MATHILDE FORESTIER
El Movimiento, 21 de julio de 2017
El movimiento identitario cada vez se hace más visible
en el paisaje mediático. Mientras los “medias” le dedican artículos y
reportajes, la sociedad francesa no parece prestar demasiada atención al
fenómeno. Aún peor, los trabajos universitarios, concentrados sobre el Front
National (FN), pasan sobre el tema como si no existiera. El movimiento
identitario, ¿se considera simplemente como un grupúsculo más? ¿Funciona como
todos los demás y reivindica lo mismo que la derecha radical tradicional? ¿Se
trata solamente de unos cuantos jóvenes que necesitan algo de acción?
¿Qué significa ser identitario? ¿Qué visión del mundo
quieren transmitir? ¿Cómo están organizados? Estas son las cuestiones que
intentaremos responder aquí. Se utilizará para ello un retrato del movimiento.
Y será cuestión de explorar, de una parte, el terreno ideológico sobre el que
se fundamenta el movimiento. De la otra, las formas de acción de este
movimiento y su organización interna y estratégica.
Sistema de pensamiento y concepción del mundo: el
miedo a la uniformización
Tras la disolución en 2002 del grupo de la derecha
radical Unité Radicale por el gobierno francés con motivo del intento de
asesinato contra Jacques Chirac, Fabrice Robert, portavoz del grupo, funda el
partido político Bloc Identitaire (BI) y se convierte en presidente hasta la
actualidad.
A través del BI, Fabrice Robert quería crear una nueva estructura
legal. Según sus propias estimaciones,
el movimiento identitario reuniría actualmente a unas 3.000 personas –miembros
políticos activos– sin contar con los miembros o simpatizantes de otras organizaciones
vinculadas o colaboradoras de carácter social, cultural o incluso
caritativo. El periódico Rue89 estima
que más de la mitad de los militantes tienen menos de 30 años. El movimiento
identitario agrupa al partido político Bloc Identitaire, al movimiento de
juventud Génération Identitaire y a la asociación Les Identitaires, encargada
de la formación y de la animación intelectual, que es hoy la denominación
oficial del movimiento. El movimiento identitarios se apoya también con fuerza
en las iniciativas locales, tales como Nissa Rebela o Alsace d'abord.
A éstas se añaden satélites tales como la agencia de
prensa en línea “novopress.info”. Las publicaciones identitarias son
reconocibles por las siglas “ID” –ediciones “IDées”, el boletín trimestral
IDentitaires, la revista ID magazine, publicación de doctrina, análisis, así
como entrevistas y de formación.
Génération Identitaire, pequeño movimiento en la
familia identitaria, fue lanzada en 2012 con la acción de ocupación de la
mezquita de Poitiers. Representa el movimiento de juventud del movimiento
identitario y se prodiga en internet. Utilizando los métodos de comunicación
viral y buscando la atención de los “medias”, GI se apoya mayormente en
representaciones simbólicas, haciendo más sencillo comprender a qué se refieren
los jóvenes identitarios cuando hablan de identidad, de Francia y de la
historia.
Los militantes de GI se visten de colores amarillo y
negro y han tomado como símbolo la letra griega “lambda” (^), que es también
una referencia a los espartanos (spartiatas), especialmente a la película “300”
realizada por Zack Snyder. El film 300,
que es la adaptación del cómic de Frank Miller del mismo nombre, no es sólo una
película popular que relata las guerras médicas entre griegos y persas. Este
film está cargado de simbolismo para los militantes identitarios: los
espartanos (representantes de la civilización europea) repelen la invasión de
los persas (civilización no europea, originaria de Oriente Medio, hoy tierra
musulmana).
La analogía con los objetivos de los Identitarios es total: los
europeos rechazan la invasión musulmana. Pero la representación simbólica va
todavía más lejos: los espartanos son representados como filósofos y defensores
de la democracia frente a los persas, representados como hordas de bárbaros.
