Frente a la
Emergencia Social "Ingreso Básico Universal*
Por Mario
Mazzitelli
Ayllu, febrero 10,
2024
Una administración
insana.
A dos meses del
inicio de una administración insana, todo ha empeorado. Devaluación, inflación,
derrumbe del consumo, de la actividad comercial, de la producción industrial,
de la inversión. Se hundió la compra de alimentos (más del 35%) y de
medicamentos (más del 40%) Una fuerte caída en la recaudación fiscal abre la
puerta a un futuro incremento del déficit, con las consecuencias nefastas que
esto conlleva. Preanuncio de nubarrones económicos con fuertes chaparrones
sociales.
La excepción,
pueden ser algunas actividades: producción agropecuaria, balanza energética,
crecimiento de la minería. Pueden servir como fuente de dólares, ayudando a
calmar -probablemente- el ritmo inflacionario. Pero los beneficios aparecen tan
concentrados en un pequeño sector de la sociedad, que el derrame será irrisorio
para el resto. Ahondando la injusticia social.
Si veníamos en un
camino sinuoso, antes que la necesaria armonía para un buen tránsito, se nos
invita a una gran frenada. Con la presunción que, rápidamente, los melones se
acomodarán en el carro. Una fantasía sobre los macro equilibrios espontáneos
que nunca se verificó. Frente al evidente deterioro y a la espera de un milagro
por parte de las fuerzas del cielo, hizo bien el presidente en viajar 12.726 km
para poder llorar, sin reservas, en el muro correspondiente.
Insisto.
Socialmente tenemos una situación alarmante. Los indigentes son más y están
peor. Igual los pobres. La clase media baja, que podía sostener un alquiler con
cierta dignidad, observa que no puede pagar los nuevos valores. La clase media
acomodada restringe gastos o des-ahorra para mantener su nivel de vida. Los
jubilados al horno. Todos los días pasa alguien por la puerta de mi casa
pidiendo algo para comer. En fin.
Este vuelve a ser
otro momento indicado para implementar un Ingreso Básico Universal. Invertir
hoy, donde hay que invertir, en el valor humano. Erradicar la pobreza y luego
darnos el tiempo de debate inteligente para resetear la economía argentina y,
democráticamente, sacar el país adelante; en el marco de una “unidad nacional sin
pobres ni indigentes”. Con más Justicia, menos castas y menos privilegios.
El hambre
Con mucha
delicadeza y en forma diplomática la Conferencia Episcopal Argentina sostiene
que “cientos de miles de familias” tienen problemas para “alimentarse bien”.
Agrego yo que: en el país de los alimentos, millones de argentinos están
tapando el hambre con pan, papas, harina, polenta, azúcar, fideos, arroz…en un
proceso de mal nutrición con efectos degradantes de las capacidades humanas, en
particular para los niños y los jóvenes. Sigo. La iglesia sostiene que “la
comida no puede ser una variable de ajuste” y que los comedores comunitarios no
pueden ser privados de la asistencia para que no se profundice “la crisis
alimentaria”. Bien.
Los obispos,
insospechados de atacar políticamente al presidente argentino (recibido por el
Papa Francisco en el Vaticano) sostuvieron que “no son suficientes los
paradigmas tecnocráticos, sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos, es
necesaria la comunidad”. Sumaron que “la inflación desde hace años crece día a
día y pega fuertemente en el precio de los alimentos”, haciéndose sentir en “la
clase media trabajadora, los jubilados y aquellos que no ven crecer sus
salarios”. Bien.
A la Conferencia
Episcopal le acerqué hace muchos años el libro (de mi autoría) “Socializar la
Herencia Difusa”. Una propuesta concreta, sencilla y práctica de un “Ingreso
Básico Universal para erradicar la pobreza”*. No mitigarla, erradicarla. Junto
a miles de militantes por una Renta Básica Universal, escuché con gusto al Sumo
Pontífice (el primer Papa latinoamericano de la historia) decir que “un Ingreso
Básico (el IBU) o Salario Universal” es necesario “para que cada persona en
este mundo pueda acceder a los más elementales bienes de la vida”. “Es justo
luchar por una distribución humana de estos recursos.” Parece que los amigos de
la CE de la Iglesia Católica se olvidaron de estas palabras del Papa Francisco.
Una pena.
Donde hay una
necesidad básica insatisfecha, nace un derecho humano inalienable.
Aunque la frase de
Eva Perón “Donde hay una necesidad, nace un derecho” es de fácil comprensión;
la derecha paleo-liberal logró desacreditarla, planteando falsamente el
carácter infinito de las necesidades. Así, si cada derecho implica un gasto,
con recursos limitados y necesidades infinitas; se plantea una imposibilidad
práctica y lógica de cumplir el mandato. De esta forma se resigna el impulso
solidario de socorrer, con una mano amiga, al caído.
