Carlos A.N, Rivero
En el secundario, cursé
la materia Historia de la Literatura Española Antigua y Medieval, utilizando
como libro de texto el de Fermín Estrella Gutiérrez (era un libro ameno y
novedoso que releí varias veces, a pesar de que cursaba la especialidad perito
mercantil - bachiller). Al estudiar las páginas de los mesteres
de clerecía y juglaría, recuerdo que al pié de una había una cita que me
causó gracia pero quedó en mi memoria a pesar del tiempo transcurrido: decía
que normalmente las monarquías tenían problemas económicos por el nivel de
gastos de la nobleza, por lo que entre los escritos de la clerecía y los cantos
de la juglaría solían aparecer individuos que no aconsejaban reducir los gastos
(lo que posiblemente en el mejor de los casos le hubiese costado prisión), sino
que inventaban nuevas fuentes de recursos para el noble (serían acaso el germen de los actuales legisladores o
economistas?) y daba un ejemplo, el consejero preguntaba qué número de vasallos tiene el noble y cuál es el gasto de
cada uno por día para comer, supongamos 5.000 y un maravedí respectivamente,
entonces que cada vasallo ayune un día y aporte un maravedí, con lo que el
Tesoro contaría con 5.000 maravedís adicionales (alguna analogía con nuestra
realidad?).
Pero la costumbre de
gastar por sobre los recursos -que empobrecía a las masas que debían afrontar
mayores gabelas-, se puede encontrar también en los cantos goliardos (monjes y
universitarios pobres) de los siglos XII y XIII, con los que se quejaban de la
falta de comida, placeres mundanos y recursos materiales que tenían la Nobleza
y las Jerarquías de la Iglesia, que constituían el poder en aquellas épocas. Estos
cantos que fueron anotados en un códice descubierto en el siglo 19, y sirvieron
para que en la primera mitad del siglo 20 Carl Orff compusiese la cantata
Carmina Murana, donde el movimiento de apertura y cierre O Fortuna goza de singular éxito en la actualidad. Por lo que
podemos decir que la existencia de gobiernos con malos administradores de los
recursos públicos es de larga data.
Pero volvamos a la
actualidad y a nuestro país, hace décadas que recurrimos al crédito para solventar
los déficits presupuestarios y sin solución al problema seguimos recurriendo al
préstamo, ningún gobierno supo definir y aplicar un plan de reducción de
gastos, al que le han puesto un nombre que nadie se anima a pronunciar, salvo
que sea para rechazarlo: “Ajuste”.
En la última campaña de
renovación parlamentaria no se escucharon candidatos con programas de reducción
de gastos, algunos de refirieron al problema, pero sin profundizarlo y uno de
los que específicamente habló de reducir el gasto legislativo, a la semana de
asumir había confirmado más de 20 agentes.
En este momento en el
ámbito nacional hay 257 diputados electos para los cuales trabajan 4.990
agentes (o sea 19.4 agentes por cada legislador) y los 72 senadores en
funciones tienen 4.937 entre planta transitoria, permanente y contratos (68.5
agentes por senador). ¿Podrán nuestros legisladores explicar que trabajo
realiza cada uno de dichos agentes y donde prestan servicios? Similar situación
de puede apreciar en la Administración Pública Nacional y entes autárquicos.
Decía Aristóteles que
cuando la democracia se corrompe se transforma en demagogia, yo me animo a
completar el pensamiento diciendo que la demagogia para mantenerse necesita de
la existencia de la anarquía. Contemplemos el comportamiento de nuestra dirigencia
política y la podremos ver diariamente.