Daniel Molina
·
Medium.com, Feb
10, 2024
La biblioteca
política ha sido superada: no hay libros que permitan explicar el gobierno de
Javier Milei. No porque la revolución que Milei propone sea de tal magnitud que
nadie la haya pensado, sino porque nada de lo que el Presidente de los
argentinos hace tiene nada que ver con la política. Es el primer presidente
elegido democráticamente en la historia universal que no quiere gobernar. El
único interés de Javier Milei es conseguir likes en Instagram y favs en
Twitter. Milei no es un político sino un influencer que usa el lugar político
que logró en la elección de noviembre pasado para posicionarse mejor en las
redes sociales.
Hace unos 15 años
que los que estudian las tendencias culturales y políticas vienen detectando
que una parte considerable de la población de las democracias están hartos de
las formas políticas tradicionales y apuestan a candidatos que les dicen que
van a terminar con el sistema. Donald Trump, Jair Bolsonaro y la ultraderecha
holandesa son parte de ese movimiento que encumbra a políticos que prometen
acabar con la política (tradicional).
Pongo entre
paréntesis la aclaración “tradicional” porque tanto Bolsonaro como Trump (y la
ultraderecha holandesa o la italiana Meloni o el partido español Vox) más que
terminar con la política quieren terminar con una forma progresista de hacer
política: un progresismo que comenzó avalando la ampliación de nuevos derechos
y ha terminado cazando brujas por decir un chiste “incorrecto”. Y todo eso
mientras la desigualdad económica y la pérdida de poder adquisitivo de los
salarios condena a los menos privilegiados a vivir cada vez peor.
Pero ni Vox ni la
ultraderecha holandesa, y menos aun Bolsonaro o Trump (a pesar de las formas
disruptivas de su política) eran realmente militantes antipolíticos. En
realidad son conservadores o reaccionarios que quieren imponer una política de
derecha (desde una derecha conservadora a una extrema derecha, rozando el
fascismo o el nazismo). No es que quieren terminar con las formas políticas,
sino que quieren terminar con el predominio de la izquierda y los partidos
socialdemócratas e instalar una política reaccionaria.
Milei también es
espiritual e ideológicamente reaccionario: quiere volver el mundo atrás. Como
todos los reaccionarios ve el ideal al que quiere dirigirse en el pasado:
quiere revivir el siglo XIX. Quiere borrar el siglo XX y su legado de luchas
por los derechos de los oprimidos. Todo eso (desde Martin Luther King a Mahatma
Gandhi, del sufragio femenino al fin de la discriminación racial, incluyendo
los derechos de los trabajadores a tener vacaciones y aguinaldo) le parece un
invento comunista para destruir el paraíso que fue, para su forma de ver el
mundo, el siglo XIX.
Pero la lucha de
Milei no es política. No quiere instaurar un gobierno reaccionario (aunque todo
lo que hace va en ese sentido). Quiere que no haya gobierno. No solo está en
contra de la existencia del Estado -salvo para usar las fuerzas de seguridad
para reprimir a los que protestan: su liberalismo es muy extraño, ya que no
tolera que haya alguien que piense distinto que él-, está en contra de que el
gobierno gobierne: es decir, planifique, gestione, solucione problemas,
proponga planes.
Yo pensé durante
el primer mes de Milei que no sabía gobernar. No sabe. No tiene la menor idea.
Sobre política de Estado y gobierno Milei es tan ignorante como sobre Física
nuclear. Pero eso no le importa porque (lo descubrí muy recientemente) él no
quiere gobernar: quiere conseguir likes. Quiere ser aplaudido en las redes
sociales. Quiere ser aplaudido. Va a Israel a bailar al Muro de los Lamentos.
En todos lados va con su equipo de producción de imágenes trabajadas por
inteligencia artificial para hacer que su cuerpo (rechoncho, avejentado, con
papada y arrugas) parezca el de un personaje de historieta. Se sueña un héroe
de un comic de Marvel, como Batman o Flash.
Todo la energía de
su gobierno está puesta en producir eventos que puedan verse en Instagram. Va a
Mar del Plata a besar al estilo de los videos de PornHub a Fátima Flórez sobre
el escenario en el que ella hace un espectáculo de imitaciones. Hay en esa obra
virtual que interpreta todo el tiempo Milei una metáfora de su gobierno: hace
como que besa, hace como que gobierna, hace como que es un superhéroe, hace
como que es flaco, lindo y sin papada.
Somos el primer
país que tiene un gobernante que no gobierna. No es que gobierne mal o bien. No
quiere gobernar. Solo quiere instagramear. Para eso, por el papel que eligió
representar (“Presidente de la Nación Argentina”) tiene que simular que
gobierna, pero lo hace irónicamente, de chiste. El 56% eligió eso en noviembre
pasado. No sé si ahora que lo ve en acción le gusta tanto.