Con esta falsedad,
han logrado que muchos bajen los brazos en torno a una consigna tan justa,
necesaria y virtuosa. Es falsa porque nadie piensa que para ser feliz debamos
contar con recursos infinitos. Estoy seguro que el 99,9% de los argentinos
pondría un ingreso sensato para cubrir sus necesidades y tener un buen vivir.
En el caso del 75% empobrecido por políticas nefastas, con poco harían mucho.
Necesitan un pequeño motor de arranque para elevar sus condiciones materiales
de vida, junto a la mirada de su destino.
De eso se trata,
de devolverles la dignidad a todos. Volver a enaltecer las Fuerzas Morales de
la sociedad, como bien planteara José Ingenieros. Volver a darle impulso a
nuestra forma de vida. “La Democracia es el régimen de la libertad fundado en
la igualdad de clases”, decía en el Dogma Socialista de 1837, Esteban
Echeverría. Nada nuevo. Volver al “deber ser” de Leandro Alem. A la obra
legislativa y académica de Alfredo Palacios. La dignidad de Lisandro de la
Torre. Etc. Por otro lado, desde la producción de bienes materiales, si
coincidimos que el desarrollo de las fuerzas productivas pasa por un sistema
integrado por: la educación, la ciencia, la tecnología, la producción, el
comercio y el consumo; la perpetuación de la pobreza cristaliza la realidad,
condenándonos al atraso. Y el atraso, a la dependencia, el saqueo, la fuga, la
descapitalización, la desinversión…la pobreza. Un verdadero círculo vicioso en
el que estamos andando hace 10 lustros.
Hacia adelante, si
concordamos que “Donde hay una necesidad básica insatisfecha, nace un derecho
humano inalienable”, seguramente un Salario, Renta o Ingreso Básico Universal
(fuente de progreso y prosperidad) será tema ineludible de la próxima etapa
política de la Argentina. Los prejuicios elaborados durante la sobremesa de los
ricos, no deberían inhibirnos para resolver este asunto.
¿Capital Humano?
No quiero pasar
por alto la nueva denominación del Ministerio de Capital Humano. Yo lo llamaría
Ministerio con la capacidad de degradar un sujeto transformándolo en objeto.
Decía el viejo
dicho: el pez por la boca muere. Es que al abrir la boca, decir o escribir
algo; se delatan conceptos, ideas, prejuicios; que no se admitirían en otras
circunstancias. Algo así como el papel de los actos fallidos. Eso pasa con el
nuevo título del ministerio Capital Humano.
Me explico. Los
economistas clásicos sostenían que la producción de bienes o servicios tenían 3
factores: TIERRA, TRABAJO y CAPITAL. Veamos.
TIERRA. Es fácil
entender que estamos en el planeta tierra. Que precede nuestra existencia en
millones de años y sin él nada podríamos producir. Toda la materia de nuestra
existencia la tomamos de la tierra.
(También es
posible comprender que somos una especie emergente en un astro del sistema
solar. Que estamos afirmados al suelo por efecto de la fuerza de gravedad. Que
todo lo que nos compone y nos da vida -oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno,
calcio, fósforo, potasio, azufre, sodio, cloro, hierro, magnesio, flúor, cinc,
cobre, silicio, vanadio, estaño, selenio, manganeso, yodo, níquel, molibdeno,
cromo y cobalto- es el barro del que somos producto. Todo lo que nos nutre está
dado por la tierra. También por el cielo, y en particular el sol, que tienen un
rol indispensable. Este mundo que nos rodea es el que nos compone y nos da
aliento)
TRABAJO. Los
humanos no vivimos como seres inertes. Somos activos por naturaleza. Tenemos un
cuerpo y un espíritu que nos impulsa a hacer cosas. Nos distinguimos porque
somos sociales, curiosos, inquietos, disconformes, creativos, laboriosos, etc.;
desde el principio de nuestros tiempos. Eso se manifiesta en la capacidad de
trabajar. Somos sujetos, en gran medida, por lo que hacemos. Nuestro trabajo
nos da identidad (carpintero, ingeniero, productor, industrial, juez, ladrón,
etc.) y define nuestro papel en la sociedad. Somos sujetos.
CAPITAL. Es fruto
del trabajo. Son las herramientas que fuimos creando y perfeccionando como
especie. Con la capacidad heredarlas sucesivamente (de generación en
generación) junto a las destrezas, ideas, instrumentos, aditivos, etc. que, de
manera acumulativa van dando saltos cualitativos. Así de las piedras, hachas,
arcos y flechas, etc., llegamos a la micro ingeniería electrónica, la
manipulación genética o la industria satelital, alcanzando niveles que nos
sorprenden. Hemos creado el mercado, el dinero, el Estado, etc. Un cúmulo de
objetos con los que cambiamos el mundo. Son objetos.
