viernes, 6 de mayo de 2016

MACRI Y LOS PRINCIPIOS



Alfil, 6 mayo, 2016

Por Gonzalo Neidal

Hace un par de días, en un reportaje televisivo la intelectual progresista Beatriz Sarlo cuestionó al presidente en estos términos: “El Presidente no es un hombre de grandes principios ni convicciones”. Y vinculó esa afirmación con el hecho de que Macri propuso por decreto a dos miembros de la Corte Suprema.

No aclaró Sarlo cuáles son los principios que ella considera “grandes”. No se habrá referido solamente a la picardía inicial de valerse de una prescripción constitucional para nombrar dos miembros inobjetables para integrar la Corte Suprema, algo que pocos días después Macri corrigió.
Los intelectuales del progresismo de izquierda suelen ser muy pulcros con el tema de “los principios”. Los cuidan como un preciado tesoro que no ha de ser salpicado de ningún modo. Una suerte de himen intelectual que no ha de ser quebrantado. Se han de horrorizar con aquello de Groucho Marx: “¿No le gustan mis principios? No importa: tengo otros”.

Sobre este tema no habría que olvidar nunca los dichos de Néstor Kirchner el día de su asunción a la presidencia. Dijo que él de ningún modo iba a “gobernar dejando sus principios a la entrada de la Casa Rosada”. Vistos los resultados, quizá hubiese sido preferible otra decisión de su parte.
¿Qué se entiende cuando uno habla de “principios”? Si se trata de valores morales, no nos ha ido muy bien en los últimos años. En ese caso, Macri debería contar con crédito o, cuanto menos, con un margen de expectativas. Sobre todo teniendo en cuenta de dónde venimos.

¿O será que Sarlo se refiere a “principios” políticos? ¿O a convicciones de índole filosófica? Ese tipo de estructuras rígidas de pensamiento suelen no ayudar a gobernar. Conviene, éstas sí, dejarlas a la entrada de la Casa Rosada. Nietzsche decía que “las convicciones son más peligrosos enemigos de la verdad que las mentiras”. Esas convicciones arraigadas son las que suelen denominarse “principios”.

Si por principios entendemos promover el funcionamiento de la república, la división de poderes, la libertad de prensa, la información de los actos de gobierno, la instalación de controles para evitar el desfalco de los fondos públicos y cuestiones similares, todavía es prematuro decir que Macri carece de ellos. Al contrario, da la sensación de que va por buen camino.
Si por principios se entiende la apertura de Argentina al mundo, la búsqueda del crecimiento económico, la intención de dotar al país de seriedad y seguridad jurídica, la construcción de una economía sustentable, también es muy temprano para juzgar resultados aunque algunos pasos claros ya se hayan dado en esa dirección.

Claro que hay muchos objetivos que demandan un plazo de cumplimiento mayor. Y pueden tener la jerarquía de “principios”. La búsqueda de una sociedad sin pobres, por ejemplo. Y, claro, para eso falta. Aunque Macri haya tenido la osadía (o la liviandad) de hablar de Pobreza Cero.
Con todo, Macri tiene el perfil de gobernante que nunca va a conquistar el corazón de un intelectual de izquierda. Macri apela a la razón más que al corazón. El muy difícil que haga vibrar a las multitudes con un discurso. Además, para eso siempre hay que apelar a una fraseología como la que hemos visto y oído en los últimos años, nutrida de palabras tales como “imperios”, “poderes concentrados”, “oscuros designios” y similares. También evocar luchas y combates reales o ficticios y poner las culpas bien lejos de quien gobierna y discursea.

Macri no tiene nada que ver con los setenta ni con las obsesiones redentoras de esa generación que ya se está despidiendo y de la cual forma parte Sarlo. Él razona en términos completamente distintos, exentos de intención épica y ambición revolucionaria.

Probablemente sean “principios” distintos a los de la generación de la Sarlo. Más módicos y pedestres. Ajenos a la dimensión de Ulises. Pero quizá con república, libertad, eficiencia, honradez y valores tan sencillos como esos, comencemos a construir una sociedad que llegue asombrarnos.