La Vanguardia
El silencio sepulcral de la biblioteca de San
Francisco se vio interrumpido de golpe el 1 de octubre de 2013. Varios agentes
del FBI se abalanzaron sobre un joven de 29 años de aspecto inofensivo y de
nombre Ross Ulbricht. Acababan de detener al presunto rey de la droga en
Internet y la principal prioridad era que Ulbricht no pudiera cerrar su
ordenador portátil y desmantelar, en un par de clicks, el mercado online de droga
más grande jamás creado.
Un tribunal de Nueva York condenó el viernes a
Ulbricht a cadena perpetua por ser el ideólogo y responsable de Silk Road (Ruta
de la Seda, en su traducción), una web con una estructura parecida a eBay en la
que más de 150.000 internautas estuvieron comerciando con estupefacientes y
otros objetos ilegales desde febrero de 2011 hasta la detención de Ulbricht. La
juez de distrito Katherine Forrest le condenó por narcotráfico, blanqueo de
dinero, violación informática y otros cuatro cargos criminales, en el caso de
cibercrimen más importante de la última década en EE.UU. “Lo que hiciste con
Silk Road fue terriblemente destructivo para nuestra sociedad”, le espetó la
magistrada a Ulbricht el viernes, tras comunicarle la condena.
Conocido como Joshua Terry por sus compañeros de piso
en San Francisco, licenciado en Física y proveniente de una familia de clase
media de Austin (Texas), Ulbricht se convirtió poco a poco en el capo digital
de la droga, amasando millones de dólares provenientes de la comisión del 15%
que se adjudicaba por cada transacción en Silk Road. El FBI aseguró, tras su
detención, que se le incautaron más de 20 millones de dólares en bitcoins, una
moneda virtual, encriptada e independiente de gobiernos, bancos o empresas de
procesamiento de pagos, que se usaba en Silk Road para mantener el anonimato en
las transacciones.
Ulbricht no tenía teléfono móvil, pagaba siempre en
metálico y no se despegaba de su ordenador portátil. Sus amigos pensaban que
era un trader bursátil que, como tantos otros, se había desplazado a California
para probar suerte en el sector tecnológico. Nadie sabe cómo este antiguo boy
scout, aficionado a tocar el djembé, se convirtió de la noche a la mañana en
Dread Pirate Roberts, el alias que usaba en la página. Un alter ego que a
medida que aumentaba su fortuna y el éxito de su web tenía cada vez actitudes
más grandilocuentes y que incluso mandó asesinar a la poca gente que creía que
le podría delatar (la acusación consideró que al final ninguno de los asesinatos
se llevó a cabo).
Darse un paseo por Silk Road -cuando estaba abierto-
mostraba la dificultad de poner límite al tráfico de productos ilegales en la
deep web. En la página había disponibles más de 10.000 productos, de los cuales
casi 7.000 eran drogas: éxtasis, cocaína, LSD... todo de primerísima calidad,
según aseguraban en su día sus usuarios habituales. Para evitar ser
localizados, los que accedían a Silk Road usaban el navegador Tor, que impide
rastrear la dirección IP y que goza de gran popularidad entre los disidentes de
países como China, Irán o Siria, en los que existen fuertes limitaciones a la
hora de navegar. Curiosamente, este navegador fue impulsado y financiado por la
Marina de Estados Unidos para proteger sus comunicaciones.
Después de licenciarse en física, Rossman, como le
conocían sus amigos de infancia, empezó a interesarse por la economía. Tras un
par de intentos fallidos de crear su propia empresa, empezó a trabajar con un
amigo en un negocio de compra de libros viejos que luego vendían en Amazon. Fue
ahí donde Ulbricht descubrió los bitcoins y el gran poder del comercio en
Internet.
