendientes de los
grises de San Luis. “El primero de ellos fue Kaiser, que se murió aparentemente
envenenado y el que tenemos actualmente, llamado Otto”.
También le
gustaban los deportes. Pese a haber sido partidario de los Gálvez y de Ford,
eligió a Juan Manuel Fangio, corredor de Chevrolet antes de transformarse en
piloto de Fórmula Uno, como el deportista número de la historia argentina.
Cómo Borges,
mantuvo una relación romántica con las armas. Era socio vitalicio del Círculo
de Armas e hizo el servicio militar en el Regimiento Motorizado Buenos Aires,
con asiento en el cuartel de Pichincha y Garay, “con aptitud de tirador de
infantería debidamente asentado”. La muerte accidental de una pata (la esposa
del pato) lo marcó a fuego y desde allí sólo disparó a cosas inanimadas.
CAUSA NACIONAL
Quizás, el asunto
que más interesó a Gallardo en sus últimos años como intelectual fue la causa
Malvinas. Fue más que “la patriada de intentar una hazaña”, que recordó a la
población “valores fundamentales”. Fue, como las Cruzadas, una guerra justa,
pregonaba a sus lectores (4).
Escribió artículos
punzantes y poemas rotundos (que recitó en un almuerzo memorable de fin de año
con sus camaradas de La Prensa), rescató actos de heroísmo y amonedó momentos
conmovedores. Como éste: “Con Motivo de hacerles reportajes para la Revista de
la Escuela de Guerra Naval, traté con varios sobrevivientes del Crucero General
Belgrano que, entre otras cosas, me contaron que, luego de recibir el primer
torpedo, se extendió en el buque un silencio sepulcral, como si la nave hubiera
muerto”.
También me relató
un oficial que, mientras se alejaban del buque sus tripulantes sobrevivientes,
desde los botes se hacía oír un rumor cadencioso: que se debía a que los
náufragos rezaban el rosario a bordo de ellos”.
Con este otro
párrafo nos dejó pensando:
“Manfred
Schönfeld, periodista admirable, de ascendencia judía y patriota argentino,
afirmaba que los países no sobreviven si carecen de un puñado de héroes que
fundamenten su existencia. Y Malvinas suministró esos héroes”.
Digamos finalmente,
que el literato publicó también en este diario por entregas semanales un
Vocabulario Ríoplatense (5).
Sobreviven a Don
Juan Luis Gallardo, hombre “intensamente argentino” como diría Borges, su
amable esposa Rosario, hijos y nietos.
(1) https://www.laprensa.com.ar/El-canoneo-de-la-Alianza-477568.note.aspx
(2) https://www.laprensa.com.ar/El-Club-Evaristo-525771.note.aspx
(3) https://www.laprensa.com.ar/Luis-Gallardo-mi-padre-517524.note.aspx
(4) https://www.laprensa.com.ar/Valor-personal-516739.note.aspx
(5) https://www.laprensa.com.ar/Diccionario-de-Argentinismos-I-492860.note.aspx