si no un ordenamiento
El ministro de
Finanzas de Córdoba, junto a los economistas Jorge Colina y Carlos Seggiaro,
proponen líneas de acción para ordenar los desequilibrios en la administración
del Estado en el libro ‘Una vacuna contra la decadencia’.
José Busaniche
Perfil, 17-04-2022
En los últimos 60
años de historia, período del que hay estadísticas y por el que transitaron
dictaduras, gobiernos democráticos y visiones ideológicas diferentes, hay una
línea transversal: el Estado funcionó mal siempre. Es posible concluir que sí
hubo una ‘política de Estado’: el sostenimiento del desorden del sector
público. Y cualquier plan de crecimiento y desarrollo que se enuncie requiere
de un Estado capaz de gestionarlo.
Ese es uno de los
ejes centrales que recomienda el libro ‘Una vacuna contra la decadencia.
Cuestionando consensos en torno al funcionamiento del Estado’, y que tiene como
autores a los economistas Osvaldo Giordano (hoy ministro de Finanzas de
Córdoba), Jorge Colina (consultor, titular de Idesa) y Carlos Seggiaro
(consultor de empresas). Desde distintas visiones y recorridos plantean que en
la Argentina el problema principal no es la inexistencia de políticas de
Estado, sino que estas son equivocadas. Y avanzan sobre algunas reformas de
fondo para intentar frenar el proceso de decadencia.
En diálogo con
PERFIL CÓRDOBA, Giordano amplía algunos de los conceptos volcados en el trabajo
y que mantienen la intención de ser tenidos en cuenta por el poder político.
“Está instalado
que el problema de Argentina es la grieta, esto de que hay dos modelos, ninguno
logra imponerse, pero ambos logran bloquear al otro, con los cual estamos
estancados. Argentina tiene muchos problemas y muchos potenciales, pero uno de
los centrales es el mal funcionamiento del Estado y cuando uno mira no hay dos
visiones distintas, sino una continuidad de lo que irónicamente son políticas
de Estado: en los últimos 60 años hay una política de Estado en descuidar el
funcionamiento del Estado. Pasó con todos. Probamos de todo y cuando uno mira
cómo estos gobiernos administraron el Estado encuentra muchas coincidencias.
Básicamente, dos: siempre gastar más de lo que se tuvo. Eso es sistemático. Y
asociado a eso, una gran despreocupación con la calidad de la gestión, qué
hacemos con los recursos públicos. Todos con sus obvios matices, hicieron lo
mismo, descuidar el funcionamiento del Estado, tanto en lo financiero como en la
gestión”, plantea.
“El Estado actual
funciona bajo una lógica propia y le lleva poco el apunte al plan que pueda
tener un gobierno. Hay que cambiar cosas para que el Estado funcione y después
ver si es con políticas de derecha o de izquierda. Ese es un problema de
segundo orden. En un inventario lo más acotado posible aparecen lo previsional,
lo tributario, la organización del Estado y el régimen federal. Hemos sostenido
por mucho tiempo políticas equivocadas y no las hemos cuestionado. Puede estar
Alberto, Cristina o Milei, si no cambiamos esas políticas equivocadas el
destino es el fracaso. Es políticamente incorrecto, pero hay que hacerlo”,
remarca.
—¿Cuál es la
política económica más cara que se ha sostenido?
—No me animo a
decir un orden de magnitud. Sí que hay cosas que van a llevar más tiempo a
resolver que otras. El previsional es un tema que va a llevar más tiempo, pero
hay que empezar a resolverlo. El Estado no necesita un ajuste, sino un
ordenamiento. En el previsional se ve claro. Un ajuste es tocar la movilidad,
que la inflación licúe la jubilación, con eso bajo el gasto y zafo. Ahora, eso
implica juicios a futuro, con lo que estás subiendo el gasto. No arreglás nada.
Y ahí vemos una política de Estado. Lo hizo Macri, Cristina y ahora lo está haciendo
Alberto. Pero si uno toma la decisión de respetar la movilidad, pero elimina
los regímenes especiales, aunque sea gradualmente, y ver la administración de
las pensiones… Hay que hacer un ordenamiento previsional. Ordenar es solvencia
en el largo plazo y calidad, ajustar es otra cosa. Otro eje es simplificar el
sistema tributario. No se pueden tener tres impuestos sobre lo mismo. Hay un
costo burocrático muy grande que hay que pagar.