¿Cómo se
transforma un sujeto en un objeto? La metamorfosis
Si tenemos 10.000
años de mercado, solo tenemos 250 años de capitalismo. Uno de las grandes
deformaciones del capitalismo es hacer un fetiche de los objetos. Pidiéndoles
más de lo que realmente nos pueden dar y viendo en ellos algo distinto a lo que
realmente son. No lo digo yo, lo dijo el multimillonario Steve Jobs cerca de su
muerte: “A medida que crecí me di cuenta de que un reloj de $300 y uno de
$3.000. 000 muestran la misma hora. Que con un automóvil de $150.000 y uno de
$15.000. 000 podemos llegar al mismo destino.” Anteponer los objetos a los
sujetos es muy propio de la cultura capitalista. Por un objeto (para defenderlo
o robarlo) se mata a un sujeto.
El capitalista,
cual bestia sedienta de dinero, ve que el tiempo es oro, que un árbol es papel,
que un bosque es un obstáculo para su negocio, que un pueblo originario es un
estorbo para su extractivismo y que los seres humanos solo son apreciables si
producen plusvalía para acrecentar su masa monetaria. Su capital.
Así a Elon Musk,
Jeff Bezos, Warren Buffett, Bill Gates, Mark Zuckerber o Carlos Slim o entre
nosotros a Marcos Galperin, Gregorio Pérez Companc, Alberto Roemmers, Alejandro
Bulgheroni, Eduardo Costantini, Eurnekian o Elsztain; los evaluamos por su
capital, por la cantidad de dinero y bienes acumulados. Así tenemos capital
financiero, capital petrolero, capital agrario, capital monetario, capital
industrial, etc. y CAPITAL HUMANO.
Cada forma del
capital tiene un único objetivo: acrecentar la masa de dinero de los
propietarios. En la dinámica de la competencia capitalista, aquella parte del
capital que deja de rendir dividendos pasa al estado de liquidación.
Destrucción de capital para reemprender el ciclo. Esto se refleja en la cabeza
de nuestros funcionarios. Para ellos los viejos “no” son los sabios cuya preservación
es inteligente para el desarrollo de la comunidad. Son viejos que generan gasto
público. Lamentablemente, como cualquier otra forma de capital, deben ir al
basurero. “Necesitamos más gente como Adorni –actual vocero presidencial- que
mate jubilados”, dijo la actual diputada nacional que responde a Javier Milei,
Lilia Lemoine. “Necesitamos más gente como Adorni que mate jubilados”.
No solo los viejos
sobran. Desde otro ángulo, la revolución científico, tecnológica, productiva;
con la robotización, automatización y la informática; volcadas al agro, la
industria y los servicios, multiplica la producción, al tiempo que disminuye la
necesidad de mano de obra. Por eso, las lagunas de desocupados (ejército de
reserva de mano de obra) van transformándose en verdaderos mares, encaminados a
ser océanos de miles de millones de personas incapacitadas de generar plusvalía
para el capital. Para el capitalismo, es material humano sobrante. Una masa
parasitaria sin función para los capitalistas (más allá de las muchas buenas
personas que podamos encontrar entre ellos)
Para los
humanistas, en cambio, representan la grandeza de la humanidad. La posibilidad
que todos puedan realizar una vida digna. En la que aporten (deberes) unas
pocas horas de trabajo a las más variadas actividades, que durante varios
siglos va a ofrecer el planeta. Así las tareas de solidaridad, cuidado del
ambiente, embellecimiento, producción artesanal, entretenimiento, deportivas,
etc. se complementarán con las planificadas actividades agropecuarias, de
pesca, mineras, industriales, de servicios…Dos miradas e intereses chocan. La
lucha es inevitable.
El valor humano.
El valor humano,
que es la única medida de todos los valores, está siendo menospreciado,
humillado y transformado en objeto. Es la conciencia, organización y fuerza de
los sujetos, las que pueden corregir este desvío. Lógicamente, cambiando el
régimen que nos degrada por otro que nos eleve. Un Ingreso Básico Universal es
apenas el primer paso en esa dirección. Pero, como dicen los que marchan a ver
a la Virgen, sin el primer paso en Liniers no se llega a Luján.
• Sobre la
propuesta concreta, su fácil puesta en práctica, su rápida implementación
progresiva, su nulo costo fiscal, las respuestas a sus detractores, las
virtudes emergentes de su aplicación, etc. remito al libro “Socializar la
Herencia Difusa”. O para quienes quieran investigar el tema, la multitud de
publicaciones nacionales e internacionales que justifican su pronta
implementación. Aquí. Y ojalá en el mundo.
Mario Mazzitelli
es dirigente del Partido Socialista Auténtico. Periodista y escritor