Jorge Asís
Infobae, 26 Feb, 2024
Nachito -pobre- no
sabe entender un contrato (es la muestra del deterioro de la educación). Los
políticos de la casta son todos ladrones. Petro es el comunista asesino que
lleva a Colombia hacia el hundimiento. López Murphy es una basura que traiciona
las ideas.El Congreso es un nido de ratas. La señora Lali Espósito vive de la
billetera del Estado que descuidan gobernadores desprendidos como Llaryora o
Quintela.
Antología
selectivamente escatológica del estadista Javier Milei, El Psiquiátrico.
Dirigente sorprendentemente disruptivo que trepó hacia la presidencia para
acelerar en las curvas. Para destrabar la cultura decadente y estancada por el
encadenamiento monótono de los fracasos institucionales.
El teorema es -en
efecto- de interpretación simple. “Si Mauricio y Alberto la chocaron
perfectamente Milei tiene también el derecho a chocar”.
Objetiva legitimidad
Las ideas de
cambio de La Libertad Avanza -artificio ultraderechista que orienta Milei-
fueron resistidas por un miserable 44% de la población. Después de 80 días de
desastre anarcocapitalista nada indica que el porcentaje se haya debilitado.
Probablemente persistan los arrepentidos ocultos por haber gritado “viva la
libertad carajo”. Y por haber sufragado con resignado entusiasmo por la
alternativa innovadora.
Irreparablemente,
Milei tenía su derecho a chocar. Nadie cuestiona su objetiva legitimidad. El
problema reside en que «Milei Cumple», como Perón. Pero arrancó demasiado
pronto con la epopeya enloquecida de estrellarse.
En cuanto Eduardo
Belliboni lo primereó con el desafío movilizador, fue inmediatamente
neutralizado con la distensión del DNU. Fue el prefijo de la Ley Ómnibus que
mantuvo la intensidad del tsunami durante los 30 días ardientes de enero. Hasta
signar la gran derrota legislativa que mediante la artesanía del discurso Milei
intentó tergiversar en triunfo. Y plantarle, incluso, un saldo audazmente
positivo. Porque ahora la sociedad puede percibir quienes son los patriotas de
verdad que apoyan el delirio del cambio. Y quienes son los mercenarios que
prefieren solo hablar del cambio, para mantener los privilegios explicablemente
defensivos de la casta.
Con prepotencia
narrativa se puede acceder al ballotage y hasta ganar las elecciones. Pero
cuesta gobernar desde las redes sociales cuando se carece de suficientes
legisladores en las pajareras de Diputados y de Senadores. Y cuando en
simultáneo se carece del deseo natural de negociar. Que implica, en política,
conceder.
El otro Perro
Trump
Lo más grave -y
acaso lo peor de la actualidad política- es que Milei es demasiado inteligente.
Y lo demuestra. Cree que juega de verdad en las grandes ligas. «En la Champions
League». Se comprende que no pueda desgastarse en atender los chiquitajes
domésticos de Nachito. La misión que se atribuye es lo suficientemente
ambiciosa para preocuparse por minimalismos intrascendentes. O por los dramas presupuestarios
de gobernadores como Nachito. Legitimados -todos- por la categórica objetividad
del sufragio.
Así las
adversidades se le vengan en caravana, a Milei, lejos de contenerlo, lo
estimulan. No tolera ningún cuestionamiento crítico, ni siquiera el menor
desplante. Corresponde a la identidad astrológica del Perro de Metal.
Exactamente le pasa como al otro Perro (pero de Fuego) Donald Trump.
Lo que menos Milei
se encuentra en condiciones de controlar es la magnitud de su monumental
egolatría. Como tampoco puede (ni quiere) evitar las reacciones intempestivas
del temperamento alborotado. Derivan en sentencias sustanciosas para la
ontología escatológica.
Resta preguntarse
si un personaje como el Perro Milei aspira verdaderamente a resolver los
problemas estructurales de la Argentina. O solo se propone, acaso,
denunciarlos. Enunciarlos. Para polemizar con su impotencia. Con la esperanza
lícita de ser expulsado rápidamente de la presidencia. A través del juicio
político (que en silencio muchos imaginan). O a puntapiés en el centro del ego
(como secretamente muchos desean).
Mientras aquí los
gobernadores ardían (y los difamados peronistas disfrutaban anticipadamente el
virus de la reparación), el Perro Milei se desplazó con la señora Karina, La
Tarotista, hacia Estados Unidos. Solo para capturar una fotografía con el otro
Perro Trump. Para abrazarlo con un cholulismo desbordante en el evento
patológicamente marginal de extremistas emotivos de la derecha nostálgica. En
efecto, Milei se disponía a bajar líneas insólitas en la Champions, mientras
Nachito, bastante harto, hostigaba desde el sur con la extorsión mediática de
cerrar las canillas del petróleo.