“Quiero crear una web donde la gente pueda comprar
cualquier cosa de manera anónima sin posibilidad de ser rastreado”, escribió en
su diario. A mediados de enero de 2011, Silk Road abría sus puertas. La primera
transacción fue la venta de unas setas alucinógenas cultivadas por el propio
Ulbricht, el cual estaba seguro de que su nueva web marcaría un antes y un
después. “Silk Road se convertirá en un fenómeno y al menos una persona me
vendrá a hablar de ello sin saber que yo soy su creador”, aseguró en su diario.
Fue entonces cuando Ulbricht se convirtió en Dread
Pirate Roberts, un usuario anónimo que desafió al Gobierno, el FBI, la DEA y
los servicios secretos estadounidenses, que intentaron sin éxito descubrir su
verdadera identidad durante años. Pero Dread Pirate Roberts también se
convirtió en una especie de Steve Jobs de la despenalización de las drogas. Un
visionario que había inventado un sistema que impedía a las autoridades
fiscalizar la compraventa de estupefacientes, sacaba la droga de la calle y
signficaba el primer paso para crear una economía digital independiente de
cualquier Estado o Gobierno.
Dread Pirate Roberts era un avanzado que había creado
un sitio en el cada uno podía comerciar con lo que quisiera, siempre y cuando
no hiciera daño a nadie. Silk Road se convirtió en poco tiempo en una web de
culto con decenas de miles de adeptos. “El mercado de drogas en la deep web
aporta un marco mucho más seguro”, explica Nuria Calzada, coordinadora de la
entidad Energy Control, dedicada a promover la reducción de riesgos en el
consumo de drogas. “La gente no ha de ir a la calle a buscarla”.
Fernando Caudevilla, médico de familia de Madrid y
especialista en prevención de riesgos en el consumo de drogas, trató
directamente con Ulbricht durante unos meses e incluso testificó por carta en
el juicio que se celebró en Nueva York. Caudevilla cobraba unos 500 dólares
semanales en bitcoins, provenientes de donaciones, a cambio de aconsejar en los
foros de Silk Road sobre cómo consumir drogas de la manera más segura o, si lo
consideraba, desaconsejaba el consumo de ciertas sustancias. “Era una persona
concienciada con la reducción de riesgos”, explica de Ulbricht, “hablamos tres
o cuatro veces por mail y me comentó que le interesaba mucho mi trabajo”.
La investigación para acabar con Silk Road duró varios
años e implicó diversos cuerpos policiales. Las pesquisas incluyeron visitas a
servidores localizados en Francia e Islandia, agentes encubiertos del FBI que
han acabado encarcelados por embolsarse bitcoins de Ulbricht y serias dudas
sobre cómo las autoridades consiguieron identificar al escurridizo Dread Pirate
Roberts. Como explica Caudevilla, “la historia da para una serie de cinco
temporadas”.
Durante el juicio se presentaron dos versiones muy
diferentes de Ulbricht. La defensa lo mostró como un joven idealista, algo
naif, al que se le fue de las manos su proyecto de crear un mercado libre. La
acusación, en cambio, lo pintó como un malvado capo de la droga que destrozó
miles de vidas. Incluso testificó el padre de un joven que murió por sobredosis
de heroína, presuntamente adquirida en Silk Road.
Ulbricht imploró en una carta a la juez que no le condenara
a cadena perpetua y le “dejara ver una luz al final del túnel”. “Sé que debo
pasar mi mediana edad en la cárcel, pero déjeme pasar mi vejez en libertad”, le
suplicó. La juez no tuvo en cuenta la petición de Ulbricht y optó por una
sentencia ejemplar para evitar que se repita algo parecido.
Está por ver si la dura condena, que todavía se puede
recurrir, va a servir de algo. Unos días después del cierre de Silk Road
apareció Silk Road 2.0. Y con el tiempo surgieron otras páginas parecidas como
Evolution o Ágora, donde también se pueden comprar todo tipo de
estupefacientes. Se calcula que ahora mismo hay en la deep web más de 10
páginas inspiradas en Silk Road. Y también que las ventas se han más que
doblado. Como comenta Caudevilla, “es complicado ponerle puertas al campo”.