Esta es la razón por la que el film suscitó vivas críticas en la esfera
intelectual. Así, los Identitarios habrían elegido apoyarse sobre una película
que revisita libremente la historia, incluso deformando la antigüedad. Esta
referencia les permite, a la vez, consolidar su ideología y también dotar de un
aspecto guerrero a su movimiento como continuidad de una cierta tradición
europea.
El hecho de que los espartanos combatieran la invasión de los persas
les dotaría de una mayor legitimidad: como el recurso a la fuerza y a la
violencia sólo estaría hoy moralmente legitimado para repeler una agresión, los
identitarios se situarían en la escena como víctimas de una invasión islámica
–facilitada por la complaciente clase política– frente a la cual ellos deberían
defender a su pueblo.
Los jóvenes militantes identitarios parecen identificarse
mayoritariamente con una visión hollywoodiense de la historia, más que con
reales figuras históricas. Los militantes de GI forman parte plenamente de la
llamada “generación 2.0”, lo cual es bastante apreciado por los dirigentes más
adultos, porque la generación 2.0 controla las herramientas de internet, el
marketing viral y el trabajo en redes.
Ya se trate de jóvenes militantes de GI o de sus
mayores del BI, la idea de base está clara: “alzar el estandarte de la
identidad frente a la uniformidad”. Atacan tanto la “americanización” como la
“islamización” de Francia, aunque sus acciones están dirigidas principalmente
contra la comunidad musulmana. La uniformidad (impuesta por el exterior) pondría,
según ellos, la identidad francesa en peligro. Esta noción de identidad
reagrupa “las tradiciones populares y orales (el lenguaje), las costumbres y la
moral, la aceptación de un pasado común (la historia) y la voluntad de vivir
juntos en el futuro”.
La identidad jugaría en tres niveles: la identidad
“carnal” que es una identidad regional, la identidad “histórica”, es decir, la
identidad francesa, y la identidad “civilizacional”, es decir, la identidad
europea. Esta definición de la identidad plantea varios problemas: ¿a qué
llaman civilización?, ¿a qué parte de la historia se refieren?, ¿cómo se
adquiere esa identidad?
Mientras podría imaginarse que la aceptación de un
pasado común y la voluntad de vivir juntos en el futuro podrían llegar a
representar el cimiento de una sociedad multicultural y la superación de las
rivalidades étnicas o religiosas, ello parece ser diferente para los
Identitarios. La comprensión de la historia por los Identitarios puede
resumirse a través de su eslogan, “una tierra, un pueblo” (prestado de Terre et
Peuple de Pierre Vial). En la concepción identitaria existen pueblos bien
definidos, separados los unos de los otros, de tal forma que no deberían entrar
en interacción. ¿Qué pasaría con los mestizajes, sean internos en el territorio
francés o sean llegados del exterior?
Mientras que el politólogo François Gemenne afirma que
“(la política migratoria francesa) es la negación de la revolución francesa”,
él apela también a que la identidad nacional francesa ha sido construida, después
de la revolución francesa, sobre la idea de la abolición de los privilegios por
razón del nacimiento. Sin embargo, los Identitarios reniegan de un Estado
jacobino y unitario que viola las identidades locales tanto como los valores de
la revolución francesa. En su comprensión de la identidad, los Identitarios se
refieren a personajes prerrevolucionarios tales como los espartanos o incluso
Charles Martel. Sus referencias hacen abstracción de los últimos siglos de
historia de Francia para no recordar sino las referencias guerreras o
romantizadas y edulcoradas de los campesinos trabajando la tierra (como puede
comprobarse en los motivos medievales y caballerescos de sus carteles de
propaganda).
Sin embargo, es reseñable ver que este imaginario,
anclado en un período pre-Revolución francesa y pre-Ilustración, se sirve de
imágenes y códigos visuales propios del lenguaje televisivo y publicitario,
igual que sucede con el cine hollywoodiense.
La noción de identidad a la que se refieren los
militantes identitarios es tan problemática como esencialista: según los
Identitarios, la identidad se adquiere y se transmite a través de la filiación.
