para la llegada de
la ola nacionalista?
Francisco de
Santibañez
Foro Patriótico
Manuel Belgrano
“Me hierve la
sangre al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían
rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria”. Manuel Belgrano.
Uno de las de las
tendencias más importantes en los últimos años ha sido el resurgimiento del
nacionalismo en gran parte del mundo. Una nueva camada de líderes nacionalistas
-entre los que se encuentran Donald Trump, Narenda Modi, Boris Johnson,
Benjamin Netanyahu, Racep Erdogan y Jair Bolsonaro- no ha hecho más que
reflejar los cambios que se han producido dentro de sus sociedades están
modificado tanto la política doméstica como la internacional. ¿Llegará esta ola
también a la Argentina? Y de ser hacerlo, ¿debemos preocuparnos o alegrarnos?
Para entender
mejor ese fenómeno primero debemos definir a qué nos referimos cuando hablamos
sobre nacionalismo. Existen, de hecho, al menos dos formas de entender el
nacionalismo.
Para la primera,
el nacionalismo es una ideología que tiende a denostar a lo externo, a todo lo
que le es ajeno. Por ejemplo, el nazismo puede ser entendido en parte como un
producto de un conjunto de ideas que hoy vuelve a presentar peligros. Pero
también existe otra concepción sobre el “nacionalismo”, una a la que
denominaremos patriotismo. El patriotismo no se opone a lo externo sino que
se limita a celebrar los lazos culturales e históricos que nos hacen parte de
una misma comunidad. De esta manera, fomenta un sentido de unidad que a lo
largo de la historia le ha sido de utilidad a numerosos países para alcanzar el
desarrollo.
Efectivamente,
resulta difícil pensar que cualquier país pueda progresar si sus habitantes no
están dispuestos a hacer sacrificios personales. ¿Quién iría si no a la guerra,
poniendo en riesgo su propia vida, para defender a la comunidad de la que es
parte? ¿Quién estaría dispuesto a pagar impuestos para ayudar a sus
compatriotas más desfavorecidos? ¿O acaso los miembros más capaces de la
sociedad aspirarían a ser dirigentes? En definitiva, sin patriotismo una
sociedad tiende a estancarse o directamente entra en un proceso de decadencia.
El patriotismo
resulta especialmente necesario para una sociedad como la Argentina, en donde
los individuos tendemos a actuar sin considerar el bien común. Esto significa
que uno de los principales cambios culturales que necesitamos encarar es
sentirnos parte de una misma comunidad, dejando así de lado a uno de los
defectos que explican nuestra decadencia.
Por ejemplo, la
falta de consensos basados en una visión compartida se ve reflejada en nuestra
política exterior, víctima de la inestabilidad y de los cambios pendulares. En
efecto, pocas han sido hasta ahora las continuidades en temas tan sensibles
como Malvinas y nuestras relaciones con Estados Unidos. Este continuo zigzagueo
no ha hecho más que restarnos credibilidad e influencia, fenómeno que, si no
comenzamos a revertir, será aún más costoso en los próximos años debido a las
complejas transformaciones que viene experimentando el sistema internacional.
Un mayor grado de unión también traería reglas de juego más estables en el
ámbito económico, lo cual le permitiría a nuestro sector privado, hoy sumamente
debilitado, generar riqueza y empleos de calidad.
¿Cómo podemos
hacer para fortalecer nuestro patriotismo? En parte a través del diálogo y de
la construcción de confianza, pero también mediante la elaboración de un ideal
común. Para el pensador francés Joseph Renan lo que define a una nación no es
la pertenencia a un determinado grupo étnico, sino el deseo que tiene una
población de vivir junta, el saber “que han hecho grandes tareas en el pasado y
que harán aún más en el futuro”. No es casualidad que en Estados Unidos se
celebre el “sueño estadounidense” y que las autoridades chinas promuevan
activamente el surgimiento de un “sueño chino”. ¿Cuál debería ser, podemos
preguntarnos, el sueño que logre unir a los argentinos?
Resultará, sin
embargo, difícil avanzar en la construcción de estos lazos si las que terminan
imponiéndose son concepciones que ven en la sociedad una mera suma de
individuos sin nada que los una o un escenario en donde debe producirse una
lucha de clases. Por el contrario, estas visiones tienden a incrementar aún más
la anomia social y las divisiones.
Es muy probable
que la ola nacionalista que está atravesando el mundo llegue a la Argentina.
Como país, no poseemos ninguna característica particular que nos haga pensar
que podríamos quedar marginados de un fenómeno global. Es importante entonces
que cuando este sentimiento surja sepamos canalizarlo de una manera
constructiva; que esta ola derive en un patriotismo que ayude a fortalecer
nuestra sociedad y no en un nacionalismo xenófobo que incremente aún más
nuestras divisiones y nos termine enfrentando, de manera innecesaria, con otras
naciones. Esto requerirá de una dirigencia -políticos, empresarios,
intelectuales…- que esté a la altura del desafío.