—¿Alcanza con
eliminar los regímenes especiales?
—En lo previsional
no vamos a tener una solución en el corto plazo. Pero los regímenes especiales
mueven el amperímetro. Aun así es plata. Otro punto es que ya hay 20% de las
personas que tienen múltiple beneficio, la jubilación y la pensión. La pensión
se inventó hace más de un siglo, cuando la mujer no trabajaba y no había
prestación para la vejez. Hoy eso se volvió un incordio administrarlo. No hay
una sola receta, hay que estudiarlo y debatirlo. Hoy la edad es de 65 años y la
mayoría se jubila antes. Un gran cambio sería que se respete esa edad de
jubilación.
—¿Qué rol tiene el
proceso inflacionario en la decadencia argentina?
—Esta política de
Estado de tener un desequilibrio permanente matemáticamente te lleva a que la
corrijas con inflación o deuda. Exceso de emisión para cubrir el déficit que
lleva a la inflación o exceso de deuda que te lleva al default. No sirve de
nada enojarse contra el aumento de precios. Si vos tenés 60 años en los cuales
gastaste más de lo que tenés, agotaste el endeudamiento y te viste forzado a
emitir mucho más de lo que la gente necesitaba, vas a tener inflación. No hay
instrumentos que compensen semejantes desequilibrios. Esto no se arregla con un
ministro de Economía mágico que revise el déficit con ajustes. El arreglo es el
ordenamiento. El ordenamiento tributario es muy necesario y relativamente
rápido, podés bajar la presión tributaria y burocrática y lograr mejoras de
ingreso. Y vinculado a eso está el ordenamiento federal. La coparticipación es
una trampa. Hoy tenemos un grupo de provincias, siete, que son las que ponen
más de lo que sacan. Y hay otros que reciben más de lo que ponen: Caba y las
del norte. Entonces las provincias ricas ponen para los aún más ricos, como
Caba, y para los pobres, para empobrecerlos más porque reciben cuanto más
pobres tienen. Nosotros planteamos volver a la Constitución y que cada
provincia se financie con lo que recauda y se generen fondos de convergencia
para asistir a los distritos más pobres. Los números dan. Hay que salir del
esquema perverso de subsidiar la riqueza de Caba o el empobrecimiento de los
más pobres.
—Ustedes plantean
que la izquierda debería alzar la bandera del ordenamiento para alcanzar
cambios de políticas públicas.
—Lo dice Carlos
Seggiaro que tiene una visión de izquierda. Un Estado financieramente débil,
con déficit, es un Estado que no tiene suficiente poder como para imponer cosas
y está supeditado a que lo financien. Una familia endeudada está a merced de
los bancos, de un prestamista o un usurero. Si yo quiero un Estado que transforme
la realidad, que sea capaz de mejorar la distribución del ingreso, las banderas
del progresismo, se requiere un Estado solvente y que tenga capacidad de
gestión. Es más una necesidad de un gobierno progresista que de uno liberal.
Hay que salir de la lógica de la grieta sobre si la discusión es más o menos
Estado. La discusión es mejor Estado. Si vos no mejoras el funcionamiento del
Estado da lo mismo.
—¿Con el dato de
la inflación de marzo está claro que estamos en un nuevo nivel del proceso
inflacionario, con el daño social que genera? Hoy ya estamos viendo familias
que deciden si comen o no. ¿Qué podemos esperar?
—Es muy triste ver
un país con la potencialidad de Argentina que fracase sistemáticamente al punto
de ver que la gente se quiere ir del país. Pero si no entramos de lleno en el
ordenamiento del Estado, vamos a fracasar siempre. Ojalá que el gobierno dé los
paliativos para que la situación no escale, pero lo central es el ordenamiento
del Estado. Hoy la situación social es muy dramática, qué aspiración puede
tener alguien más allá de comer. La agenda es súper complicada, pero no hay
salvación, no hay una medida mágica o un régimen monetario, todo lo que los
economistas vendemos muy bien. Este Estado, así como funciona, impide cualquier
plan de desarrollo.