Así, nuestra identidad nos sería dada por el nacimiento y no podría cambiar en
el curso de una vida. Sería casi parte de nuestra genética. Sin embargo, en las
ciencias sociales, la identidad es frecuentemente definida como un proceso que
se construye a lo largo del desarrollo individual. No puede ser, entonces, remitida
al nacimiento.
Para “defender la identidad” los Identitarios no se
reivindican ideológicamente de ninguna teoría en particular. No creen en
teorías que son cortinas de humo, ni en soluciones milagrosas, ni en doctrinas
hechas a medida. Ellos se inspiran tanto en la derecha como en la izquierda, ya
sea a través del estudio de los pensadores de la Nouvelle Droite, tales como
Alain de Benoist, o sea en los escritos de la filósofa Simone Weil sobre la
identidad y el arraigo. Sitúan su inspiración en el socialismo francés según
Proudhon o en el federalismo europeo de Foueré, o incluso en el pensamiento
ecológico de Serge Latouche. De esta forma, el espectro teórico en el que se
inspira el movimiento identitario es muy amplio, pero hay que discernir algunas
nociones claves.
Etnopluralismo
Con el eslogan “100% identidad, 0% racismo”, el
movimiento identitario intenta distanciarse de la imagen racista de la derecha
radical. El racismo reposa, por una parte, en la creencia de que la humanidad
puede ser categorizada según las razas, y por otra parte, sobre la creencia de
que esas razas no son todas iguales, que existe una jerarquía entre ellas. Dado
que el movimiento identitario no habla nunca de razas sino de culturas e
identidades y que no explicita claramente una jerarquía entre esas culturas, no
se puede, desde nuestra definición del racismo, calificar de racista.
Aunque no sea cuestión de hablar propiamente de
“razas” en relación con los Identitarios, su definición de identidad y de
cultura no es, por ello, menos biológica. En efecto, según los Identitarios la
identidad cultural es inmutable y transmitida por filiación. Lo que impide a
toda persona, por ejemplo no nacida francés, adquirir esa identidad, incluso si
ella se siente próxima o identificada. Esta visión de los pueblos deriva del
concepto de “etnopluralismo” reivindicado por la Nueva Derecha. De acuerdo con
los etnopluralistas y con los racistas clásicos, todos los grupos humanos
poseen características inalterables y fundamentales que hacen que ellos se
diferencien de los otros grupos humanos. Mientras que los racistas clásicos
reivindican la pureza de la raza, los etnopluralistas reivindican la pureza
cultural: la homogeneidad de los pueblos es un elemento muy importante para los
etnopluralistas. A semejanza de los etnopluralistas, los Identitarios estiman
que una de las amenazas a combatir es el “jacobinismo mestizante”.
Hegemonía cultural
Uno de los grandes temores de los identitarios se
llama “uniformización”. «Nosotros diríamos que el enemigo principal es la
ideología de lo Mismo, según la cual la igualdad y la uniformidad son las
claves del paraíso en la tierra». En este esquema, cualquier movimiento o idea
con ambición universal se convierte en una amenaza para los Identitarios. Ellos
distinguen cinco grandes amenazas: 1. El jacobinismo y el centralismo, que ha
unificado Francia e intenta unificar Europa. 2. El complejo “antirracista” y
“etnomasoquista”, que engendra la uniformización por la promoción del
mestizaje. 3. El capitalismo ultraliberal, que conduce a la uniformización
mundial mediante la promoción del modelo ciudadano-consumidor. 4. La política
expansionista de los Estados Unidos, que intenta imponer el “american way of
life” por todo el planeta. 5. El Islam que, con una vocación universal, es una
“religión conquistadora” que quiere uniformar el mundo “sometiendo a los
no-musulmanes a la Sharía”.
