Reflexiones de un
joven profesional, que resume bien la realidad argentina
La política
argentina sigue sin rumbo. De un lado, el gobierno, un Frankestein
previsiblemente desastroso, mezcla indigesta de un kirchnerismo desesperado por
la impunidad y cada vez más recostado en la izquierda radical,con una mala
imitación de la socialdemocracia alfonsinista, pusilánime y que gobierna por
espasmos e improvisaciones. La improvisación en política, esa pasión argentina
de las últimas décadas.
La oposición, otro
reino de lo ambiguo. Aquella alianza impulsada por Macri y Carrió,
experimentada degustadora de victorias electorales y bailecitos insulsos,
eterna fundadora de la nueva Argentina, con sus poses de dudosa transparencia y
una incapacidad singular para diseñar y poner en práctica un plan realista a
futuro, se debate entre un ala dura, preocupada por la popularidad de discursos
antiestatistas que se llevan todo su caudal electoral y un ala socialdemócrata,
acaso tan sosa e inmaterial como el “albertismo”, que, igual que el gobierno,
tenazmente progresa en la senda de la Agenda 2030.
La novedad del
tablero, Milei, todo marketing y consignas fáciles, cosechador próspero de la
creciente bronca del electorado “de clase media”, sin programa de gobierno
definido. Está claro que muchos sectores nacionalistas y conservadores podrían
interesarse en él si su discurso no fuera de un antiestatismo absurdo y que
ninguna de las “nuevas derechas” ha puesto en práctica en el mundo. Tampoco es
un adalid confiable de la “batalla cultural” desde que su visión de la cultura
es que cada uno haga y diga lo que quiera, por lo que no tiene valores de
referencia para orientar la educación, por ejemplo, a nivel público.
El peronismo
histórico está absolutamente diluido en distintos sectores, y ninguno rescata
su esencia doctrinal primigenia que acaso podría darle consistencia a un futuro
proyecto auténticamente nacional. Por el contrario, los gobernadores del PJ
corren enloquecidos al albur de sus suertes electorales, adhiriendo mayormente
a la centroizquierda probadamente inoperante, demasiado cobardes para proponer un
proyecto que ofrezca una alternativa de centroderecha económica pero también
cultural, que es el pulso con el que late la mayoría silenciosa de los
Argentinos desde hace mucho.
El veredicto está
claro: si ninguno de los actores de peso exhibe y propone un programa de
gobierno sólido para el próximo turno electoral, y la situación económica no
termina colapsando trágicamente, votará el 50 % del electorado, crecerá la
mayoría anómica y harta, y el gobierno quedará en manos de un personaje
impredecible, todavía más a la deriva que en la hora actual. Sólo puedo pedir
que la Divina Providencia, Dios, Señor de la Historia, nos ayude y si nos
decide dar una lección más, aprendamos algo de una vez por todas.
Andrés Torres