De esta forma, los Identitarios abogan por la
homogeneidad de los pueblos y la heterogeneidad entre los pueblos. Son
adversarios de una uniformización por el exterior, imponiendo en una sociedad
multicultural la uniformización por el interior. Rechazan todo lo que puede
venir del exterior, sea en la lengua, la alimentación (“ni MacDonald, ni
Kebab”), los gustos musicales y todo lo que atraviesa la vida cotidiana. La
lucha de los Identitarios contra la “hegemonía islámica” y contra la
“islamización de la sociedad francesa” justifica para ellos cualquier acción
contra el islam.
La práctica política
Leyendo el programa político del BI se comprende mejor
por qué el movimiento identitario no se reivindica de ninguna teoría en
particular, sino más bien como una “encrucijada” de corrientes de pensamiento.
El programa del BI tiene una tendencia regionalista, bastante anclada en lo
local y en la lucha contra la globalización. Cuatro líneas políticas deben
discernirse: 1. Reforzamiento de las identidades locales mediante el paso de un
Estado central a un Estado federal. 2. Una construcción social más fuerte, que
se dirigiría a los franceses “de origen” (de pura cepa). 3. Reflexiones sobre
la protección del medioambiente. 4. Europa: “Una Francia de las regiones en una
Europa de las naciones”. Interesa aquí especialmente la cuestión migratoria,
porque la mayoría de las acciones llevadas a cabo y la mayoría de los artículos
publicados por el movimiento identitario afectan a este tema y porque se
encuentra en el núcleo de la representación que los identitarios se hacen de la
sociedad.
Un importante motivo o hilo conductor del BI es la
idea de “vivir y trabajar en el país”. Frente a una economía globalizada donde
reina la movilidad y la flexibilidad, los Identitarios defienden el arraigo. En
la lógica de “una tierra, un pueblo”, cada cual debería poder trabajar en su
propio país, en su propia región. Así, los Identitarios abordan la cuestión en
dos planos: las migraciones internas campo/ciudad y las migraciones
exterior/interior.
Es importante para los Identitarios que el Estado
ejecute una política activa en materia de descentralización a fin de “permitir
a sus agentes trabajar en su región de origen en lugar de obligarlos a una
movilidad que es sinónimo de desarraigo”.
Por ejemplo, los profesores deberían poder trabajar en su región de
origen. Pero, si bien es importante que las condiciones de trabajo en la región
de origen de una persona sean garantizadas por el Estado, para precisamente no
forzar un cierto “desarraigo”, podría sin embargo resultar liberticida no poder
trabajar más que en su propia región. Los Identitarios presentan
sistemáticamente la movilidad como una obligación restrictiva impuesta por la
sociedad y el mercado actuales.
En términos de inmigración, los identitarios estiman
que “la integración no funciona”. La integración habría fracasado y “una buena
parte de las poblaciones de origen inmigrante jamás podría integrarse en
Francia”. Esta es la razón por la que los Identitarios desearían ver a los
inmigrantes retornar a sus países de origen. La primera cuestión que se plantea
es la siguiente: ¿cuáles son las poblaciones de origen inmigrante? ¿Un
inmigrante es aquel que no tiene la nacionalidad francesa? ¿Se incluyen a los
hijos procedentes de la inmigración, que han nacido franceses y siempre han
vivido en Francia?
Contra la lógica integracionista, los Identitarios
proponen una política de expulsión en dos tiempos. A corto plazo, los
Identitarios desean simplemente expulsar a los clandestinos y a los
delincuentes. A medio plazo quieren firmar acuerdos de colaboración con los
países de origen para facilitar el retorno de los extranjeros a su país en un
plazo de quince años. Según los Identitarios resulta insuficiente impedir la
instalación de inmigrantes en Francia, habría que lograr también que los
inmigrantes que ya viven en Francia regresen a sus países de origen. Desearían
que los inmigrantes recobren un “estatuto de extranjero”, es decir, que ellos
vendrían a Francia para formarse y trabajar, retornando posteriormente a su
país de origen para hacer fructificar la experiencia adquirida (en Francia)”.